El otoño del viene-viene
Acaso he estado errando el foco narrativo de este relato. Tal vez la tuya debería de ser la historia de un viene-viene que alcanza las más altas cúpulas de la política nacional. Eso es. Carajo, es duro darse cuenta que he vivido en el error y escrito más de 14 mil palabras para venir hasta ahora a dar con el foco de la historia. Si me paso la vida escribiendo la historia de lo que pudo haber sido, bien puedo por una vez escribir la historia de lo que pude haber escrito. Venga, una gran historia latinoamericana de un humilde viene-viene que un día cualquiera organiza a sus compañeros en el estacionamiento para oponerse al déspota gerente de un supermercado que los quiere largar de ahí. El gerentillo en cuestión quiere un estacionamiento libre de viene-vienes pues según él, molestan a los clientes y contribuyen a la inseguridad. El pretexto es lo de menos. El caso es que en mi historia, los viene-viene, acaudillados por ti, se unen y hacen frente al déspota, que amenaza con echarles a la policía. Hay escenas de violencia, macanas, gases, un viene-viene con la cabeza partida y la cara bañada en sangre cuya foto logra colarse a los medios. Tú, que en mi historia de ficción eres un fervoroso orador capaz de tocar fibras sensibles, hablas de las familias de los viene-viene, de los pequeños que hambrientos los esperan cada noche, de esa propina insignificante que puede significar la diferencia entre una tortilla con sal y dormirse con hambre. Entonces ocurre lo imposible: los viene-viene de otros estacionamientos se solidarizan con tu grupo y forman una cadena humana para evitar su expulsión y tomar el estacionamiento por la fuerza. Cuando la policía pide refuerzos aquello se transforma en una batalla campal, una verdadera rebelión urbana. Por si fuera poco, la ciudadanía los mira con simpatía y los respalda. Un editorialista con tendencias izquierdosas hace comentarios favorables en la televisión cuestionando la brutalidad policiaca y la insensibilidad del gerente del supermercado. El alcalde empieza a ser cuestionado por los reporteros sobre el tema y al final se llega a una mesa de negociación en la que el gerente déspota debe doblar las manos y resignarse a tener viene-vienes en su estacionamiento. La pequeña guerra victoriosa te otorga el liderazgo moral de tu cofradía y es entonces cuando asesorado por un leguleyo, decides conformar la Unión de Prestadores de Servicios y Auxiliares de Aparcaderos Públicos y Similares de la cual eres proclamado presidente. La unión empieza a cobrar fuerza agrupando a viene-vienes de todos los estacionamientos del municipio. En las siguientes elecciones, un candidato a la alcaldía se reúne contigo para pedir el apoyo del gremio. A cambio de una suma no tan módica y de algunos cuantos compromisos de campaña, acuerdas organizar un mitin de viene-vienes en apoyo al candidato. El mitin muestra el músculo de la recién creada unión. Hay miles de viene-vienes apoyando al candidato, que te da un gran abrazo frente a las cámaras y te reconoce como el valioso líder de un grupo social hasta ahora olvidado y marginado. El día de las elecciones los viene-viene fungen como guardianes de casilla y protectores del voto, lo que se traduce en madrizas y escaramuzas diversas contra esbirros del candidato opositor. Finalmente el candidato apoyado por los viene-viene gana las elecciones y llega un trienio de vacas gordas para ustedes. Para entonces tu estilo de vida y tus labores se han modificado. Ya no pasas los días dirigiendo reversas y ayudando a cargar bolsas de mandado, sino haciendo gestiones en oficinas públicas, reuniéndote con funcionarios municipales y recorriendo estacionamientos. Poco a poco, los viene-viene de otros municipios empiezan a allegarse a la unión. Un par de trienios después, el nuevo candidato a presidente municipal se da cuenta que el apoyo de tu gremio es fundamental para alcanzar el triunfo, pero tú no estás dispuesto a conformarte con promesas de campaña y un abrazo ante las multitudes. Tienes la suficiente representatividad y apoyo como para aspirar a un lugar como regidor en la planilla, mismo que te es concedido. Tu inclusión en el cabildo te permite incrementar tu esfera de influencia. Los viene-viene más fieles del gremio son premiados con plazas aviadoras en la nómina municipal y comisiones remuneradas en el sindicato de burócratas. A cambio, los viene-viene deben hacer montón y echar porras en todos los actos del presidente municipal y servir como fuerza de choque contra grupos opositores, además de realizar una importante labor como movilizadores en jornadas electorales, controlando todas las casillas que se ubiquen en estacionamientos públicos y sus alrededores. Tu gestión como edil es tan exitosa, que para el siguiente proceso el sector popular del partido te otorga por unanimidad una codiciada y envidiada posición como diputado plurinominal en el congreso local de tu estado. Para entonces la Unión de Prestadores de Servicios y Auxiliares de Aparcaderos Públicos y Similares es ya un grupo de poder con decenas de miles de agremiados en toda la entidad. Nadie puede espontáneamente dirigir una reversa si no cuenta con su gafete que lo acredite como integrante del gremio. La experiencia es tan exitosa, que la unión se expande a otros estados. Como diputado local ya no eres simplemente el presidente estatal de la Unión de Prestadores de Servicios y Auxiliares de Aparcaderos Públicos y Similares, sino el secretario general de la Federación de Uniones de Prestadores de Servicios y Auxiliares de Aparcaderos Públicos y Similares de la República Mexicana.
La Federación de Uniones es tu pasaporte al Congreso Federal. Llegas a San Lázaro por supuesto en una posición plurinominal y para entonces ya te has colocado como uno de los pesos pesados de la política en tu entidad y un líder al que es preciso tomar en cuenta a la hora del reparto de candidaturas para que dé vistos buenos y reparta bendiciones. Dentro de la cofradía de viene-vienes surgen algunos grupos antagonistas y disidentes que te disputan el liderazgo en otros estados. Tú no dudas en enseñar el músculo y aplastarlos haciendo uso de la violencia, que para eso tienes tu tropa de porros. La disidencia gremial es borrada y pronto te las arreglas para que los cabecillas opositores enfrenten cargos penales. La Federación de Uniones de Prestadores de Servicios y Auxiliares de Aparcaderos Públicos y Similares de la República Mexicana, ha quedado claro, no admite la disidencia. El encarcelamiento de tus rivales fortalece tu liderazgo. En el gremio te respetan, pero sobre todo, te temen. Tu fortaleza es tal, que el partido te ofrece una senaduría en las siguientes elecciones presidenciales. Para entonces tu estilo de vida extravagante y ostentoso empieza a llamar la atención de la prensa. Tienes varias mansiones en paraísos playeros, una colección de autos de lujo y por supuesto, varios kilos de oro y diamantes en tus relojes, anillos y esclavas que ostentas con desparpajo de nuevo rico mientras patrocinas comilonas en restaurantes de avenida Mazarik. Usas sacos caros cuyos botones nunca puedes abrochar, pues tu panza ha alcanzado proporciones descomunales. Eres un gordo de papada hinchada y lentes oscuros al que le encanta dejarse ver en lugares públicos. A tu disposición tienes una cofradía de guaruras, sirvientes y achichincles diversos que te escoltan a todas partes. Algún ocioso reportero publica un día los contrastes entre tu fortuna corrupta e insultante y las ganancias de un viene-viene tradicional en su día a día dirigiendo reversas en los estacionamientos. Tu grosera riqueza es la prueba fehaciente de los recursos públicos que recibe el gremio viene-viene a cambio de su colaboracionismo político, publica revista Proceso, pero tú ni siquiera te molestas en contestar. Son envidias de los amargados, afirmas. Los viene-viene encargados de estacionar tus autos en los estacionamientos de tus mansiones son ataviados como guardias imperiales de Buckingham. Pertenecer a la guardia imperial viene-viene es una de las máximas distinciones a las que pueden aspirar los integrantes del gremio. Envejeces y con los sesenta años te llega la fiebre del deseo andropáusico. Mientras tu emperifollada esposa despilfarra en Europa, tú te dedicas a tragar viagras y a contratar carísimas damas de compañía. En la prensa se habla de las fiestas celebradas en tu residencia. Míticas bacanales en donde participan modelos eslovacas, ucranianas y brasileñas. Además de tu alineación de amantes más o menos oficiales que mantienes en diferentes casas no tan chicas, te gusta presumir una dama de compañía diferente cada nuevo fin de semana. También te obsesionas con lograr una resistencia de gladiador porno a los 60, pero el viagra tampoco hace milagros. En el Senado pronuncias encendidos discursos en donde exaltas con frases rimbombantes los abnegados servicios que los compañeros viene-viene prestan a la patria. Ante el mundo te sigues ostentando como un orgulloso trabajador de estacionamientos que debido a las trascendentes responsabilidades políticas que sus compañeros le han encomendado, no puede en estos momentos desempeñar su función, aunque la realidad es que han pasado más de 25 años sin que dirijas una reversa y recibas una propina. “Viene-vienes del mundo uníos” exclamas fervoroso desde la tribuna. Cuando estás a la mitad de tu periodo como senador convocas a una asamblea nacional general en donde por unanimidad eres proclamado líder vitalicio de la Federación de Uniones de Prestadores de Servicios y Auxiliares de Aparcaderos Públicos y Similares de la República Mexicana. Algunos líderes de secciones estatales se oponen a tu nombramiento de líder a perpetuidad y denuncian públicamente fraude y amenazas. Revista Proceso y La Jornada arman un escándalo. El asunto se pone al rojo vivo cuando dos de los líderes seccionales opositores son encontrados a un costado de un camino vecinal envueltos en cobijas con una bala en la cabeza. Hay denuncias de asesinato, exigencias de justicia y alto a la impunidad, pero hay también un justificado pavor a tus represalias. En el Senado pronuncias un discurso incendiario en donde amenazas a los falsos viene-viene que han unido fuerzas con los oscuros intereses reaccionarios de la nación. El estrés y las tensiones te orillan a intensificar tu tren orgiástico. El tratamiento que te da la prensa es cada vez menos favorable. Ante la opinión pública eres un símbolo prehistórico y mafioso y lo peor para ti, es que te has convertido en una presencia incómoda para la imagen del partido y el presidente. Las columnas políticas hablan de un inocultable distanciamiento con Los Pinos, pero tú te niegas a aceptarlo. Ni éste ni ningún presidente se atreverá a tocarte jamás, pues eso significaría desatar una revuelta social de cientos de miles de viene-vienes a lo largo y ancho del país, sin embargo en la calle Bucareli tienen otros planes.
Una madrugada de tantas, yaces en el jacuzzi con dos modelos eslavas. Abres una nueva botella de champaña, tragas otra pastilla de viagra y cuando te preparas para un nuevo round orgásmico escuchas el retumbar de las aspas de los helicópteros sobrevolando tu mansión. Desde la ventana del baño alcanzas a ver las tanquetas militares que tienen sitiada tu residencia. Las alarmas chillan cuando los soldados derriban el portón. Esperas escuchar de un momento a otro el retumbar de las ametralladoras cuando tu comando privado salga a defenderte a sangre y fuego, pero lo único que se oye son los malditos helicópteros sobre el techo. Las chicas salen despavoridas de la tina y corren desnudas. Tú sales del baño envuelto en una toalla e intentas llegar hasta el cajón de tu buró para tomar tu pietro beretta y vender cara tu vida, pero antes de que puedas alcanzar tu pistola ya hay diez soldados dentro de tu habitación apuntándote con armas largas. La foto que apareció en todos los periódicos te muestra aun envuelto en la toalla, enseñando tu mórbida panzota mientras dos soldados te sujetan de los brazos. Tus ojos están enrojecidos y tu rostro es de un pálido enfermizo. La Procuraduría General de Justicia te ha abierto una investigación por acopio de armas de alto poder, lo que justificó el cateo del Ejército. Ya estando en prisión debes enfrentar dos denuncias penales interpuestas por el secretario general y el tesorero de tu gremio donde te acusan de malversar los fondos de la federación. Tanto el secretario como el tesorero habían sido por años tus protegidos y tus hombres de total confianza. Por si fuera poco, las familias de los disidentes asesinados te acusan de ser el autor intelectual de los crímenes. Viene-vienes de todos los estacionamientos del país te señalan como un tirano corrupto y explotador. Tus mansiones son embargadas, lo mismo que tus autos y las casas de tus amantes. Durante unas dos semanas la prensa se ensaña en tu contra mientras las denuncias y las traiciones siguen lloviendo. Después simplemente te olvidan y nuevos escándalos ocupan los espacios que acaparaste en calidad de gran villano nacional. La opinión pública se entretiene con nuevos circos mientras tú inicias el largo descenso hacia el infierno de tu pudrición carcelaria. Fin de la historia amigo mío. ¿Te ha gustado? Muy latinoamericana ¿no te parece? “El otoño del viene-viene” podríamos titularla. ¿Crees que tenga éxito una historia semejante? Todo es posible en este país, es cierto, pero tú no tendrás tanta suerte. Olvídate de las chicas ucranianas y de las brasileñas, de tus mansiones y tus lacayos y de los millones de agremiados que claman tu nombre y vamos de regreso a tu triste estacionamiento rosaritense en donde eres un viene-viene de 46 años de edad, que vive como arrimado en la casa rodante de una gorda mujer y dirige reversas por las que recibe propinas de tres o cuatro pesos. El único detalle que coincide con la gran historia que he inventado, es el de tu panza en fase creciente y tu libido de cuarentón insatisfecho. A este patético mundo tuyo regresamos, pero no te aflijas: tu microcosmos reserva algunas sorpresas para ti, modestas ilusiones a las que aun da derecho una vida en pleno descenso.