Sobre el Morfeo insistente en contar historias
No soy dado a creer en premoniciones, símbolos o mensajes, pero después de lo sucedido esta mañana me es imposible interpretar mi sueño como una simple casualidad sin trascendencia. Hoy poco después de las 11:00 he recibido una llamada del Instituto Sonorense de Cultura para invitarme cordialmente a acudir a la entrega de los premios literarios Ciudad de Nacozari en los que yo fungí, o dije fungir, como jurado, aunque en honor a la verdad ni siquiera me tomé la molestia de leer con detenimiento un solo manuscrito. Nunca en mi vida he estado en Nacozari, pero hace dos noches mi sueño transcurrió justamente ahí. Alguna vez un colega me dijo que la escritura revelada a través del sueño es un don o un privilegio que muchos escritores no experimentan en toda una vida. La tercera persona creativa o esa suerte de duende interior que habita en las profundidades de cada aspirante a creador, puede desdoblarse con toda intensidad en los parajes oníricos. Sin embargo, me advirtió mi amigo, una vez que el duende interior nos ha dictado una historia a través del sueño, hay que asumir el reto de escribirla cuanto antes sin permitir que se enfríe. Hacer caso omiso o tirarla a la basura puede derivar en una severa crisis de atrofia creativa como castigo por la indiferencia ante la revelación. Debo admitir que en un principio pensé que lo mejor y más sano era olvidar mi sueño, pero esta mañana al recibir en mi correo electrónico mi reservación para un hotel en Nacozari caí en cuenta de que no tengo alternativa ni escapatoria: escribir esa historia es una suerte de mandato o misión y he decidido cumplirla.