Eterno Retorno

Tuesday, August 19, 2008

Detectives salvajes

Raramente leo un libro por recomendación. Digamos que de cinco libros que leo, cuatro son por mi solitaria intuición de sabueso y uno como consecuencia de alguna reseña interesante o el comentario favorable de alguien en cuyo gusto confío.

No me gusta sentirme forzado a leer a un libro. A veces cuando me prestan libros o me los mandan como regalo de instituciones culturales los mantengo demasiado tiempo en la congeladora antes de meterles diente, pues de otra forma me siento forzado o apresurado a leerlos y eso no puedo soportarlo. Los libros que leo los elijo yo o acaso ellos me elijan a mí pero en cualquier caso es casi siempre cosa de dos. El celestinaje literario no va conmigo. Es como las mujeres. Jamás tuve una pareja que me fuera presentada o acomodada por influencia de un tercero o en una cita a ciegas o alguna pendejada de esas. Aún así, debo reconocer que me he llevado gratas sorpresas cuando me han regalado libros que yo jamás hubiera comprado por mi iniciativa y al final resultaron fascinantes.


Siempre he considerado (y a la fecha considero) al chileno Roberto Bolaño como el máximo ejemplo de un escritor sobrevalorado. Dueño de una secta de adoradores que lo han elevado a un injustificado estatus de culto, Bolaño es para mí un escritor del montón. Ni siquiera me parece demasiado malo o estridente como para reconocerlo por ello. Me parece simple y llanamente del montón, de segunda división. Si tuviera que hacer una lista de los cien autores que más me han influido, sin duda no aparecería en ella. Leí Putas asesinas y Llamadas telefónicas y creo que los he olvidado por completo. Libros que pasaron sin dejar huella, sin darme esa sacudida, esa inyección de magia que inconscientemente busco en toda obra literaria.

Contra todos los pronósticos he comprado Los detectives salvajes, la obra cumbre del chileno Bolaño. Decidí vencer mis resistencias y prejuicios. Me dije: si este tipo tiene entre sus devotos a personas cultas que en lo personal considero inteligentes y de buen gusto, por algo será. Tal vez oculte algún tesoro en las profundidades al que no he podido acceder. El libro no me costó barato. Pagué 320 pesos por él en la librería del Cecut y pese a que considero a Anagrama, en la forma y en el fondo, una buena editorial, una semana después algunas hojas se están desprendiendo de mi ejemplar.


Las frases de la siempre mentirosa contraportada son excesivas y podrían pecar de irresponsables. “La novela que Borges hubiera deseado escribir”. Yo me lo pensaría mil veces para hacer una afirmación así. Tal vez jamás en mi vida me permitiría hacer semejante afirmación sobre un libro y mucho menos sobre uno de segunda división. Mi buen Jorge Luis, por favor descansa en paz aunque las patadas en tu tumba están más que justificadas ante semejante blasfemia. Una nueva Rayuela. Mmmm, y dale con los sacrilegios. Elogios demasiado grandes que le hacen mucho daño a los detectives.

Empecé la lectura de Los detectives salvajes al arrancar el viaje a Hollywood, justo cuando hacíamos una línea de tres horas el miércoles por la mañana. Continué su lectura en un embotellamiento de hora y media que nos agarró a la altura de Carlsbad a consecuencia de un choque. Proseguí la lectura en el hotel de Universal City y continúo ahora mismo en diversos escenarios tijuanenses. Lo que he leído (unas 160 páginas) me ha gustado, me ha entretenido demasiado, pero no me ha dado argumentos como para sacar a Bolaño de la segunda división. La historia que he leído la hubiera perfectamente escrito José Agustín aunque con su típico lenguaje juguetón. La historia de García Madero es perfectamente joséagustiniana y mira que José Agustín me gustó mucho en alguna etapa de mi vida y lo considero un ágil narrador, pero no como para pensar en él como creador de la novela que Borges jamás escribió.

En fin, me faltan unas 450 páginas para acabar con los detectives y aún le sigo dando el beneficio de la duda a Bolaño. Me divierte, me entretiene, pero me queda claro que no es la novela que cambiará mi vida. Posiblemente para cuando acabe el libro estará deshojado y mi opinión sobre Bolaño no habrá cambiado mucho, pero no deseo ser prejuicioso.

Cierto, yo soy un tipo de gustos a veces en extremo tradicionalistas. La gente no entiende mi resistencia a Bolaño y mi idolatría en torno a obras como Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sabato. Tiendo más a lo clásico que a la vanguardia. De la misma forma que en música soy más feliz con un Heavy ortodoxo con sus solos guitarreros a la antigüita en lugar de las marcianadas aburridas y mariconas del coachella, en literatura suelo preferir lo que los teorreicos vanguardistas consideran caduco.

¿Saben cuál ha sido el autor que más he disfrutado leyendo en el 2008? No, no esperen una mariguanada vanguardista de revista La Tempestad o un nombre exótico o impronunciable. Este 2008 he redescubierto a un escritor que se llama Mario Vargas Llosa al que leí asiduamente en mi adolescencia. Ahora mismo leo Pez en el agua y recién leí La Tía Julia y el escribidor y las Travesuras de la Niña mala y confieso que simplemente fui feliz.