Eres improbable; absoluta e insoportablemente improbable. Cierto, la historia de lo que pudo haber sido empieza con los millones de espermatozoides desperdiciados, con todos esos renacuajos que perdieron la carrera y las infinitas ecuaciones genéticas no consumadas. En ese sentido, el universo de los seres interrumpidos es un Aleph superpoblado y sí, podemos empezar a ponernos metafísicos y afirmar que cada ser vivo es una ínfima posibilidad en un millón. La expresión más acabada de la aleatoriedad, dirás tú; un milagro de Dios, dirían los monoteístas. El caso es que somos el colmo de lo aleatorio e improbable.
Habría bastado un mínimo movimiento para que no existieras. Hoy no serías y tus padres habrían seguido con sus vidas. El suyo habría sido sólo un noviazgo de prepa y al final se hubieran separado, como al final se separaron y tendrían uno del otro tan solo un recuerdo de cariñosa nostalgia. Habrían llegado a la vida adulta, se habrían casado con sus respectivas parejas y tú habitarías en el libro de la historia de lo que pudo haber sido. Pero tu naturaleza de salmón acabó por imponerse. La historia de lo que pudo haber sido no fue. Debe haber sido en septiembre, muy cerca del día en que Salvador Allende se inmoló en el Palacio de la Moneda, cuando tu madre empezó a notar que algo raro pasaba con su cuerpo. Para cuando Jesús Piedra Ibarra y su comando de la Liga 23 de Septiembre acabaron con la vida de Eugenio Garza Sada, sin duda tu madre ya se había hecho a la idea de que vendrías. Cuando los Ramones y Rush grabaron sus respectivos primeros discos, tú estabas naciendo o estabas por nacer y tenías algo así como tres semanas de nacido cuando los Tigres ascendieron a Primera División batiendo a la UdeG. Cumpliste dos meses cuando la Naranja Mecánica de Cruyff inmoló el mejor futbol del mundo en el altar de la efectividad germana en el olímpico de Munich y sí, la historia de lo que pudo y debió haber sido dice que Holanda tenía que ser campeón y tú no deberías estar existiendo ni tus padres debían estar cambiando pañales, sino continuando con sus estudios y sus juventudes sin mayores preocupaciones. Pero exististe y deja tú eso: lo peor es que todavía existes y tu existencia es una vela en el huracán, un árbol que se aferra a la estabilidad en medio de las tempestades de un mundo que se cae a pedazos, un laberinto de aleatoriedad e improbabilidad. Tu vida es un oscilar entre la idea de la más absurda aleatoriedad y la inmutabilidad de un destino de tragedia griega. Las jugarretas de un azar caprichoso o el designio de una deidad cruel. Un entramado de anárquicas casualidades o el cumplimiento preciso de una profecía. Tu concepción no fue ordinaria ni aburrida y si existes, fue por el cumplimiento preciso de mil casualidades. Tu muerte, sospecho, tampoco será ordinaria y paso a paso, irás cumpliendo cada uno de los aleatorios pasos que te llevarán hacia ese siempre absurdo último momento. Pero esa improbable historia de lo que todavía no ha sido, es harina de otro costal.
Habría bastado un mínimo movimiento para que no existieras. Hoy no serías y tus padres habrían seguido con sus vidas. El suyo habría sido sólo un noviazgo de prepa y al final se hubieran separado, como al final se separaron y tendrían uno del otro tan solo un recuerdo de cariñosa nostalgia. Habrían llegado a la vida adulta, se habrían casado con sus respectivas parejas y tú habitarías en el libro de la historia de lo que pudo haber sido. Pero tu naturaleza de salmón acabó por imponerse. La historia de lo que pudo haber sido no fue. Debe haber sido en septiembre, muy cerca del día en que Salvador Allende se inmoló en el Palacio de la Moneda, cuando tu madre empezó a notar que algo raro pasaba con su cuerpo. Para cuando Jesús Piedra Ibarra y su comando de la Liga 23 de Septiembre acabaron con la vida de Eugenio Garza Sada, sin duda tu madre ya se había hecho a la idea de que vendrías. Cuando los Ramones y Rush grabaron sus respectivos primeros discos, tú estabas naciendo o estabas por nacer y tenías algo así como tres semanas de nacido cuando los Tigres ascendieron a Primera División batiendo a la UdeG. Cumpliste dos meses cuando la Naranja Mecánica de Cruyff inmoló el mejor futbol del mundo en el altar de la efectividad germana en el olímpico de Munich y sí, la historia de lo que pudo y debió haber sido dice que Holanda tenía que ser campeón y tú no deberías estar existiendo ni tus padres debían estar cambiando pañales, sino continuando con sus estudios y sus juventudes sin mayores preocupaciones. Pero exististe y deja tú eso: lo peor es que todavía existes y tu existencia es una vela en el huracán, un árbol que se aferra a la estabilidad en medio de las tempestades de un mundo que se cae a pedazos, un laberinto de aleatoriedad e improbabilidad. Tu vida es un oscilar entre la idea de la más absurda aleatoriedad y la inmutabilidad de un destino de tragedia griega. Las jugarretas de un azar caprichoso o el designio de una deidad cruel. Un entramado de anárquicas casualidades o el cumplimiento preciso de una profecía. Tu concepción no fue ordinaria ni aburrida y si existes, fue por el cumplimiento preciso de mil casualidades. Tu muerte, sospecho, tampoco será ordinaria y paso a paso, irás cumpliendo cada uno de los aleatorios pasos que te llevarán hacia ese siempre absurdo último momento. Pero esa improbable historia de lo que todavía no ha sido, es harina de otro costal.