La mayor y más rimbombante estupidez sería pronunciar “los periodistas han muerto” y ponernos a llorar por la extinción de una raza de poetas quijotescos inmolados en el altar de la sociedad de consumo. Nada de eso. Los periodistas, como la hierba mala, no mueren nunca. Jamás en la historia de la humanidad había habido tantos profesionales de la comunicación como los hay ahora. La sociedad de consumo es una bestia insaciable de información que necesita ser alimentada cada minuto. Está sobre informada y pese a ello siente que nunca es suficiente. Lo que has informado hace cinco minutos es ya demasiado viejo y trillado. La gran devoradora de información requiere más, siempre más y ahí deben estar, al píe del cañón, los encargados de traerle y procesarle las noticias. Lo que se está muriendo es una forma tradicional de ejercer el periodismo y su muerte se está acelerando por la codicia y falta de visión de quienes la administran como un negocio. Imaginemos que los reporteros tradicionales éramos una especie animal arborícola y de pronto, el bosque donde habitamos es deforestado. Los pocos árboles que quedaban en pie, los acabamos de derrumbar nosotros. Ahora tenemos que habituarnos a sobrevivir en la tierra conviviendo con un entorno urbano o de plano extinguirnos y ceder el paso a la especie que se apoderará del ecosistema, en donde por cierto -vaya paradoja- ya no será necesario sacrificar árboles para obtener papel.
Monday, January 10, 2011
La mayor y más rimbombante estupidez sería pronunciar “los periodistas han muerto” y ponernos a llorar por la extinción de una raza de poetas quijotescos inmolados en el altar de la sociedad de consumo. Nada de eso. Los periodistas, como la hierba mala, no mueren nunca. Jamás en la historia de la humanidad había habido tantos profesionales de la comunicación como los hay ahora. La sociedad de consumo es una bestia insaciable de información que necesita ser alimentada cada minuto. Está sobre informada y pese a ello siente que nunca es suficiente. Lo que has informado hace cinco minutos es ya demasiado viejo y trillado. La gran devoradora de información requiere más, siempre más y ahí deben estar, al píe del cañón, los encargados de traerle y procesarle las noticias. Lo que se está muriendo es una forma tradicional de ejercer el periodismo y su muerte se está acelerando por la codicia y falta de visión de quienes la administran como un negocio. Imaginemos que los reporteros tradicionales éramos una especie animal arborícola y de pronto, el bosque donde habitamos es deforestado. Los pocos árboles que quedaban en pie, los acabamos de derrumbar nosotros. Ahora tenemos que habituarnos a sobrevivir en la tierra conviviendo con un entorno urbano o de plano extinguirnos y ceder el paso a la especie que se apoderará del ecosistema, en donde por cierto -vaya paradoja- ya no será necesario sacrificar árboles para obtener papel.
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