Eterno Retorno

Monday, August 11, 2008

Aponte Polito

La salida del general Sergio Aponte Polito representó el triunfo de la hipocresía sobre la brutal honestidad, la victoria del bla, bla, bla sobre la acción concreta y efectiva. El añejo abismo que separa a civiles de militares, que los ha hecho hablar idiomas distintos e inspirarse una mutua e insuperable desconfianza surgió de manera inevitable en Baja California. Osuna Millán quiso apostar por la milicia, pero no asumió las consecuencias. Sólo quiso tomarse la foto con los soldados, pero cuando vio que las cosas estaban cambiando se asustó. Hablar de frente y llamar a las cosas por su nombre siempre espanta a los mediocres. Cuando Aponte Polito alzaba la voz en las reuniones privadas y les echaba en cara los nombres de los policías y ministerios públicos corruptos, el gabinete se asustaba. Osuna Millán prefirió la seda de lo políticamente correcto a la rudeza de los resultados, apostó por continuar los elegantes discursos de la burocracia ministerial empeñada en no llamar a las cosas por su nombre, en no entrarle jamás al toro por los cuernos, en dejar pasar, nadar de muertito y seguir con el eterno “estamos trabajando, mantenemos una estrecha coordinación, no habrá impunidad”. Si hay un discurso que suena asquerosamente reciclado y patético es el de los funcionarios bajacalifornianos cuando hablan de inseguridad. Imagino el dolor de las familias que han perdido a un ser querido víctima del secuestro, el coraje y la impotencia al toparse con un discurso soso, ridículo, en el que no creen ni ellos mismos.

Baja California debió militarizarse absolutamente. Condiciones extremas demandan soluciones extremas. Las medias tintas no sirven en estos casos y la autoridad civil está absolutamente rebasada. Ha mostrado una y otra vez su impotencia. ¿Por qué habríamos de confiar en ellos? Soldaditos para la foto, para decir que trabajamos coordinados y darle aspirinas a la gente. Ni madre. Necesitamos soldados para la guerra, sin cuartel y sin piedad. ¿Se tocaron el corazón los sicarios que asesinaron niños la noche del 17 de enero? ¿Pensaron en los derechos humanos las ratas que rafaguearon desde la Cúpula sin importarles la cercanía de un kínder?
La Procuraduría de Justicia con su ridículo discurso reciclado, tan políticamente correcto, sin levantar jamás la voz, sin llamarle a las cosas por su nombre, absolutamente infiltrada, pudriéndose entre gusanos ministeriales mientras Rommel Moreño, tan civilón él, receta sus teorías de derecho romano. ¿Qué le vas a responder a las familias de los secuestrados Rommel? ¿Los consolarán tus teorías de Kelsen y Planiol? Daniel de la Rosa, incapaz de hablar sin leer, sin jamás mirar a la cara, exultando patetismo y mediocridad en cada una de sus palabras. Ese burócrata inseguro es nuestro secretario de Seguridad Pública.
Miren a sus colaboradores, mírense a un espejo y asuman que son el rostro de la herrumbre bajacaliforniana.

A mí me vale un carajo ser políticamente incorrecto y que me señalen por radical.
Los estorbosos defensores de los derechos humanos y la peste izquierdista suele sentir una fobia animal hacia los uniformes militares. A mí cada vez me agradan más. De hecho debo confesar que cada vez deseo más un gobierno militar en México. ¿Para qué queremos democracia? Es carísima, ineficiente y en nombre de la tolerancia y la equidad le da espacio de decenas de miles de zánganos parasitarios que viven de la ubre presupuestal. Yo, prefiero a los militares.


Común y los sinquehaceres del msg

Alguna vez sin duda habré hablado en este espacio de la revista Común, fundada por mi buen amigo Jopyrrako Montero en Monterrey, publicación en donde desde hace muchísimos años escribo una columna llamada Lucrecia mi reflexión (sí, el título es en homenaje a una rolita de los Sisters of Mercy)
Mal que bien, con todo y sus cambios, Común es la criatura evolucionada de un embrión del que me tocó ser fundador y que vimos nacer en enero de 1997 en la imprenta de El Financiero y que se llamó Bitácora, posteriormente Visum y ya después, con otro concepto (y conmigo a muchos kilómetros de distancia) Común.

A gritos y sombrerazos y con las consiguientes crisis económicas, el Jopy ha podido mantener a flote el barco a través de los años, lo que es un mérito tratándose de una revista independiente. Confieso que jamás me he involucrado en lo operativo ni mucho menos en lo económico y jamás he ganado (ni he pretendido ganar) un centavo partido por la mitad. Yo me limito a escribir la columna que es tan poco seria como este blog. Es un desahogo, un lado B y no pretende ser periodísticamente objetiva ni políticamente correcta. Sin embargo, la escritura de esa columna me ha acarreado una respuesta que por momentos llega a ser molesta: Varias decenas de mocosos, todos ellos regios, se han dado de alta en mi msg. El Común llega a un público mayoritariamente joven. En los últimos meses, unos quince o veinte regios se han metido a mi msg. No entiendo exactamente qué carajos quieren y qué interés pueden tener en hablar conmigo.

Yo no le cierro la puerta a nadie. Todo aquel que se quiere dar de alta en el msg le doy el sí. No soy ni mucho menos un fanático del msg. Suelo tenerlo abierto pues me es de lo más útil como herramienta de trabajo además de ser un vínculo de contacto con gente a la que quiero mucho. Por el msg puedo hablar a diario con mi mamá en Monterrey, con mis hermanos en Monterrey y Francia, con viejos amigos del DF y al menos una decena de personas que he conocido por ese medio y que se han revelado como interesantes conversadores. Tal vez sea el abismo generacional o el hecho de que ya no soy capaz de interactuar con los jóvenes, pero me cuesta tolerar a los adolescentes en el msg. Qué haces cuando alguien te sale con un “¿ke onda?”Olvidé rápido el concepto del happening teenager. Hablar pendejadas durante horas para no llegar jamás a nada concreto. Cuando fui adolescente no había msg, pero supongo que las conservaciones entre teenagers por este medio son tan o más imbéciles e insulsas como lo eran las llamadas telefónicas entre dos amigos de prepa. A un teenager le he acabé mentando la madre y bloqueándolo a la chingada. A otros simplemente los ignoro y no les contesto. Me dedico al periodismo lo que significa que soy capaz de entablar conversaciones con cualquiera. Toda persona, un taquero, un taxista, un bolero, un guardia, es susceptible de ser una valiosa fuente de información. Pero me doy cuenta que los jóvenes jamás dicen nada. Se aburren mortalmente y tratan de matar su aburrimiento por este medio, con su ke, sus signitos y su infinita estupidez.
¿Juventud divino tesoro? Juventud divino aburrimiento. Había olvidado la impresionante capacidad de un preparatoriano para perder el tiempo.