Las campañas políticas han dado comienzo y yo aún no soy capaz de resignarme a las cascadas de porquería que se derramarán sobre nosotros durante los próximos dos meses. Tras la relajante pretemporada, aún no estoy en forma para volar sobre el pestilente pantano.
Retorné de La Jolla tras una semana abstraído en los precios del petróleo, el régimen mixto de capitalización en Petrobras, los proyectos de gasoductos entre Bolivia y Argentina, el tabú nacionalista de Pemex y otros temas de los que seguramente no volveré a hablar el resto de mi vida. De cualquier manera, no puedo menos que agradecerle a Jeffrey Davidow por la invitación. Algo aprendí, de algo me sirvió y créanme que en algo me cambió el polaco chip. La semanita en el ultralujoso Torey Pines me sirvió para desintoxicarme de las dosis extremas de política bajacaliforniana mientras caminaba en las tardes por el enorme campo de golf al borde del acantilado. También recorrí la reserva ecológica de Torey Pines además de probar suculentos vinitos de Napa Valley. Nunca he sido un adicto a los vinos californianos, pero debo admitir que por esos rumbos se les empiezan a dar unos productos suculentos. Algo tienen esa uvas que nada le piden a sus primas sudacas o francesas.
No soy rencoroso. Pese a que Pachuca nos ha ganado dos finales, estoy contento por su triunfo. Sobre todo porque el triunfo Tuzo representa el triunfo del técnico más serio, humilde e inteligente que ha habido en esta nación de entrenadores vedette. Mi infinito respeto a Don Enrique Meza y a la directiva del Pachuca. Ojalá que allá en Cemex Urdiales, Luri y compañía aprendan un poquito de lo que significa e implica conducir un equipo de futbol. Por lo que al partido respecta fue malito, aunque la mayor tortura fue tener que pasar 90 minutos frente a una transmisión de Tv Azteca. La televisora del Ajusco es menos que mierda. ¿Vi un partido de futbol o un inclemente bombardeo publicitario? Que forma tan centavera y pordiosera de vender cada segundo de la transmisión y olvidarse del deporte.
No me gustó la final de la Champions ni me gustó el Milán. Ni modo Armada Roja. Ustedes no caminan ni caminarán solos. El miedo a no vencer y por ende morir se quedó en el subconsciente itálico y el fascismo quedó instaurado como régimen único en sus campos de futbol. Hay quien dice que la paternidad es de Helenio Herrera. Yo creo que la camisa negra de Mussolini se quedó puesta debajo de la casaca azurra. No importa que sus equipos estén poblados de mercenarios extranjeros. Futbol italiano es sinónimo de catenaccio y catenaccio es sinónimo de fascismo. Prohibida la libertad, prohibida la improvisación, prohibida la genialidad. Hay que estar cerca, a milímetros del adversario, sentir su respiración y su sudor a lo largo de 90 minutos, recordarle que en el régimen fascista quien recibe más patadas son las piernas y no el balón.
Pasos de Gutenberg
Libros, todo lo que hay que leer
Ediciones B Zeta
Por Daniel Salinas Basave
Hay una parte del inconsciente humano adicta al canon perpetuo. Las listas de popularidad, los top 40, los 100 mejores, la gran selección de imprescindibles, el que está y el que no. Los conteos garantizan de entrada curiosidad, polémica, disgustos e inevitables acusaciones de injusticia
La alemana Christiane Zschirnt se ha metido a la biblioteca y ha desempolvado una serie de obras que ella considera absolutamente necesario leer si se quiere comprender al mundo occidental.
Buen intento, loable, esfuerzo, apreciable tarea, pero por desgracia quedó en eso. Perdón, pero apenas estaba viendo el índice de obras y ya estaba enojado con el libro. Lo se, era inevitable, esa es la trampa del canon. Enojarse por el incluido y sobre todo por el excluido. De una forma breve, dedicando una página y media o máximo tres a la reseña de cada obra imprescindible, Christiane nos habla en forma por demás coloquial y sencilla de por qué tal o cuál obra es importante y de qué manera influye actualmente en nuestra cultura. Es una fortuna que renuncie al frío academicismo, pero es evidente que la autora apostó por un lector light.
Interesante de entrada la forma de clasificar las obras. No se basa en épocas, ni en regiones, ni en autores sino en temas. Obras que definen al mundo, amor, sexo, política, economía, modernos y clásicos escolares son algunas de las injustas clasificaciones que emplea. Para sacar de una vez por todas los rencores, llamemos al fiscal del vaso vacío y empecemos con las acusaciones. Primera inconformidad: El único autor que a juicio de Christiane merece un capítulo propio, como si fuera un universo aparte alejado de los simples mortales es Shakespeare. Nada en contra del autor del Mercader de Venecia, pero si le dio un capítulo a Sir William, bien se merecía otro Miguel de Cervantes, otro Goethe y otro Jorge Luis Borges. Segunda y más grave inconformidad: Incluir El Aleph de Borges como un simple clásico escolar. Eso es imperdonable. Faltantes hay muchos empezando por Nietzsche. Parece increíble no incluir ni una obra de este filósofo si se quiere comprender el mundo occidental. También falta Kant, Descartes, Aristóteles, Voltaire y una larga, larguísima lista. Christiane es alemana, pero no le gusta la filosofía al parecer. En cambio, incluye a Harry Potter y al Pato Donald, este último en el renglón de economía, en afán tal vez de conquistar los corazoncitos de los lectores light. Nada en contra de los dibujos animados o los clásicos infantiles, pero creo que se puede explicar el pensamiento occidental prescindiendo de Harry Potter. Otra curiosidad es incluir a Robinson Crusoe como libro de economía. Pero bueno, perdonando estas imperdonables omisiones y pecadillos, la obra de esta alemana es un loable esfuerzo. Permite darle una repasada coloquialita a algunos clásicos que sin duda alguna leímos hace ya algún tiempo e interesarnos en otros que sin duda nos faltan, pues por más que la lista diga que son libros imprescindibles o básicos, sólo un erudito o un fiel ratón de biblioteca ha leído todas las obras enlistadas, empezando por El capital de Marx o la colección completa de En busca del tiempo perdido de Proust o la Comedia humana de Balzac. No están todos los que son ni son todos los que están, pero vale la pena darle una repasada a la obra, al menos para hacer corajes por los faltantes.
Retorné de La Jolla tras una semana abstraído en los precios del petróleo, el régimen mixto de capitalización en Petrobras, los proyectos de gasoductos entre Bolivia y Argentina, el tabú nacionalista de Pemex y otros temas de los que seguramente no volveré a hablar el resto de mi vida. De cualquier manera, no puedo menos que agradecerle a Jeffrey Davidow por la invitación. Algo aprendí, de algo me sirvió y créanme que en algo me cambió el polaco chip. La semanita en el ultralujoso Torey Pines me sirvió para desintoxicarme de las dosis extremas de política bajacaliforniana mientras caminaba en las tardes por el enorme campo de golf al borde del acantilado. También recorrí la reserva ecológica de Torey Pines además de probar suculentos vinitos de Napa Valley. Nunca he sido un adicto a los vinos californianos, pero debo admitir que por esos rumbos se les empiezan a dar unos productos suculentos. Algo tienen esa uvas que nada le piden a sus primas sudacas o francesas.
No soy rencoroso. Pese a que Pachuca nos ha ganado dos finales, estoy contento por su triunfo. Sobre todo porque el triunfo Tuzo representa el triunfo del técnico más serio, humilde e inteligente que ha habido en esta nación de entrenadores vedette. Mi infinito respeto a Don Enrique Meza y a la directiva del Pachuca. Ojalá que allá en Cemex Urdiales, Luri y compañía aprendan un poquito de lo que significa e implica conducir un equipo de futbol. Por lo que al partido respecta fue malito, aunque la mayor tortura fue tener que pasar 90 minutos frente a una transmisión de Tv Azteca. La televisora del Ajusco es menos que mierda. ¿Vi un partido de futbol o un inclemente bombardeo publicitario? Que forma tan centavera y pordiosera de vender cada segundo de la transmisión y olvidarse del deporte.
No me gustó la final de la Champions ni me gustó el Milán. Ni modo Armada Roja. Ustedes no caminan ni caminarán solos. El miedo a no vencer y por ende morir se quedó en el subconsciente itálico y el fascismo quedó instaurado como régimen único en sus campos de futbol. Hay quien dice que la paternidad es de Helenio Herrera. Yo creo que la camisa negra de Mussolini se quedó puesta debajo de la casaca azurra. No importa que sus equipos estén poblados de mercenarios extranjeros. Futbol italiano es sinónimo de catenaccio y catenaccio es sinónimo de fascismo. Prohibida la libertad, prohibida la improvisación, prohibida la genialidad. Hay que estar cerca, a milímetros del adversario, sentir su respiración y su sudor a lo largo de 90 minutos, recordarle que en el régimen fascista quien recibe más patadas son las piernas y no el balón.
Pasos de Gutenberg
Libros, todo lo que hay que leer
Ediciones B Zeta
Por Daniel Salinas Basave
Hay una parte del inconsciente humano adicta al canon perpetuo. Las listas de popularidad, los top 40, los 100 mejores, la gran selección de imprescindibles, el que está y el que no. Los conteos garantizan de entrada curiosidad, polémica, disgustos e inevitables acusaciones de injusticia
La alemana Christiane Zschirnt se ha metido a la biblioteca y ha desempolvado una serie de obras que ella considera absolutamente necesario leer si se quiere comprender al mundo occidental.
Buen intento, loable, esfuerzo, apreciable tarea, pero por desgracia quedó en eso. Perdón, pero apenas estaba viendo el índice de obras y ya estaba enojado con el libro. Lo se, era inevitable, esa es la trampa del canon. Enojarse por el incluido y sobre todo por el excluido. De una forma breve, dedicando una página y media o máximo tres a la reseña de cada obra imprescindible, Christiane nos habla en forma por demás coloquial y sencilla de por qué tal o cuál obra es importante y de qué manera influye actualmente en nuestra cultura. Es una fortuna que renuncie al frío academicismo, pero es evidente que la autora apostó por un lector light.
Interesante de entrada la forma de clasificar las obras. No se basa en épocas, ni en regiones, ni en autores sino en temas. Obras que definen al mundo, amor, sexo, política, economía, modernos y clásicos escolares son algunas de las injustas clasificaciones que emplea. Para sacar de una vez por todas los rencores, llamemos al fiscal del vaso vacío y empecemos con las acusaciones. Primera inconformidad: El único autor que a juicio de Christiane merece un capítulo propio, como si fuera un universo aparte alejado de los simples mortales es Shakespeare. Nada en contra del autor del Mercader de Venecia, pero si le dio un capítulo a Sir William, bien se merecía otro Miguel de Cervantes, otro Goethe y otro Jorge Luis Borges. Segunda y más grave inconformidad: Incluir El Aleph de Borges como un simple clásico escolar. Eso es imperdonable. Faltantes hay muchos empezando por Nietzsche. Parece increíble no incluir ni una obra de este filósofo si se quiere comprender el mundo occidental. También falta Kant, Descartes, Aristóteles, Voltaire y una larga, larguísima lista. Christiane es alemana, pero no le gusta la filosofía al parecer. En cambio, incluye a Harry Potter y al Pato Donald, este último en el renglón de economía, en afán tal vez de conquistar los corazoncitos de los lectores light. Nada en contra de los dibujos animados o los clásicos infantiles, pero creo que se puede explicar el pensamiento occidental prescindiendo de Harry Potter. Otra curiosidad es incluir a Robinson Crusoe como libro de economía. Pero bueno, perdonando estas imperdonables omisiones y pecadillos, la obra de esta alemana es un loable esfuerzo. Permite darle una repasada coloquialita a algunos clásicos que sin duda alguna leímos hace ya algún tiempo e interesarnos en otros que sin duda nos faltan, pues por más que la lista diga que son libros imprescindibles o básicos, sólo un erudito o un fiel ratón de biblioteca ha leído todas las obras enlistadas, empezando por El capital de Marx o la colección completa de En busca del tiempo perdido de Proust o la Comedia humana de Balzac. No están todos los que son ni son todos los que están, pero vale la pena darle una repasada a la obra, al menos para hacer corajes por los faltantes.