Conforme crezco adopto costumbres campesinas o si lo quieren, vuelvo a ser el que era de niño. Un ser totalmente diurno. Pese a cierta vocación oscura en algunos tópicos de la existencia, debo admitir que me gusta mucho más el día que la noche. Mi hora más energética y creativa es la mañana y por las noches suelo funcionar con piloto automático.
Durante mucho tiempo me acosté temprano me dijo Proust. De niño solía dormirme temprano y despertar al amanecer. Luego llegó la adolescencia y su inherente desorden con sus respectivas noches crapularias. Los noventas fue la historia de miles de madrugadas ofrendadas en altares de sacrificios a Dionisio. Sin embargo, ahora que soy todo un adulto, caigo en la cuenta de lo mucho que disfruto levantándome temprano y acostándome antes de la media noche. Los primeros días de abril tenemos los amaneceres más tempraneros del año, mismos que a partir del domingo cambiaremos por anocheceres tardíos. A las 5:15 a.m ya tenemos rayos de Sol en la ventana y yo, cual gallo de pueblo, despierto con el Sol. En las últimas semanas he despertado a las 5:30 o antes. Si me dormí antes de las 11:00, cosa que hago a menudo, el sueño es de lo más reparador y a las 5:30 estoy como nuevo. Desvelarme ya nunca me cae bien. Irse a dormir de madrugada cada vez se paga más caro y al tipo de cambio actual pago una factura cada vez más alta. Aunque quiera, aunque me esfuerce, aunque tenga todo el día a mi disposición para flojear entre las cobijas, me es imposible quedarme en la cama, pero eso sí, el costo de la desvelada se paga al contado.
Dado que no he pagado mis hipotecas para asegurarme un sitio en el paraíso no cuento con un dios a mi disposición, pero aún así, creo firmemente en eso de que al que madruga, Dios (exista o no) lo ayuda. A mí suele echarme una mano y cuando hay buen café de por medio, el amanecer se vuelve hedonismo puro.
La consumación del ritual de moler el café y arrojarlo en la prensa francesa vuelve deseables mis amaneceres. Con la primera taza leo en la computadora los periódicos del día (el nuestro y los de la competencia) y posteriormente checo las agendas públicas. Después a correr por la carretera. La música retumba mejor al amanecer. Nada mejor que una rola con una dosis de agresividad extrema para iniciar el día Para las noches dejo el Doom, el Stoner, o las rolitas que dan pa abajo. Para la mañana puro Metal-Core o Power Metal. Hay bandas 100% diurnas y bandas 100% nocturnas. Por ejemplo, Tiamat y Opeth, como el whiskocho, son para la noche. Blind Guardian, Hammerfall, Accept, como el buen café, son para la mañana. Sonata Arctica, Dragonforce, Rhapsody son para el gimnasio, aunque Pantera y Exodus no caen nada mal para quemar calorías. Hay libros para leer en la calle y libros para leer en casa y rolitas para trabajar en los atardeceres de redacción. Ahora mismo me inspiro con The Blackening de Machine Head. Y ahora mismo ¿en qué carajos estaba? Ah sí, tengo que escribir la columna ¿Alguien tiene un buen chisme político que me sople?
Durante mucho tiempo me acosté temprano me dijo Proust. De niño solía dormirme temprano y despertar al amanecer. Luego llegó la adolescencia y su inherente desorden con sus respectivas noches crapularias. Los noventas fue la historia de miles de madrugadas ofrendadas en altares de sacrificios a Dionisio. Sin embargo, ahora que soy todo un adulto, caigo en la cuenta de lo mucho que disfruto levantándome temprano y acostándome antes de la media noche. Los primeros días de abril tenemos los amaneceres más tempraneros del año, mismos que a partir del domingo cambiaremos por anocheceres tardíos. A las 5:15 a.m ya tenemos rayos de Sol en la ventana y yo, cual gallo de pueblo, despierto con el Sol. En las últimas semanas he despertado a las 5:30 o antes. Si me dormí antes de las 11:00, cosa que hago a menudo, el sueño es de lo más reparador y a las 5:30 estoy como nuevo. Desvelarme ya nunca me cae bien. Irse a dormir de madrugada cada vez se paga más caro y al tipo de cambio actual pago una factura cada vez más alta. Aunque quiera, aunque me esfuerce, aunque tenga todo el día a mi disposición para flojear entre las cobijas, me es imposible quedarme en la cama, pero eso sí, el costo de la desvelada se paga al contado.
Dado que no he pagado mis hipotecas para asegurarme un sitio en el paraíso no cuento con un dios a mi disposición, pero aún así, creo firmemente en eso de que al que madruga, Dios (exista o no) lo ayuda. A mí suele echarme una mano y cuando hay buen café de por medio, el amanecer se vuelve hedonismo puro.
La consumación del ritual de moler el café y arrojarlo en la prensa francesa vuelve deseables mis amaneceres. Con la primera taza leo en la computadora los periódicos del día (el nuestro y los de la competencia) y posteriormente checo las agendas públicas. Después a correr por la carretera. La música retumba mejor al amanecer. Nada mejor que una rola con una dosis de agresividad extrema para iniciar el día Para las noches dejo el Doom, el Stoner, o las rolitas que dan pa abajo. Para la mañana puro Metal-Core o Power Metal. Hay bandas 100% diurnas y bandas 100% nocturnas. Por ejemplo, Tiamat y Opeth, como el whiskocho, son para la noche. Blind Guardian, Hammerfall, Accept, como el buen café, son para la mañana. Sonata Arctica, Dragonforce, Rhapsody son para el gimnasio, aunque Pantera y Exodus no caen nada mal para quemar calorías. Hay libros para leer en la calle y libros para leer en casa y rolitas para trabajar en los atardeceres de redacción. Ahora mismo me inspiro con The Blackening de Machine Head. Y ahora mismo ¿en qué carajos estaba? Ah sí, tengo que escribir la columna ¿Alguien tiene un buen chisme político que me sople?