TAN LEJOS DEL MUNDIAL, TAN CERCA DEL IVA (mi columna semanal en El Informador escrita la noche del martes en medio de un arrebato de furia)
Nunca olvidaré que el mismo día en que el equipo nacional de futbol mordía el polvo de la mediocridad y el conformismo en Costa Rica, festejando un humillante repechaje en calidad de cuarto lugar de una zona de competencia futbolística subdesarrollada, nuestros diputados (tan sobrevalorados, bien pagados e inútiles como el equipo de futbol) estaban legalizando el terrorismo fiscal, convirtiendo al SAT en un súper policía y validando nuevas formas para sangrar a la clase media. Mientras caía la noche, pensaba en los televisores encendidos en esos millones de hogares de lámina a la orilla de barrancas o cañones o en esas microcasas vendidas con intereses impagables por las inmobiliarias, cuya antenita azul colgada de diablitos pesa más que el techo. Hogares donde vivieron con angustia la derrota mexicana, indiferentes a la peste política y el robo legal que nos infesta. Esos mismos hogares que vendieron su voto por una despensa y encumbraron a Enrique Peña Nieto. Esos hogares que siguen siendo pasto y carne de cañón de una gran usura y una gran estafa que lo mismo les vende basura en abonos chiquitos e hipotecas impagables, que diputados millonarios y un equipo de futbol que es el non plus ultra de lo mediocre. Creo que nunca antes en la historia del país había visto a tantas personas deseando la eliminación del equipo nacional. Es como si hubiéramos perdido la inocencia y de un momento a otro nos hubiéramos dado cuenta que estamos siendo robados. En la derrota de un equipo de futbol no veo la derrota de mi país, como pretenden las televisoras. Lo que veo es la derrota de Emilio Azcárraga, de Ricardo Salinas Pliego, de las empresas usureras que patrocinan y encumbran esa gran farsa. En México, Televisa tiene y ha tenido en el futbol la gran gallina de los huevos de oro, un producto sobrevaloradísimo con el cual exalta un ridículo orgullo patriotero que asocia los triunfos de un equipo con la grandeza del país. Enrique Peña Nieto, al igual que la selección de futbol, es otro gran proyecto de la televisora, un buen negocio político donde prevalece la forma sobre el inexistente fondo. Los futbolistas y los políticos mexicanos se parecen mucho. Ambos ganan sumas exorbitantes, muy superiores a las que percibirían en otros países. Ambos son encumbrados como deidades, aunque al final, a la hora de colocarnos en gran concierto internacional, se revelen miserables e incapaces de competir con un mínimo de dignidad. El país que tiene la liga de futbol más cara de América, debe resignarse a que su selección degluta las migajas de la mediocridad en una zona de competencia de tercera. El país donde los diputados pueden convertirse en millonarios en un trienio y donde se pagan impuestos de primer mundo (sin contar los impuestos pagados a grupos criminales que tienen a su merced estados como Tamaulipas, Michoacán y Guerrero) es un pobre país que ni siquiera puede aspirar a crecer más del 2%. Un pobre país donde la mejor alternativa es el empleo informal, el dinerito guardado bajo el colchón, la trampa perpetua. Es por todas esas cosas, que deseo de todo corazón el triunfo de Nueva Zelanda. DSB
Friday, October 18, 2013
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