Eterno Retorno

Monday, May 05, 2008

Si algo me ha quedado claro del Centro de México es que por esos terruños Dios, o sus humanos embajadores, sí tienen el don de la omnipresencia. Dios está en cada esquina. Las campanadas retumban y marcan el ritmo de la existencia. La campana marca la cartografía del día. Con la Iglesia topas al final de cada callejón. Guadalajara, Morelia, iglesias, árboles, árboles, iglesias. Dios en la Tierra y en las mentadas de un gobernador mojigato.


Aterrizo este día en Tijuana tras un oasis vacacional de ocho días por Jalisco y Michoacán. Unas vacaciones breves, poco planeadas, un tanto diferentes al resto. Salvo un viaje relámpago por Guanajuato en febrero de 1999, esta es la primera vez que Carolina y yo elegimos un destino mexicano para viajar y la verdad no nos arrepentimos.
En nueve años de matrimonio hemos rolado bastante en terruños extranjeros, pero nunca nos habíamos dado el tiempo de pasear por nuestro país. Tras esta experiencia tapatía puedo concluir que ha sido una excelente elección que repetiremos más a menudo.

En mi adolescencia y juventud peiné México a conciencia en viajes mochileros de bajísimo presupuesto. Desde las selvas de Chiapas hasta la Sierra de Chihuahua, desde la Mesa del Nayar hasta las playas oaxaqueñas. Pero a partir de 1996 empecé a desarrollar una viciosa obsesión por salir del País y cuando juntábamos unos ahorros, la consigna era y ha sido siempre ir tan lejos como sea posible. No digo que abandonaré ese vicio. Sueño con conocer Turquía y anhelo volver a Argentina y a República Checa muchísimas veces, pero la realidad es que no necesitas ir demasiado lejos para encontrar esas dosis de magia que todo viajero busca y a nuestro país le sobran rincones mágicos.

Créalo usted o no, yo jamás había visitado Guadalajara. La segunda ciudad más grande e importante de mi país seguía siendo un misterio para mí. Una parte importante de mi árbol genealógico procede de Guadalajara. Toda la rama Basave Fernández del Valle es tapatía. En Guadalajara nació mi abuelo y mis bisabuelos. De hecho, lo que no tengo son antepasados regios más allá de segunda generación. Mi familia es regia por adopción pero tapatía de origen. Crecí escuchando historias del lago de Chapala, pero hasta la fecha no se me había hecho conocerlo. Fui a buscar una parte de mí y creo que la encontré.

Un dominguito de aquellos en Ajijic. Deliciosa comida en un restaurante argentino a mitad de precio de lo que pagas aquí por una parrilla en la Fonda Argentina de Tijuana. Unos tequilas en un restaurante ubicado sobre el lago, un paseo por la plaza de Chapala y por las playas de la laguna (sí, la laguna tiene playa y te puedes bañar en ella) unas nieves típicas de mamey y un atardecer con la dosis de magia requerida.

Lunes de paseo por Tequila. Pese al auge turístico de los recorridos, el casco viejo del pueblo conserva una esencia tradicional no artificial. Un recorrido por la hacienda de la Cofradía, una degustación variada de los más diversos elíxires de esa planta mágica llamada Agave. Unos caballitos en la plaza para rematar antes de tomar el último camión a Guadalajara a las 20: 00.

Martes a medio día emprendemos camino a Morelia. Sin reservación de por medio llegamos a la ciudad a buscar hotel. Nos costó mucho encontrar el punto medio. Si te hospedas frente a la catedral no pagarás menos de mil 500 o 2 mil pesos. Si te hospedas hacia la vieja central de autobuses, entonces tu destino será un vil hotel de putas de 200 pesos. Costó mucho trabajo encontrar el punto medio, pero lo encontramos. Mucho mejor el hotel tapatío y en general los servicios en Guadalajara que en Morelia. Eso sí, la antigua Valladolid tiene magia. Hay una iglesia en cada esquina, todas rebosantes de majestuosa antigüedad. La iglesia más modesta de Morelia sería la máxima joya de nuestra Tijuana, tan huérfana de belleza.

Al medio día del miércoles, entramos a la Catedral y nos encontramos al coro ensayando. Cellos, violines, tenores, sopranos. Puro Mozart. Nada como la acústica de una catedral. Sin duda es el mejor lugar para escuchar música. Escuchamos todo el ensayo en medio de un hechizo. Después empezó a sonar el órgano gigante. Orgasmo sónico. Un concierto de lujo totalmente gratis. Creo que en 119 años de historia tijuanense jamás una iglesia de nuestra ciudad ha tenido un concierto así y tal vez pasarán otros cien años sin tenerlo. Vimos el Chelsea vs Liverpool en un bar antiquísimo frente a la plaza (lástima reds, aún así nunca caminamos solos) y fuimos a la casa natal de Morelos para rematar el atardecer frente a la Iglesia de San José.

El jueves nos internamos en el reino purépecha. Navegar el lago de Pátzcuaro rumbo a Janitzio, recorrer la isla hasta el gran Morelos previa parada en el cementerio, volver al lago, comer una nieve frente a Vasco de Quiroga, recorrer la rivera, la zona arqueológica de tzin tzun tzan, el ambiente de feria eterna En Quiroga y retornar a Morelia.

Viernes de vuelta a Guadalajara. Primera expedición a las librerías y cena en una Ostería Italiana en la zona de Avenida Vallarta. Pro mucho, el mejor restaurante del viaje junto con el de Ajijic.

Sábado por la mañana exposición canina. Pomeranos, xoloitzcuintles, sanbernardos. Aristocracia perruna en pleno. Imposible no extrañar a Morris. Por la noche pasión rojinegra en el estadio Jalisco. Atlas vs Cruz Azul. Siempre he dicho que después de Tigres, mi segundo equipo es Atlas. Mis antepasados Fernández del Valle formaron parte de los fundadores del club rojinegro y es un club por el que siento un cariño especial. Con mi camisa rojinegra bien puesta nos colocamos cerca de la Barra 51. Buen juego. Triunfo atlista 2-0.

Domingo, el gran chasco del viaje: El concierto de Helloween y Gamma Ray en Zapopan para el que ya tenía mi boleto se canceló. Las calabazas germanas son de las bandas que más he deseado ver en mi vida. Siempre he sido un fiel seguido de Helloween y el hecho de verlos con su fundador Kai Hansen y el rayo gamma abriendo lo hubiera hecho el concierto del año junto con el de Maiden. Una cancelación que me duele en alma. Vienen a Hollywood hasta octubre y espero ahí sí no me queden mal. Para mitigar el coraje y la decepción, lo único que procedía era ir a partirle la madre a la tarjeta de crédito en la librería Gandhi. Como era de esperarse, salí cargado. Nueva comida en la Ostería italiana un rizotto de calamar, una pasta con conejo (eso es canibalismo) y un Malbec Alamo de Catena Zapata mitigó mis penas. Atardecer en una cantinita universitaria por el rumbo del Expiatorio con chelitas a diez pesos antes de llegar al hotel a hacer maletas para retornar este día a nuestra Tijuana.

Son pocos días para hacer una afirmación así, pero Guadalajara es de esas ciudades en donde sí viviría con gusto. En Morelia en cambio no viviría. Tiene una arquitectura hermosa, pero no me parece una ciudad cómoda para habitar. Un tráfico insoportable en el centro histórico y una calidad de servicios que deja mucho que desear.
Guadalajara en cambio te contagia. En Tijuana no hemos aprendido lo mucho que los parques cambian el rostro de una ciudad. Los árboles son el mejor cosmético urbano y en Guadalajara lo saben. Guadalajara está atiborrada de parques y eso la hace lucir inmensamente viva. Es de esas ciudades donde casi de inmediato me sentí a gusto. Eso sí, los rumores son ciertos, Guadalajara está llena de putos. Nunca había visto tantos maricones en una ciudad mexicana. Tal vez sólo en San Francisco y en Amsterdam había visto más.

En fin, se nos acabaron las vacaciones. Tijuana nos recibe con un día frío y nublado. Cuando miras a Tj en el espejo de otras ciudades mexicanas te cuestionas demasiadas cosas y a veces te preguntas por qué mierdas vives aquí, aunque al final, el agua de la presa es más fuerte y la tijuanoadicción se impone.


Horas extras

Me ocurre a menudo por no decir a diario. La gente me debate y me cuestiona por mis notas periodísticas como si en ellas fueran reflejadas mis más profundas e íntimas convicciones personales. Ahora son muchos los que me echan en cara ser el promotor de la eliminación de las horas extras en los bares y cantinas y me debaten como si yo en lo personal fuera un convencido defensor del cierre tempranero de los antros y el abanderado de una cruzada moralista para hacer que la gente se vaya a dormir a sus casas con la familia Telerín. Caray, yo lo único que hice fue poner un tema polémico en la mesa de discusión para exponer la doble moral panista.

Si quieren que hable con brutal honestidad, les diré que como ciudadano de Tijuana me tiene sin cuidado a la hora en que cierren las cantinas, aunque la realidad es que tenemos tan poco que ofrecer al visitante, que nuestra crapularia vida nocturna es el único patrimonio que nos queda, si bien los antros que cierran más tarde no son los ocupados por clientela foránea sino local (de hecho los turistas dejaron de venir hace mucho)

Varias veces en mi vida he salido de los bares con la luz del día y aunque cada vez soy más dado a dormirme temprano y considero que el mejor lugar para beber siempre será una casa, de vez en cuando (aunque cada vez menos) acudo a las cantinas de nuestra ciudad. Si eliminan las horas extras (aunque les apuesto triple contra sencillo a que no las van a eliminar) no me afectaría en nada, de la misma forma que no me afecta que los antros estén abiertos hasta el amanecer. Cierto, si quieren que sea honesto les diré que me parece el colmo de lo patético malgastar todos los fines de semana de tu vida confinado en un hoyo deprimente como el Turístico bebiendo caguamas calientes mientras ves las mismas caras de siempre, pero cada quien es libre de malgastar su aburrida existencia como mejor le plazca y comprendo que para mucha gente el sentido de la vida pueda estar en una cantina pestilente.

Si quieren saber lo que realmente pienso de este asunto, les diré que con o sin horas extras la ciudad seguirá siendo extremadamente violenta. Nada, absolutamente nada va a cambiar por que una cantina cierre a la media noche o a las seis de la mañana. Igual seguirán los secuestros, los levantones, los ejecutados y las balaceras en la vía pública. Las horas extras nada tienen que ver con ello y eso lo tengo muy claro.

Entonces viene la pregunta obvia que todos me hacen: Si piensas así ¿Por qué carajos empezaste a azuzar a las “buenas conciencias” de siempre para que se pronuncien contra las horas extras? ¿Qué ganas con revivir la polémica si tú mismo no estás convencido de su eliminación?
Yo no soy de los que tiran la piedra y esconden la mano. En efecto, yo tiré la piedra, yo fui quien propuso poner el tema de las horas extras en la mesa de debates. Si, lo asumo, yo fui quién empezó a levantar polvo. ¿Por qué lo hago? Porque se que bien ahí está el gran negocio de los panistas y los quiero incomodar y exponer como los hipócritas que son. Las horas extras son la caja chica (o más bien la caja grande) de los azules. Si hay una pata de la que cojean los gobiernos de la línea gonzálezreyista-ramista es lo relativo a los giros negros. Son congaleros los azules, saben que ahí está la feria. ¿Por qué creen que nunca tocan el tema? ¿Por qué se mantienen tan calladitos en todo lo relativo a antros y cantinas? Pues por qué ahí está la dolariza, porque de ahí sale el dinero para sus campañas, porque ahí están sus compromisos políticos inviolables. ¿Qué quiero lograr con eso? Exponer su hipocresía, su doble moral, su falsedad absoluta. Nada más. Demostrar como aunque sus esposas estén en contra de las horas extras y aunque ellos mismos mantengan un discurso hipócrita de promover una Tijuana con valores, los panistas consentirán a los congaleros contra viento y marea. Por lo demás, amigos míos amantes de la vida nocturna, no se preocupen ni se angustien. Sus cantinas seguirán abiertas hasta que canten los gallos. Las horas extras no serán eliminadas y yo se los garantizo. Hay demasiados millones de pesos en juego y muchos compromisos políticos como para que los panistas cedan a la presión. Los tragos que ustedes consumen cuando la luz del Sol ya se cuela por las ventanas del bar, pagarán las campañas de los candidatos azules.