Eterno Retorno

Tuesday, March 29, 2011




Icamole, según el censo, tiene 160 habitantes y una mención en la historia de México. Lo del censo tómalo con toda la reserva que estos datos estadísticos exigen, pues bastaría que 16 habitantes de Icamole emigren para tener una significativa modificación demográfica del 10%. Lo de la mención en las efemérides nacionales se ha inmortalizado el apodo menos grato para Porfirio Díaz en casi 85 años de vida: “El llorón de Icamole”. En 1876, cuando al grito de “No Reelección” Don Porfirio acaudillaba la rebelión de Tuxtepec, enfrentó en Icamole al general nuevoleonés Mariano Escobedo, que jugaba de local en aquel desierto. Aunque al final del cuento la rebelión de Don Porfi saldría victoriosa y se quedaría aferrado con el poder hasta 1911, lo cierto es que en Icamole el de Oaxaca perdió contra el de Nuevo León. Tanto le dolió la derrota a Porfirio, que las lágrimas le jugaron una mala pasada y lloró a moco tendido, lo que valió el apodo de “El llorón de Icamole”. Para el gran estadista oaxaqueño (por ahí dicen que el mejor presidente que ha tenido esta país) el episodio le costaría su apodo más humillante. Para el pequeño y árido poblado, representaría su única mención en el libro de la historia. En Icamole hay también algunas pinturas rupestres que a nadie parecen importarle demasiado y hay también muchísimas cactáceas entre las que se cuenta la que en esta narración llamaremos mezcalito, jícuri o huella del pequeño venado