Eterno Retorno

Thursday, December 02, 2010


Tello ha salido este día con cuernos de reno y nariz roja. La Navidad, obvia decirlo, no le pasa desapercibida. Las portadas de los periódicos que alza con su brazo derecho frente al tráfico de la Avenida Internacional hablan de una balacera en Soriana Las Ferias, donde entre los heridos hay una niña de tres años. El primer gran crimen del nuevo trienio. A unos metros del crucero donde Tello muestra su portada, hay una fila de unas mil 200 personas amontonadas en la banqueta. Aguardan que se abran las puertas del desayunador del Padre Chava en la calle Ocampo. La torta de huevo, el pan dulce y el vaso de café que recibirán, será la carga de combustible que les permita vivir un día más en esta ciudad. Mañana, antes del amanecer, el Padre Chava despertará y volverá a tener frente a su desayunador otra fila de más de mil personas. Así ha sucedido sin interrupción los últimos trece años. Muchos, la inmensa mayoría de los que amanecerán mañana frente a su puerta, son los mismos que desayunaron ayer, pero también hay nuevas caras y otros tantos que de pronto los dejarán de ver y desaparecerán para siempre. En trece años ¿cuántas caras ha visto el Padre Chava? ¿Cuánto dura en promedio la vida de estas sombras humanas? La fila es siempre inmensa, pero los rostros se reciclan. Ahí está Tijuana, el gran tornado de almas muertas, de destinos fugaces, de polvo en el viento nocturno.

Aunque hermanados por la miseria, el aspecto de los hambrientos que aguardan al padre Chava podría calificarse hasta de heterogéneo. Los hay, por supuesto, quienes reflejan una condición de indigencia absoluta. La piel es una gran costra, el pelo una maraña raída y la ropa un jirón de color rata. Entre ellos sobran los tecatos (heroinómanos para la Real Academia) cuyas piernas y brazos llagados, gangrenados o mutilados, son testimonio mudo de arterias mal picadas. Muletas, palos, vendas, costras, esencia pura de la Avenida Internacional. Pero frente al tecato indigente, encontramos el rostro de susto del migrante recién deportado. Este hombre tiene unos días o acaso unas horas de haber sido arrojado a Tijuana por la migra, como quien arroja un ratón a la calle o a cualquier lugar fuera de casa. Para este hombre recién arrojado, Tijuana debe ser la peor de las pesadillas. Esta mañana, ese hombre despertó en una casa donde a lo mejor vivía con su familia. Vivía con miedo, es cierto, pero sin papeles había logrado construir algo parecido a una existencia digna. Esta infausta mañana le tocó se cazado por la redada de la migra y en cuestión de minutos su vida entera se fue al carajo. De una patada lo pusieron fuera de los Estados Unidos y ahora pasará su primera noche en las calles de Tijuana, sin un quinto en la bolsa, con todo el miedo y la desesperación a cuestas. Comprendo que para este hombre Tijuana resulte el peor sitio de este mundo, como hostil es la arena ardiente a la que es arrojado un pez. La historia se repite muchas veces todos los días. La historia, hay que ser honestos, ya no nos dice nada. El Padre Chava me lo dijo: al migrante recién deportado lo puedes reconocer al instante. Tiene miedo, está desesperado, pero tiene esperanzas. Su rostro está limpio y su mirada aún refleja vida. Es cuestión de una semana para ver su decadencia avanzar como un chancro, como una lepra. Tres o cuatro días sin bañarse, una putiza a cargo de la policía, algún asalto y al cabo de una semana la mendicidad e indigencia absoluta en donde la única saluda es el foco de crystal o la jeringa compartida. Al cabo de tres semanas, este hombre que tenía una vida se habrá transformado en un aborto y su rostro será el de un espectro sin vida que arroja un trapo sucio sobre el cristal de tu carro.