La crisis y la Caverna de Platón
Nunca como en la cuesta de enero pensamos tanto y con tanta intensidad en los problemas económicos. La palabra crisis se vuelve nuestra indeseable compañera de viaje en estos aciagos días invernales donde los medios yacen saturados con historias sobre el abismo fiscal en los Estados Unidos o los desempleados que optan por el suicidio en España. En medio de esta hecatombe económica planetaria, es imposible resistirse a la tentación de creer que todo esto no es más que una ficción, una alegoría, un juego de números. Miro alrededor y no puedo dejar de comparar esta recesión económica con el mito de la Caverna de Platón. En su obra La República, el filósofo griego describe una gran caverna donde yace un grupo de hombres prisioneros desde el día de su nacimiento, sujetos por cadenas que les impiden moverse y ver más allá del fondo de la cueva en donde se proyectan sombras a la luz de una hoguera. Para estos pobres prisioneros no existe más verdad que las sombras e ignoran que fuera de la Caverna hay luz. Si alguien por casualidad logra escapar y ver la luz fuera de la caverna, será asesinado por el resto de los prisioneros cuando retorne a intentar liberarlos convenciéndolos de que hay un Sol más allá de sus sombras cavernosas. En el mundo antiguo y en muchos países subdesarrollados, una crisis económica irrumpe como consecuencia de una larga sequía, una inundación, una plaga, una epidemia o una guerra que golpea la producción de alimento. El hambre y la carestía son reales porque la tierra está seca o inundada, el ganado desnutrido, los hombres enfermos y los puertos bloqueados por algún invasor. Sin embargo, en nuestro endeudado mundo occidental del 2013, los supermercados están llenos de comida, no tenemos ejércitos invasores bloqueando los puertos ni hay una peste bubónica devastando la población. En teoría la mayoría de los seres humanos gozamos de buena salud y al menos en apariencia todo funciona bien. Vaya, ni usted ni yo hemos dejado de levantarnos temprano para trabajar y sin embargo, pese a nuestro esfuerzo, la mayoría somos más pobres y nuestro dinero nos alcanza para menos. En el supermercado hay comida, pero unos numeritos, equiparables a las sombras de la Caverna de Platón, dicen que estamos en recesión. ¿Tuvimos algo que ver usted y yo en esto? ¿Nos hemos echado a dormir acaso? Dado que la recesión irrumpe como una suerte de infortunio ingobernable, es fácil compararla con una gran tormenta o un huracán. Nuestra reacción natural es tratar de aguantar con el cinturón apretado, pensando que la tormenta tarde o temprano pasará y que algún día volverá a salir el Sol, con la vana esperanza de que las cosas volverán a ser como antes, funcionando con las mismas reglas del juego. Nunca pensamos que aguantar significa seguir inmersos en la Caverna platónica y que más allá de apretar el cinturón y tratar de resistir, lo que debemos plantear es cambiar de raíz el modelo y la forma de vida. Vaya, tratar de una vez por todas de salir de la Caverna. Acaso allá afuera haya un poco de luz.