El nombre
Hace unos días recibí un mail que bien podría ser el comienzo de una novela de Paul Auster. Me escribió una persona llamada David Muñoz quien creyó encontrar en mí a su compañero de luchas izquierdistas en los años 60. Un poco de fantasía austeriana podría dar lugar a una historia estilo Ciudad de cristal o Leviatán.
Transcribo íntegro el mensaje, incluidas faltas y errores de dedo:
Daniel Salinas, eres tu el que pienso yo que tu eres? el grande mono salinas ya compañero de luchas estudiantiles en los años 60 en las tierras araucanas de Cautin con capital Temuco. Si tueres ese Daniel, yo soy el David Muñoz que viene de la metropolis de Quitratue ya amigo, compañero de liceo, y compañero de las juventudes socialistas, del otro quitratuense que fuera el gran camarada Cañon Fierro... No me alargo en explicaciones porque si despues es daniel que yo espero tu seas no eres, que desilucion seria?
Si eres tu respondeme, en el intertanto yo leo tus cosas.
ps. este aparato lo estoy descubriendo desde no hace mucho.
Saludos
david
Si siguiera los consejos de Paul Auster, le respondería a David que yo en efecto soy ese Daniel Salinas chileno veterano de guerrillas. Me inventaría una historia actual de exiliado en México e iniciaría entonces la una novela con mi nueva identidad, pero no quiero desilusionar a David, aunque no deja de haber extrañas y austerianas paradojas. Y es que Temuco es precisamente la ciudad natal de mi heterónima favorita Ámber Aravena. No he tenido la fortuna de visitar Chile y apenas tengo mínimas referencias sobre la ciudad de Temuco, pero por alguna extraña razón me gustó para ser la tierra natal de Amber y ahora resulta que mi homónimo guerrillero Cañón Fierro nació ahí.
El asunto me hace reflexionar nuevamente sobre el nombre ¿Qué tanto estás encadenado a la palabra que te nombra? ¿Es tu nombre el que te define?
Si le hago caso a las teorías de Bert Hellinger en el sentido de honrar el origen y sacralizar al ancestro sanguíneo (y vaya que Carolina me saca teorías de Hellinger a cada rato) mi nombre poco o nada tendría que ver conmigo en la realidad, pues ni siquiera nací con el Salinas. Y si aplico la filosofía de la vida cotidiana, podría concluir que mi primer nombre, Guillermo, tampoco tiene que ver nada conmigo, pues a menudo se me olvida que me llamo así y casi todos los que me rodean lo ignoran. Cuando veo un Guillermo jamás pienso que es mi tocayo y cuando en medio de un trámite (digamos tramitar placas o pasaporte) el burócrata en cuestión me llama por el Guillermo, nunca volteó pues se me olvida que me están llamando a mí.
Desde lejos he sabido de muchos Daniel Salinas, aunque en mi vida sólo he conocido a uno directamente. Era estudiante de Economía en la UANL, vegetariano radical y según recuerdo muy inteligente.
Siempre he dado por hecho que en el Mundo no existe otro Daniel Salinas Basave y de hecho ni siquiera un Salinas Basave que no sean mis hermanos, pero el austeriano azar del internet me llevó a enterarme que hay por ahí una Karina Salinas Basave que es número de matrícula 303321277 de la UNAM y que estudia Ciencias Políticas. ¿Mi hermana perdida? Pues si estudia Ciencias Políticas y en la UNAM puedo apostar triple contra sencillo a que mi carnalita es izquierdista, simpatizante de AMLO y aficionada a los Pumas. Tendré que darle catecismo e iniciarla en la Fe del Evangelio Tigre y hacerla olvidar sus patéticos delirios zurdos.
MSG
Tres cuartas partes de mi lista de contactos de msg está constituida por gente a la que jamás en mi vida he visto y que no se cómo diablos llegó hasta ahí.
A menudo aparecen solicitudes para ser dados de alta en la lista y yo a todas digo que sí, aunque me queda claro que hay más de 30 personas que entraron por error. Hace poco pidió ser dada de alta una Ana Paola Rodríguez y yo dije sí. Pensé que se trataba de mi ex compañera de Frontera y actual directora de Bulbo Press, pero resultó ser una niña de nueve años que creía estar hablando con su primita Daniela Basave. Lo más probable es que la tal Danielita Basave tenga algún parentesco conmigo, pues según creo, todos los Basave que hay en México, que son poquísimos, provenimos del mismo árbol genealógico.
Algunos extraños que han llegado al msg han resultado gratas sorpresas con quienes se pueden mantener conversaciones interesantes, como es el caso de mi amigo Paul de Perú, hincha del Alianza Lima y la poesía de César Vallejo. Pero hay gente que de plano no se ni cómo ni por qué carajos le interesó darse de alta conmigo. Hay una tipa que se llama Eugenia o eugenebre con la que jamás he cruzado palabra y que hasta la fecha tampoco se por qué demonios se dio de alta, pero se pone unos nicks odiosamente cursis, lo mismo que una tal princesa gato que no se cómo ni por qué chingados se dio de alta.
Yo no soy precisamente un entusiasta del msg. Jamás en mi vida he usado una frasecita o un apodo como nick y desde hace meses tengo la misma foto. Rara, rarísima vez inicio una conversación, salvo cuando se trata de mi familia en Monterrey, con los que siempre es un gusto hablar.
Por azares de la red y el destino, muchas de las personas que conocí en mi ya lejana etapa como habitante del Estado México se han puesto en contacto conmigo por msg, pero luego de una ordinaria y reglamentaria conversación marca qué has hecho y qué ha sido de tu vida, todo suele quedar en el silencio. La única amistad real se fundamenta en el presente. La amistad tiene que ver con compartir un momento específico de la vida en donde hay caminos e intereses comunes, pero cada vez me parece más patético contarle tu vida a alguien que no has visto hace 15 años. Nada más absolutamente absurdo y aburrido que una reunión de ex alumnos de una secundaria o prepa.
Paradojas del destino: La gente con la que más hablo en el msg son casi siempre compañeros de trabajo que están sentados a unos metros de mí y a los que ni siquiera tendría que alzar mucho la voz para hablar con ellos.
Hace unos días recibí un mail que bien podría ser el comienzo de una novela de Paul Auster. Me escribió una persona llamada David Muñoz quien creyó encontrar en mí a su compañero de luchas izquierdistas en los años 60. Un poco de fantasía austeriana podría dar lugar a una historia estilo Ciudad de cristal o Leviatán.
Transcribo íntegro el mensaje, incluidas faltas y errores de dedo:
Daniel Salinas, eres tu el que pienso yo que tu eres? el grande mono salinas ya compañero de luchas estudiantiles en los años 60 en las tierras araucanas de Cautin con capital Temuco. Si tueres ese Daniel, yo soy el David Muñoz que viene de la metropolis de Quitratue ya amigo, compañero de liceo, y compañero de las juventudes socialistas, del otro quitratuense que fuera el gran camarada Cañon Fierro... No me alargo en explicaciones porque si despues es daniel que yo espero tu seas no eres, que desilucion seria?
Si eres tu respondeme, en el intertanto yo leo tus cosas.
ps. este aparato lo estoy descubriendo desde no hace mucho.
Saludos
david
Si siguiera los consejos de Paul Auster, le respondería a David que yo en efecto soy ese Daniel Salinas chileno veterano de guerrillas. Me inventaría una historia actual de exiliado en México e iniciaría entonces la una novela con mi nueva identidad, pero no quiero desilusionar a David, aunque no deja de haber extrañas y austerianas paradojas. Y es que Temuco es precisamente la ciudad natal de mi heterónima favorita Ámber Aravena. No he tenido la fortuna de visitar Chile y apenas tengo mínimas referencias sobre la ciudad de Temuco, pero por alguna extraña razón me gustó para ser la tierra natal de Amber y ahora resulta que mi homónimo guerrillero Cañón Fierro nació ahí.
El asunto me hace reflexionar nuevamente sobre el nombre ¿Qué tanto estás encadenado a la palabra que te nombra? ¿Es tu nombre el que te define?
Si le hago caso a las teorías de Bert Hellinger en el sentido de honrar el origen y sacralizar al ancestro sanguíneo (y vaya que Carolina me saca teorías de Hellinger a cada rato) mi nombre poco o nada tendría que ver conmigo en la realidad, pues ni siquiera nací con el Salinas. Y si aplico la filosofía de la vida cotidiana, podría concluir que mi primer nombre, Guillermo, tampoco tiene que ver nada conmigo, pues a menudo se me olvida que me llamo así y casi todos los que me rodean lo ignoran. Cuando veo un Guillermo jamás pienso que es mi tocayo y cuando en medio de un trámite (digamos tramitar placas o pasaporte) el burócrata en cuestión me llama por el Guillermo, nunca volteó pues se me olvida que me están llamando a mí.
Desde lejos he sabido de muchos Daniel Salinas, aunque en mi vida sólo he conocido a uno directamente. Era estudiante de Economía en la UANL, vegetariano radical y según recuerdo muy inteligente.
Siempre he dado por hecho que en el Mundo no existe otro Daniel Salinas Basave y de hecho ni siquiera un Salinas Basave que no sean mis hermanos, pero el austeriano azar del internet me llevó a enterarme que hay por ahí una Karina Salinas Basave que es número de matrícula 303321277 de la UNAM y que estudia Ciencias Políticas. ¿Mi hermana perdida? Pues si estudia Ciencias Políticas y en la UNAM puedo apostar triple contra sencillo a que mi carnalita es izquierdista, simpatizante de AMLO y aficionada a los Pumas. Tendré que darle catecismo e iniciarla en la Fe del Evangelio Tigre y hacerla olvidar sus patéticos delirios zurdos.
MSG
Tres cuartas partes de mi lista de contactos de msg está constituida por gente a la que jamás en mi vida he visto y que no se cómo diablos llegó hasta ahí.
A menudo aparecen solicitudes para ser dados de alta en la lista y yo a todas digo que sí, aunque me queda claro que hay más de 30 personas que entraron por error. Hace poco pidió ser dada de alta una Ana Paola Rodríguez y yo dije sí. Pensé que se trataba de mi ex compañera de Frontera y actual directora de Bulbo Press, pero resultó ser una niña de nueve años que creía estar hablando con su primita Daniela Basave. Lo más probable es que la tal Danielita Basave tenga algún parentesco conmigo, pues según creo, todos los Basave que hay en México, que son poquísimos, provenimos del mismo árbol genealógico.
Algunos extraños que han llegado al msg han resultado gratas sorpresas con quienes se pueden mantener conversaciones interesantes, como es el caso de mi amigo Paul de Perú, hincha del Alianza Lima y la poesía de César Vallejo. Pero hay gente que de plano no se ni cómo ni por qué carajos le interesó darse de alta conmigo. Hay una tipa que se llama Eugenia o eugenebre con la que jamás he cruzado palabra y que hasta la fecha tampoco se por qué demonios se dio de alta, pero se pone unos nicks odiosamente cursis, lo mismo que una tal princesa gato que no se cómo ni por qué chingados se dio de alta.
Yo no soy precisamente un entusiasta del msg. Jamás en mi vida he usado una frasecita o un apodo como nick y desde hace meses tengo la misma foto. Rara, rarísima vez inicio una conversación, salvo cuando se trata de mi familia en Monterrey, con los que siempre es un gusto hablar.
Por azares de la red y el destino, muchas de las personas que conocí en mi ya lejana etapa como habitante del Estado México se han puesto en contacto conmigo por msg, pero luego de una ordinaria y reglamentaria conversación marca qué has hecho y qué ha sido de tu vida, todo suele quedar en el silencio. La única amistad real se fundamenta en el presente. La amistad tiene que ver con compartir un momento específico de la vida en donde hay caminos e intereses comunes, pero cada vez me parece más patético contarle tu vida a alguien que no has visto hace 15 años. Nada más absolutamente absurdo y aburrido que una reunión de ex alumnos de una secundaria o prepa.
Paradojas del destino: La gente con la que más hablo en el msg son casi siempre compañeros de trabajo que están sentados a unos metros de mí y a los que ni siquiera tendría que alzar mucho la voz para hablar con ellos.