Hablemos ahora del colombiano Juan Gabriel Vásquez, a quien descubrí hace un par de años cuando ganó el Premio Alfaguara 2011 con El ruido de las cosas al caer (reseñado en Biblioteca de Babel). Ahora que he leído Las reputaciones, creo poder comprobar lo que ya intuía: Juan Gabriel Vásquez es un novelista mayor. En su ensayo El novelista ingenuo y el sentimental, el Nobel turco Orhan Pamuk habla de encontrar el centro de la novela. No basta con seguir el argumento o la trama, sino con ubicar el centro, una suerte de espíritu o fuego esencial que da sentido y trascendencia al relato. El centro del que habla Pamuk a menudo está en lo que yo llamo la zona de intuiciones, esa atmósfera que el narrador es capaz de crear en torno a su personaje. A menudo esta atmósfera yace en las palabras no escritas. Hay algo en el relato que se intuye pero no se ve. Es como en una partida de ajedrez, donde los movimientos realizados son tan importantes y trascendentes como los pensados pero no ejecutados. Esa zona de intuiciones, me parece, es el fuerte de Vásquez. La arquitectura de las palabras no escritas es la marca de un novelista genial llamado Joseph Conrad, quien me parece es la influencia más notoria en este bogotano radicado en Barcelona. Las reputaciones es una novela corta que habla de Javier Mallarino, un caricaturista político capaz de poner patas arriba al país con sus dibujos. Con más de cuarenta años de experiencia, Mallarino es ya una leyenda viviente, temida y admirada por los poderosos. Una noche, después de un pomposo homenaje organizado por el gobierno, Mallarino es abordado por una extraña reportera que le solicita una entrevista. El caricaturista la recibe en su casa de la montaña al día siguiente, sin saber que esa entrevista será en realidad un viaje al pasado para enfrentar un raro suceso nunca resuelto ni explicado. Vásquez es un novelista del tiempo circular. Tanto en El ruido de las cosas al caer como en Las reputaciones, los personajes son conducidos por una suerte de Mito del Eterno Retorno, un destino irrenunciable de tragedia griega donde el tiempo no es una línea en avance constante sino una espiral tramposa. En sus personajes el pasado no solo es omnipresente, sino mutante; se despoja de su máscara y nos muestra nuevos rostros. Los sólidos cimientos del presente se derrumban. Nada, ni siquiera lo en apariencia intrascendente, es huérfano de consecuencias. Tal vez uno de los mayores desafíos en al arte de la novela, es el manejo del tiempo y esa es la virtud del bogotano. Mención aparte merece el tema específico de Las reputaciones, pues si bien son muy comunes las novelas sobre reporteros, el caricaturista sigue siendo un personaje atípico en la literatura. La reflexión heredada es por demás profunda: ¿cómo un dibujo satírico puede ser capaz de torcer vidas y sepultar reputaciones? Con unos cuantos trazos donde se exageran defectos o particularidades fenotípicas y se ridiculiza un acto o idea, la caricatura política puede provocar a los poderosos más dolores de estómago que un revelador reportaje de investigación. Sin necesidad de argumentos o explicaciones, la caricatura puede herir en lo profundo y desnudar con sarcasmo y crudeza lo que en palabras queda reducido a enredo teórico. Las reputaciones es una novela corta, de apenas 138 páginas, que se lee en dos sentadas o en un trayecto de avión. Mario Vargas Llosa se refiere a Juan Gabriel Vásquez como una de las voces más originales de la nueva literatura latinoamericana, mientras Nicole Krauss habla de la extraña y hermosa brujería de sus relatos. En cualquier caso, este colombiano ha sido uno de los más gratos descubrimientos que he tenido en los últimos dos años e intuyo que lo mejor está en camino. Por lo pronto ya he mandado pedir su anterior novela, Los informantes, que espero con ansias empezar a leer la próxima semana.
Tuesday, September 03, 2013
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