LOS REYES MAGOS ME TRAJERON UN KALASHNIKOV
Un sicario es un muchachito, a veces un niño, que mata por encargo. ¿Y los hombres? Los hombres por lo general no, aquí los sicarios son niños o muchachitos, de doce, quince, diecisiete años, como Alexis, mi amor. Fernando Vallejo, La Virgen de los Sicarios.
Por Daniel Salinas Basave
Poco a poco el sicariato se transforma en un asunto infantil. La vida moderna exige sangre cada vez más joven e irremediablemente vomita a los adultos. Nuestras vidas son fugaces y la fecha de caducidad nos llega con insoportable prontitud. Las empresas no quieren ver gente mayor de 30 años solicitando empleo. Los adultos y sus crepusculares ambiciones apestan. Los adultos y su cacareada experiencia son fruta engusanada. Los reclutadores buscan muchachitos, casi niños, mentes mocosas saturadas de iPod, videojuego y redes sociales, dispuestos a tragarse el mundo cobrando poco o de ser posible gratis. El mundo exige pieles jóvenes y no tendría por qué ser diferente en esa criatura amorfa llamada crimen organizado, donde víctimas y victimarios son pubertos jugando a las guerritas con Kalashnikov, capos quinceañeros y matones de secundaria que aprendieron a usar un arma automática antes que a masturbarse. ¿Atrévete a matar se llama la telenovela favorita de los niños? El “Diario de la guerra del cerdo” de Bioy Casares se materializa en nuestras calles. Ser tropa de la mafia es la nueva fantasía adolescente. Matando por un sueño, por ganar tan pronto como sea posible el prestigio merecedor del épico narcocorrido, el estatus de leyenda que incremente hasta el infinito el número de amigas en facebook. Vidas fugaces, con la dosis de suculenta adrenalina e imprescindible pendejez que el filo de la navaja exige. Algún romántico hablará de riqueza fácil y rápida pero tampoco es para irse por la finta. En tiempo de crisis todo se devalúa y ser sicario es un oficio cada vez más malpagado. Cierto, sin duda ganarás un poco más que en un call center y no tendrás que poner tu mejor vocecita de autómata domesticado para agradar a ese cliente majadero que siempre tiene la razón. Tampoco tendrás que pagar tu cuota de esclavitud en el servicio social ni tendrás que acreditar dos años de experiencia para aspirar al mínimo con prestaciones y bono de puntualidad antes de ser liquidado cuando roces la treintena y generes algo de antigüedad. Pero igual, de sicario o tirador de globitos cryistaleros ganarás una miseria y tus patrones no se harán responsables por esos incómodos accidentes de trabajo en los que tu cuerpo yacerá con varios kilos de plomo. Eso sí, te ahorrarás uno que otro trámite de la gente adulta y el IFE no alcanzará a contar con tu foto en el registro. Hacienda no llegará a contarte entre sus limones exprimidos y no empujarás la piedra de Sísifo en la ventanilla de la inmobiliaria o en los intereses de tu deuda bancaria. Ay, el agridulce mito de la muerte joven. Live Fast, Die Young. ¡Pero si sólo tengo 17 años! Aún así, debo decirte que te perderás algunas cosas. Te ahorrarás bastantes achaques: gastritis, lindas historias de próstata y caída de pelo, pero aunque no lo creas, a los 30 años todavía se puede aspirar a algunas dosis cierta cosa parecida a la felicidad. Te lo juro, siendo adulto aún puedes pasarla bien. El problema es que la Muerte anda de parranda en la prepa. Highschool musical a ritmo de narcocorrido. Smells like teen spirit? El espíritu adolescente apesta pólvora y cartucho percutido ¿Lo imaginó Kurt Cobain? Hasta la estética del crimen organizado acabó por transformarse. Ese bigotón de panza prominente, hebilla gigantesca, bota de cocodrilo y kilos de oro en esclavas y colguijes de Malverde es ya el colmo de lo anacrónico. Dicen que nunca debes guiarte por estereotipos, pero ver en todas las fotos policíacas la misma facha va más allá de la una odiosa casualidad. A ver si les suena esta imagen: pelito corto casi a rape, arete de perla robado del joyero de la abuela, camiseta Aeropostale o American Eagle, expresión de wanabe reaggetonero, tenis Puma y Nextel riguroso. Dress to Kill. Los reporteros se encargarán de que el cuerno de chivo salga bien destacado en el periódico, aunque eso sí, con tu cara borrosa por aquello de que eres menor de edad. Y a propósito ¿Cuál foto te gusta más para el perfil de facebook? ¿En la que sale tu cuerpo ensangrentado y lleno de hoyos? ¿O en la que sales presentado por el Ejército como el pez gordo del día? Live for today, tomorrrow never comes, canta una banda viejísima, casi prehistórica de tiempos de tus abuelos que se llama Black Sabbath y que sin duda no has escuchado ni escucharás. Por lo pronto, se feliz con reaggeton y tus loas a los capos de la mafia. Con algo de suerte y cuidado podrás aspirar a ser un veterano criminal de 24 años. Mientras tanto podrás escuchar el perorar del mundo adulto a tú alrededor, el de la gente mayor marginada a ser espectadores de una vida que los hace santiguarse compulsivamente. Los mayores perorarán valores, siempre los valores, ese recetario infalible para la juventud. Y saldrá el obispo y las buenas conciencias y los indignados y la vestidura perpetuamente rasgada. ¡Señor Procurador! Y saldré yo a decirte con mi insoportable rostro de más de treinta: En “mis ochentenos tiempos”, (uyyyyy, lejanos y jurásicos) la prepa significaba un desafío permanente en donde había que mostrar huevos y hombría, pero dentro de tu lista de riesgos, el peor de todos era que te partieran la boca o te dejaran un ojo de berenjena. La adrenalina y las ganas de impresionar a las chicas siempre han sido adictivas. Por fortuna los puños rara vez matan o al menos no tan seguido como los cuernos de chivo. En fin, estas peroratas escupe uno cuando lee historias de balaceras entre preparatorianos. Una rosca de plomo para el 6 de enero. Acaso los niños de hoy escriban: Queridos Reyes Magos, me he portado de maravilla y mis ventas de crystal van viento en popa ¿Podrían traerme un Kalashnikov?