Libros y ciudades
Hace seis años Mario Bellatin impartió un taller en el Cecut y entre otras cosas recuerdo que criticó fuerte la típica literatura latinoamericana, esclava de ciudades, nombres y lugares comunes. Bajo su opinión, la ficción pura no debe ser referencial y debe evitar dar nombres de ciudades y situar a los personajes en lugares concretos e identificables. Mario tendrá sus razones, pero yo no coincido con él. Las ficciones que más disfruto, sean cuentos o novelas, son aquellas que tienen como personaje principal a una ciudad. El escenario me influye a menudo más que el personaje y creo que cuando leo, lo que busco en realidad es viajar. Leer y viajar, vicios complementarios e irreprimibles. Al final lo que deseo es irme, explorar, descubrir. Buenos Aires y Praga, dos ciudades que me volvieron loco y me sedujeron mucho antes de poder visitarlas. A esas ciudades las caminé primero en los libros, muchos años antes de poder andar por sus calles. El libro Cuaderno de Flores de Luis Felipe Lomelí lo disfruté porque me sentía de viaje por Medellín, no por los débiles personajes. Ahora leo un libro gótico-policíaco llamado Las siete iglesias, donde el personaje principal es Praga. El autor, Milos Urban, me ha hecho sentir que he vuelto a caminar por el Karlova. Hace algunos años compré un libro llamado Nostalgia de la Sombra de Antonio Parra, pero apenas hasta ayer me decidí a meterle diente (mi librero está infestado de libros no leídos). El escenario de Nostalgia de la Sombra es mi ciudad natal, Monterrey y al sumergirme en sus páginas caigo en la cuenta, una vez más, de la difícil relación que tengo con la Sultana. Monterrey me resulta hostil hasta en papel. Esa ciudad y yo no nos queremos. Mi buen amigo Gerardo Ortega http://www.yadivia.blogspot.com/, encabezó hace unos días en Milenio Diario una encuesta para definir los mejores cuentos, novelas y poemarios regios. Me puse a pensar y me di cuenta lo poco, poquísimo que conozco (y lo poquísimo que me interesa) la literatura hecha en Nuevo León. ¿Los mejores libros escritos en Monterrey? Pues sin duda los de mi abuelo Agustín Basave o por lo menos creo que son los únicos que han sido traducidos al alemán y a otros idiomas o sino los de Alfonso Reyes. ¿Novelas regias? La única que he leído en los últimos ocho años es El Enrabiado de Felipe Montes. ¿Poemarios? Me quedo con De Lunes de Diciembre de Gerardo Ortega. Nostalgia de la Sombra se desarrolla en Monterrey, pero su autor es guanajuatense. Mi apatía y mi desdén hacia lo regio también se refleja en la música. Tengo una colección de cerca de mil discos y solo un disco de un músico nuevoleonés: Eulalio González Piporro, natural de Los Herrera Nuevo León y una versión del Corrido de Monterrey cantada por Los Cinco del Río. Tengo varias decenas o acaso más de cien discos de grupos oriundos de Buenos Aires o de Gotenburgo Suecia y no tengo uno solo de esa basura vomitable llamada rock regio. De verdad, no hay una sola banda de rock de Monterrey en mi colección ¿Libros? Creo que fuera de la colección Basave, de unas cuantas obras de Alfonso Reyes, del libro de Felipe Montes que mencioné, de un cuento llamado Las bicicletas de David Toscana y del poemario de Ortega (Y Después del Eclipse con Mara Gutiérrez, Alfonso Araujo, Ortega, my self y compañía) no hay literatura regia en mi librero. De Monterrey lo único que amo es mi familia y lo único que me identifica y apasiona son los Tigres (y juegan en San Nicolás de los Garza) las montañas, algunos recuerdos de la infancia y pare usted de contar. ¿Qué carajos me hizo esa ciudad que me llevo tan mal con ella?
Hace seis años Mario Bellatin impartió un taller en el Cecut y entre otras cosas recuerdo que criticó fuerte la típica literatura latinoamericana, esclava de ciudades, nombres y lugares comunes. Bajo su opinión, la ficción pura no debe ser referencial y debe evitar dar nombres de ciudades y situar a los personajes en lugares concretos e identificables. Mario tendrá sus razones, pero yo no coincido con él. Las ficciones que más disfruto, sean cuentos o novelas, son aquellas que tienen como personaje principal a una ciudad. El escenario me influye a menudo más que el personaje y creo que cuando leo, lo que busco en realidad es viajar. Leer y viajar, vicios complementarios e irreprimibles. Al final lo que deseo es irme, explorar, descubrir. Buenos Aires y Praga, dos ciudades que me volvieron loco y me sedujeron mucho antes de poder visitarlas. A esas ciudades las caminé primero en los libros, muchos años antes de poder andar por sus calles. El libro Cuaderno de Flores de Luis Felipe Lomelí lo disfruté porque me sentía de viaje por Medellín, no por los débiles personajes. Ahora leo un libro gótico-policíaco llamado Las siete iglesias, donde el personaje principal es Praga. El autor, Milos Urban, me ha hecho sentir que he vuelto a caminar por el Karlova. Hace algunos años compré un libro llamado Nostalgia de la Sombra de Antonio Parra, pero apenas hasta ayer me decidí a meterle diente (mi librero está infestado de libros no leídos). El escenario de Nostalgia de la Sombra es mi ciudad natal, Monterrey y al sumergirme en sus páginas caigo en la cuenta, una vez más, de la difícil relación que tengo con la Sultana. Monterrey me resulta hostil hasta en papel. Esa ciudad y yo no nos queremos. Mi buen amigo Gerardo Ortega http://www.yadivia.blogspot.com/, encabezó hace unos días en Milenio Diario una encuesta para definir los mejores cuentos, novelas y poemarios regios. Me puse a pensar y me di cuenta lo poco, poquísimo que conozco (y lo poquísimo que me interesa) la literatura hecha en Nuevo León. ¿Los mejores libros escritos en Monterrey? Pues sin duda los de mi abuelo Agustín Basave o por lo menos creo que son los únicos que han sido traducidos al alemán y a otros idiomas o sino los de Alfonso Reyes. ¿Novelas regias? La única que he leído en los últimos ocho años es El Enrabiado de Felipe Montes. ¿Poemarios? Me quedo con De Lunes de Diciembre de Gerardo Ortega. Nostalgia de la Sombra se desarrolla en Monterrey, pero su autor es guanajuatense. Mi apatía y mi desdén hacia lo regio también se refleja en la música. Tengo una colección de cerca de mil discos y solo un disco de un músico nuevoleonés: Eulalio González Piporro, natural de Los Herrera Nuevo León y una versión del Corrido de Monterrey cantada por Los Cinco del Río. Tengo varias decenas o acaso más de cien discos de grupos oriundos de Buenos Aires o de Gotenburgo Suecia y no tengo uno solo de esa basura vomitable llamada rock regio. De verdad, no hay una sola banda de rock de Monterrey en mi colección ¿Libros? Creo que fuera de la colección Basave, de unas cuantas obras de Alfonso Reyes, del libro de Felipe Montes que mencioné, de un cuento llamado Las bicicletas de David Toscana y del poemario de Ortega (Y Después del Eclipse con Mara Gutiérrez, Alfonso Araujo, Ortega, my self y compañía) no hay literatura regia en mi librero. De Monterrey lo único que amo es mi familia y lo único que me identifica y apasiona son los Tigres (y juegan en San Nicolás de los Garza) las montañas, algunos recuerdos de la infancia y pare usted de contar. ¿Qué carajos me hizo esa ciudad que me llevo tan mal con ella?