Eterno Retorno

Saturday, February 18, 2006

Pasos de Gutenberg

La noche del oráculo
Paul Auster
Anagrama

Por Daniel Salinas


¿Recuerda usted alguna de esas muñecas rusas de madera que nunca faltan en alguna sala o escritorio? Sí, esas típicas muñequitas cilíndricas que viven una dentro de la otra. Pues bien, para andarnos sin muchos rodeos, le diría que esa imagen de la muñeca define a la perfección La noche del oráculo, la última novela de Paul Auster.
Usted tiene en sus manos el libro, comienza a leer la primera página y puede que todavía en el primer párrafo pueda creer que está leyendo una historia convencional. Pero súbitamente, la muñequita rusa se abre y adentro descubre usted otra muñeca y al avanzar unas cuántas páginas más, la muñeca vuelve a abrirse y brota otra más. Esto es lo que va a hacerle a usted la pluma de Auster. Así, como no queriendo mucho la cosa, se topará con un píe de página y en la siguiente página con otro, hasta que de repente, caerá usted en la cuenta que lleva más tiempo leyendo la letra pequeña y que en los píes se ha ido construyendo una novela alternativa, que corre paralela a la que usted empezó a leer.
Hay algunos autores vivos que son de culto. Paul Auster es uno de ellos. El neoyorquino se da el lujo de juguetear con las posibilidades de la narrativa y hacer experimentos capaces de llevar una novela hasta posibilidades
La noche del oráculo es un juego narrativo de espejos. Podría pensarse que Auster juega con el lector, que se divierte tomándole el pelo. Sin duda no andamos muy errados quienes pensemos así. Pero La noche del oráculo es también un homenaje al mágico acto de la creación literaria, es una declaración de principios literarios, una confesión de amor al arte de la novela.
La novela comienza narrada en primera persona por Sidney Orr, un escritor que al igual que Auster, mire usted que casualidad, vive en Nueva York. Orr estaba desahuciado en un hospital, pero por alguno de esos milagros de la medicina, se salva de morir y un día de pronto está en la calle. El mundo vuelve a empezar a girar para él y se da a la tarea de redescubrir las calles de su barrio dando paseos de dos o tres cuadras que aumentan su radio de distancia conforme se va recuperando.
Una mañana descubre la papelería de un chino llamada el Palacio de Papel en donde compra un cuaderno portugués de tapas azules. En ese cuaderno comienza a escribir una novela basada en un personaje de El halcón maltés de Dashiel Hammett. Pero mientras penetramos en la ficción que escribe el narrador, éste nos va contando su vida a través de píes de página que van trazando una perfecta simetría con su personaje. Pero al margen de esta bifurcación, continuamos dentro del trazado de la columna vertebral de la novela original, con breves incursiones a la obra de Hammett. De pronto, nos damos cuenta que hemos llegado a una suerte de delta del río narrativo.
Cierto, la idea es un poco más vieja que Auster. Ya Borges había planeado una historia hecha con píes de páginas o una obra conformada únicamente por prólogos. Pero esta idea borgeana Auster la lleva a extremos inimaginables con un virtuosismo que da envidia.
Además de leer una muy buena novela, una de las mejores que he leído en los últimos años, Auster nos recuerda en esta obra que la novela, como tal, es un arte con aura de eternidad y la eternidad, dicen, no conoce límites ni mucho menos la muerte.