Dedicada a mi tocayo Guillermo de La Paz. Gracias por la sugerencia Verdugo. Este pasaje es apasionante.
El Martirio de los Patricios
Por Daniel Salinas Basave
Bajo las verdes montañas irlandesas por donde el río Owenglen desciende hacia el Océano Atlántico, se encuentra el poblado pesquero de Clifden, ubicado a 77 kilómetros de Galaway. Si cedemos al estereotipo “irish”, es fácil imaginar tréboles, iglesias, cruces celtas y pastos empapados. El elemento que sorprende en este típico paisaje irlandés, es la bandera mexicana que ondea en el centro de esta pequeña ciudad cada 12 de septiembre. ¿Qué hace la Bandera de México en este improbable poblado de la costa de Irlanda? Resulta que Clifden es el pueblo natal de Jon Riley, un héroe de Irlanda y México, considerado un traidor en los Estados Unidos. Riley es el fundador del mítico Batallón de San Patricio, la valiente tropa que en plena guerra contra los Estados Unidos en 1847, abandonó la bandera de las barras y las estrellas para defender la tricolor. Un arpa dorada y las palabras gaélicas Erin Go Bragh (Irlanda por Siempre) fueron la bandera de estos bravos combatientes católicos que adoptaron el nombre del Santo Patrono de Irlanda para defender a México del invasor estadounidense. La invasión estadounidense a México fue la más injusta de las guerras que tuvo nuestro bélico Siglo XIX. Más que una guerra fue un acto de vil rapiña geopolítica, amparada en los designios evangélicos de Monrowe y su Destino Manifiesto. Sobre este devastador conflicto que acabó con la mutilación del territorio mexicano, corren cualquier cantidad de leyendas y los patricios, obvia decirlo, han sido mitificados. Sin embargo, podemos atribuir al fervor católico irlandés el nacimiento de este heroico batallón que ofrendó su vida por defender a una nación que no era la suya. Claro, una versión menos romántica, nos dice que al fervor católico le dieron una ayudadita las jugosas ofertas del Gobierno de México, que ofreció tierras a todos aquellos soldados que desertaran del ejército norteamericano. En las tropas estadounidenses que invadieron México en 1846 había muchos soldados irlandeses, quienes por su condición de católicos, eran discriminados por los protestantes que desconfiaban de ellos, además de someterlos a humillaciones y tenerlos confinados en los escalafones militares más bajos. La razón que llevó a los irlandeses a desertar del ejército de Estados Unidos, fue el negarse a invadir y asesinar a un pueblo católico como el mexicano defendiendo una bandera protestante. Fieles a su religión antes que a sus generales, los irlandeses decidieron jugársela por los mexicanos, aún a costa de ser etiquetados como traidores y desertores. Obvia decir que también vieron la posibilidad de lograr en México un enriquecimiento y una posición que difícilmente hubieran logrado en Estados Unidos, donde eran humillados. Hay que señalar también que no solamente eran irlandeses los integrantes del batallón, en donde también había alemanes y muchos mexicanos. El debut de los patricios se da en la batalla de Monterrey, el 21 de septiembre de 1846, al píe del Cerro del Obispado, donde los artilleros de Jon Riley hicieron pasar un mal rato a las huestes de Taylor. La defensa de Monterrey fue heroica y sabido es que muchos ciudadanos regiomontanos se sumaron a los combates. Acaso la batalla de Monterrey pudo haberse ganado, pero la guerra contra Estados Unidos estuvo llena de decisiones absurdas y contradictorias y una de ellas fue la del general Pedro Ampudia, que sorprendentemente se rindió cuando aún había posibilidades de rechazar al enemigo. La consagración del Batallón de San Patricio, llamado el Batallón de los Colorados por los mexicanos, llegó en la Batalla de la Angostura, el único de los combates donde los mexicanos consiguieron algo parecido a una victoria, misma que no se consumó porque Santa Anna, inexplicablemente, abandonó el campo de batalla. El martirio de los patricios se consuma en la defensa del Convento de Churubusco el 12 de septiembre de 1847. Capturados por las tropas de Wilfred Scott, los irlandeses sufrieron el cruel destino de los desertores. Torturados y marcados con hierro ardiente en la cara con la “D” de desertores, la enorme mayoría de ellos fueron ahorcados al pie del Cerro de Chapultepec, frente a la bandera de las Barras y las Estrellas que ondeaba soberbia en el castillo. Ahí murió Patrick Dalton, artífice de la deserción y lugarteniente del batallón. Algunos, como el propio Riley, sobrevivieron, aunque con la cara marcada por el hierro ardiente, y se quedaron a vivir en México. Riley se salvó de la ejecución, porque su deserción al ejército, se produjo semanas antes de la declaración formal de guerra de Estados Unidos a México. Se sabe que Riley murió en Veracruz tres años después, al final del verano de 1850. Según el acta de defunción, Juan Riley murió a consecuencia de la embriaguez y fue sepultado en una fosa común.
El Martirio de los Patricios
Por Daniel Salinas Basave
Bajo las verdes montañas irlandesas por donde el río Owenglen desciende hacia el Océano Atlántico, se encuentra el poblado pesquero de Clifden, ubicado a 77 kilómetros de Galaway. Si cedemos al estereotipo “irish”, es fácil imaginar tréboles, iglesias, cruces celtas y pastos empapados. El elemento que sorprende en este típico paisaje irlandés, es la bandera mexicana que ondea en el centro de esta pequeña ciudad cada 12 de septiembre. ¿Qué hace la Bandera de México en este improbable poblado de la costa de Irlanda? Resulta que Clifden es el pueblo natal de Jon Riley, un héroe de Irlanda y México, considerado un traidor en los Estados Unidos. Riley es el fundador del mítico Batallón de San Patricio, la valiente tropa que en plena guerra contra los Estados Unidos en 1847, abandonó la bandera de las barras y las estrellas para defender la tricolor. Un arpa dorada y las palabras gaélicas Erin Go Bragh (Irlanda por Siempre) fueron la bandera de estos bravos combatientes católicos que adoptaron el nombre del Santo Patrono de Irlanda para defender a México del invasor estadounidense. La invasión estadounidense a México fue la más injusta de las guerras que tuvo nuestro bélico Siglo XIX. Más que una guerra fue un acto de vil rapiña geopolítica, amparada en los designios evangélicos de Monrowe y su Destino Manifiesto. Sobre este devastador conflicto que acabó con la mutilación del territorio mexicano, corren cualquier cantidad de leyendas y los patricios, obvia decirlo, han sido mitificados. Sin embargo, podemos atribuir al fervor católico irlandés el nacimiento de este heroico batallón que ofrendó su vida por defender a una nación que no era la suya. Claro, una versión menos romántica, nos dice que al fervor católico le dieron una ayudadita las jugosas ofertas del Gobierno de México, que ofreció tierras a todos aquellos soldados que desertaran del ejército norteamericano. En las tropas estadounidenses que invadieron México en 1846 había muchos soldados irlandeses, quienes por su condición de católicos, eran discriminados por los protestantes que desconfiaban de ellos, además de someterlos a humillaciones y tenerlos confinados en los escalafones militares más bajos. La razón que llevó a los irlandeses a desertar del ejército de Estados Unidos, fue el negarse a invadir y asesinar a un pueblo católico como el mexicano defendiendo una bandera protestante. Fieles a su religión antes que a sus generales, los irlandeses decidieron jugársela por los mexicanos, aún a costa de ser etiquetados como traidores y desertores. Obvia decir que también vieron la posibilidad de lograr en México un enriquecimiento y una posición que difícilmente hubieran logrado en Estados Unidos, donde eran humillados. Hay que señalar también que no solamente eran irlandeses los integrantes del batallón, en donde también había alemanes y muchos mexicanos. El debut de los patricios se da en la batalla de Monterrey, el 21 de septiembre de 1846, al píe del Cerro del Obispado, donde los artilleros de Jon Riley hicieron pasar un mal rato a las huestes de Taylor. La defensa de Monterrey fue heroica y sabido es que muchos ciudadanos regiomontanos se sumaron a los combates. Acaso la batalla de Monterrey pudo haberse ganado, pero la guerra contra Estados Unidos estuvo llena de decisiones absurdas y contradictorias y una de ellas fue la del general Pedro Ampudia, que sorprendentemente se rindió cuando aún había posibilidades de rechazar al enemigo. La consagración del Batallón de San Patricio, llamado el Batallón de los Colorados por los mexicanos, llegó en la Batalla de la Angostura, el único de los combates donde los mexicanos consiguieron algo parecido a una victoria, misma que no se consumó porque Santa Anna, inexplicablemente, abandonó el campo de batalla. El martirio de los patricios se consuma en la defensa del Convento de Churubusco el 12 de septiembre de 1847. Capturados por las tropas de Wilfred Scott, los irlandeses sufrieron el cruel destino de los desertores. Torturados y marcados con hierro ardiente en la cara con la “D” de desertores, la enorme mayoría de ellos fueron ahorcados al pie del Cerro de Chapultepec, frente a la bandera de las Barras y las Estrellas que ondeaba soberbia en el castillo. Ahí murió Patrick Dalton, artífice de la deserción y lugarteniente del batallón. Algunos, como el propio Riley, sobrevivieron, aunque con la cara marcada por el hierro ardiente, y se quedaron a vivir en México. Riley se salvó de la ejecución, porque su deserción al ejército, se produjo semanas antes de la declaración formal de guerra de Estados Unidos a México. Se sabe que Riley murió en Veracruz tres años después, al final del verano de 1850. Según el acta de defunción, Juan Riley murió a consecuencia de la embriaguez y fue sepultado en una fosa común.