Un 18 de agosto de 1978 conocí el Mar. A la fecha sigue siendo uno de los recuerdos más antiguos en mi disco duro y tal vez la imagen más profundamente impactante de mi infancia. La Isla del Padre, desde el puente que la une con Puerto Isabel, fue mi primera imagen del Océano. Hoy contemplo el Pacífico cada mañana de mi vida y no dejo de admirarlo, de pensar en sus infinitos misterios. El Mar me recuerda que la vida merece la pena ser vivida.
Espíritu combativo
Hollywood me devolvió el coraje y despertó ese espíritu combativo que requiero para poder seguir respirando con algo de dignidad.
¿Qué me dejaron tres días en Hollywood? Mirar como el absurdo se viste de gala y el ridículo se embriaga en sus jugos narcisos. La incurable pendejez del mundo y una cultura desnudándose con total desparpajo.
Gracias Hollywood, me devolviste ese vivificante asco por cierta humanidad, esas infinitas e incontrolables ganas de mear sobre la cara de un político.
Gracias colinas de mierda y sueños rotos. De vez en cuando necesito sentir furia para estar vivo.
California Über Alles
I, m Govenor Arnold podría decir una versión moderna de los Dead Kennedys, 24 años después de Jerry Brown, aunque ni en su peor pesadilla imaginó Biafra algo tan siniestramente grotesco y ridículo como el Governator.
California se estafa a sí misma.
California se embriaga en su propia mierda (eso sí, mierda descafeinada, deslactosada, pasteurizada, bajísima en calorías)
California flota en los enviciantes humos del cigarro que prohíbe fumar (250 dolaritos y un buen disgusto me hubiera costado prender un tabaco en mi habitación de hotel)
California se mira en el espejo de sus sueños y se descubre apeteciblemente anoréxica y fisurada.
El rostro de la infinita pendejez se parece al del éxtasis místico, al del estado de gracia de algunos santos
Con sus tetas operadas, California baila un table sobre su déficit histórico y camina petulante por la percudida alfombra roja que sale de las mansiones rematadas por la crisis inmobiliaria.
Espíritu combativo
Hollywood me devolvió el coraje y despertó ese espíritu combativo que requiero para poder seguir respirando con algo de dignidad.
¿Qué me dejaron tres días en Hollywood? Mirar como el absurdo se viste de gala y el ridículo se embriaga en sus jugos narcisos. La incurable pendejez del mundo y una cultura desnudándose con total desparpajo.
Gracias Hollywood, me devolviste ese vivificante asco por cierta humanidad, esas infinitas e incontrolables ganas de mear sobre la cara de un político.
Gracias colinas de mierda y sueños rotos. De vez en cuando necesito sentir furia para estar vivo.
California Über Alles
I, m Govenor Arnold podría decir una versión moderna de los Dead Kennedys, 24 años después de Jerry Brown, aunque ni en su peor pesadilla imaginó Biafra algo tan siniestramente grotesco y ridículo como el Governator.
California se estafa a sí misma.
California se embriaga en su propia mierda (eso sí, mierda descafeinada, deslactosada, pasteurizada, bajísima en calorías)
California flota en los enviciantes humos del cigarro que prohíbe fumar (250 dolaritos y un buen disgusto me hubiera costado prender un tabaco en mi habitación de hotel)
California se mira en el espejo de sus sueños y se descubre apeteciblemente anoréxica y fisurada.
El rostro de la infinita pendejez se parece al del éxtasis místico, al del estado de gracia de algunos santos
Con sus tetas operadas, California baila un table sobre su déficit histórico y camina petulante por la percudida alfombra roja que sale de las mansiones rematadas por la crisis inmobiliaria.