Pasos de Gutenberg
Ella, Drácula
Erzsébet Bathory
Javier García Sánchez
Editorial Planeta
Por Daniel Salinas Basave
¿Dónde están las gotas sublimes del elixir del Mal ? ¿Por qué los demonios son tan ácidos seductores? Inocultable el placer morboso de sumergirse en las vidas de aquellos que llevaron la crueldad humana al colmo de un barroquismo superlativo. Si el asesinato es, como dice De Quincey, una de las bellas artes, entonces acabo de leer la biografía del Miguel Ángel del crimen. Hace unos días Joseph Mengele y ahora Erzsébet Báthory. Definitivo: La humanidad nunca ha necesitado aguardar al Infierno de Dante.
Por las ventanas se infiltra oscura la tarde moribunda de un lluvioso Viernes Santo mientras concluyo con la lectura de Ella, Drácula. En absoluto me ha decepecionado este libro del que albergaba grandes expectativas, si bien he de admitir que la pluma de de Javier García Sánchez cae a menudo en una pulcritud que acaba por parecer forzada. ¿Era éste el estilo requerido para narrar la vida de un ser tan fascinante como Báthory? Cuando un personaje real ofrece tantas posibilidades, siempre quedará la sensación de que la tinta se estancó en un pantano. Y es que la condesa sangrienta no requiere de artistas que estilicen su figura. Ella misma hizo de su vida la perfecta historia de horror y las voces populares se encargaron de inmortalizarla. Se convirtió, como dice el propio García Sánchez, en el animal mitológico de si misma. ¿Neceasita una biografía novelada una mujer que es la literatura de horror en estado puro? Los demonios son manantiales inagotables y creo que el escritor catalán supo beber con fortuna de este manantial.
Si bien el autor advierte que la historia se basa en hechos y personajes absoluta y desgraciadamente reales, Ella, Drácula es ante todo una novela y aunque hay detrás de ella un sólido trabajo en fuentes bibliográficas, García Sánchez no pretendió apostar a una obra con rigor historiográfico. Hay mucha más creatividad de literato que disciplina de historiador en estas páginas. Narrado en tercera persona pero desde el punto de vista de Janos, un joven paje del castillo de Báthory, García Sánchez nos introduce en el universo de la condesa maldita. Con un lenguaje que se aferra desesperadamente a la apuesta por lo poético y que parece por momentos regodearse en lo rebuscado de sus términos, el narrador nos va pintando el retrato de una mujer fascinante.
Erzsébet Báthory conforma junto con Vlad Tepes y Gilles de Rais una suerte de Maldita Trinidad de lo macabro aunque si se puede hablar de poesía en el Mal, nadie supera la figura de la condesa sangrienta. Con todos los elementos de un personaje de leyenda, Báthory fue, aunque parezca difícil creelo, una mujer de carne y hueso nacida en la Alta Hungría en un castillo de los montes Cárpatos en 1560. Heredera de un ancestral linaje de la nobleza húngara, Bathory se casó siendo adolescente con el conde Ferencz Nadasdy, un guerrero húngaro que pasaba largas temporadas en el frente de batalla combatiendo a los invasores otomanos. Sola en su castillo de Csejthe, rodeada de una pintoresca e infernal corte que incluía una hechicera y un guardián deforme, Báthory sucumbe a una obsesión: La inmortalidad, la eterna juventud, la redención en la maldad. De pronto, los aldeanos miran con horror como las aldeas de los Cárpatos se han quedado sin niñas ni jovencitas. La condesa Báthory las reclama para su servicio, pero una vez que traspasan las puertas del castillo nadie vuelve a verlas. Como un auténtico vampiro, Erzsébet busca la vida eterna en la sangre de mujer joven. Sangre para beber, para sumergir su cuerpo y asegurar la eternidad de su belleza. El escritor irlandés Bram Stoker inmortalizó al caudillo rumano Vlad Tepes al en el vampiro inmortal, pero García Sánchez considera que en los infiernos de Carpatia, Bathóry es la única Drácula que merece el trono eterno.
Ella, Drácula
Erzsébet Bathory
Javier García Sánchez
Editorial Planeta
Por Daniel Salinas Basave
¿Dónde están las gotas sublimes del elixir del Mal ? ¿Por qué los demonios son tan ácidos seductores? Inocultable el placer morboso de sumergirse en las vidas de aquellos que llevaron la crueldad humana al colmo de un barroquismo superlativo. Si el asesinato es, como dice De Quincey, una de las bellas artes, entonces acabo de leer la biografía del Miguel Ángel del crimen. Hace unos días Joseph Mengele y ahora Erzsébet Báthory. Definitivo: La humanidad nunca ha necesitado aguardar al Infierno de Dante.
Por las ventanas se infiltra oscura la tarde moribunda de un lluvioso Viernes Santo mientras concluyo con la lectura de Ella, Drácula. En absoluto me ha decepecionado este libro del que albergaba grandes expectativas, si bien he de admitir que la pluma de de Javier García Sánchez cae a menudo en una pulcritud que acaba por parecer forzada. ¿Era éste el estilo requerido para narrar la vida de un ser tan fascinante como Báthory? Cuando un personaje real ofrece tantas posibilidades, siempre quedará la sensación de que la tinta se estancó en un pantano. Y es que la condesa sangrienta no requiere de artistas que estilicen su figura. Ella misma hizo de su vida la perfecta historia de horror y las voces populares se encargaron de inmortalizarla. Se convirtió, como dice el propio García Sánchez, en el animal mitológico de si misma. ¿Neceasita una biografía novelada una mujer que es la literatura de horror en estado puro? Los demonios son manantiales inagotables y creo que el escritor catalán supo beber con fortuna de este manantial.
Si bien el autor advierte que la historia se basa en hechos y personajes absoluta y desgraciadamente reales, Ella, Drácula es ante todo una novela y aunque hay detrás de ella un sólido trabajo en fuentes bibliográficas, García Sánchez no pretendió apostar a una obra con rigor historiográfico. Hay mucha más creatividad de literato que disciplina de historiador en estas páginas. Narrado en tercera persona pero desde el punto de vista de Janos, un joven paje del castillo de Báthory, García Sánchez nos introduce en el universo de la condesa maldita. Con un lenguaje que se aferra desesperadamente a la apuesta por lo poético y que parece por momentos regodearse en lo rebuscado de sus términos, el narrador nos va pintando el retrato de una mujer fascinante.
Erzsébet Báthory conforma junto con Vlad Tepes y Gilles de Rais una suerte de Maldita Trinidad de lo macabro aunque si se puede hablar de poesía en el Mal, nadie supera la figura de la condesa sangrienta. Con todos los elementos de un personaje de leyenda, Báthory fue, aunque parezca difícil creelo, una mujer de carne y hueso nacida en la Alta Hungría en un castillo de los montes Cárpatos en 1560. Heredera de un ancestral linaje de la nobleza húngara, Bathory se casó siendo adolescente con el conde Ferencz Nadasdy, un guerrero húngaro que pasaba largas temporadas en el frente de batalla combatiendo a los invasores otomanos. Sola en su castillo de Csejthe, rodeada de una pintoresca e infernal corte que incluía una hechicera y un guardián deforme, Báthory sucumbe a una obsesión: La inmortalidad, la eterna juventud, la redención en la maldad. De pronto, los aldeanos miran con horror como las aldeas de los Cárpatos se han quedado sin niñas ni jovencitas. La condesa Báthory las reclama para su servicio, pero una vez que traspasan las puertas del castillo nadie vuelve a verlas. Como un auténtico vampiro, Erzsébet busca la vida eterna en la sangre de mujer joven. Sangre para beber, para sumergir su cuerpo y asegurar la eternidad de su belleza. El escritor irlandés Bram Stoker inmortalizó al caudillo rumano Vlad Tepes al en el vampiro inmortal, pero García Sánchez considera que en los infiernos de Carpatia, Bathóry es la única Drácula que merece el trono eterno.