Pues Iker ha cumplido un mes y de pronto me cae el veinte de todo lo que ha cambiado. Veo sus fotos anteriores, lo veo ahora acostado en la cama y me sorprendo al descubrir lo mucho que mi hijo se ha transformado. No puedo definir exactamente qué tan rápido o tan lento ha transcurrido el tiempo desde el 8 de diciembre. Definitivamente hemos entrado en otra cápsula. Incluso mi metabolismo y mi bioritmo mental trabajan diferente. Eso sí, su mirada, poderosa y cautivadora desde el día de su nacimiento, es cada vez más expresiva. Ya es capaz de seguir las voces y fijar sus ojos en nosotros e incluso emite sonidos distintos al llanto con los que parece querer platicarnos. Hoy le tocó la vacuna de la tuberculosis para la cual estábamos en lista desde el día de su nacimiento. Iker es valiente y ha resistido el piquete con admirable estoicismo. Digamos que es más corajudo que llorón. Tiene la seductora habilidad de levantar una sola ceja y es cada vez más fotogénico.
El año del gran estallido social ha dado comienzo. Patinamos sobre una capita de hielo a punto de derretirse bajo la cual hay un abismo sembrado de fauces. Caminar siempre hacia adelante, remar sobre nuestra hoja seca en la tormenta marina, mantener nuestra vela en el huracán, esa velita a punto de apagarse que resurge de pronto, mientras le volteo la cara al horror, tan omnipresente en nuestro entorno.
El año del gran estallido social ha dado comienzo. Patinamos sobre una capita de hielo a punto de derretirse bajo la cual hay un abismo sembrado de fauces. Caminar siempre hacia adelante, remar sobre nuestra hoja seca en la tormenta marina, mantener nuestra vela en el huracán, esa velita a punto de apagarse que resurge de pronto, mientras le volteo la cara al horror, tan omnipresente en nuestro entorno.