Eterno Retorno

Saturday, December 03, 2005

La historia más bella de Dios
Jean Bottéro, Marc Alain Ouaknin, Joseph Moingt
Anagrama

Por Daniel Salinas

Aún me cuesta trabajo creerle a Jorge Luis Borges aquello que pone en voz de la Esfinge quien afirma que la teología es, junto con las matemáticas, la única ciencia exacta.
Es por ello que no me parece de entrada tarea nada fácil escribir sobre este libro, que por su título bien podría confundirse con un texto de catecismo.
Cuando un libro se autoproclama la historia más bella, uno puede empezar a sentir ciertas reservas y máxime cuando esa bella historia es la historia de Dios. Vaya tarea ambiciosa.
Sin embargo, no es esta una obra que pretenda evangelizar o convertir almas descarriadas o por lo menos no parece pretenderlo descaradamente, si bien al final de su lectura es capaz de sembrar más de una duda en la mente del lector.
La historia más bella de Dios es un libro escrito a seis manos o diríase más bien respondido a tres voces, pues los autores en realidad sólo responden a entrevistas.
Los compiladores y entrevistadores Heléne Monsacré y Jean Louis Schegel, a los que apenas se da crédito, se dan a la tarea de cuestionar a tres expertos en materia de teología monoteista: Jean Bottéro, catedrático de asiriología y experto en religiones del Próximo Oriente, Marc Alain Ouaknin, rabino y filósofo y Joseph Moingt, jesuita y teólogo católico.
El gran personaje de la historia más bella es el Dios monoteísta del Antiguo y Nuevo Testamento. La pregunta que trata de resolver, es: ¿Quién es el Dios de la Biblia?
Al más puro estilo socrático, este libro aborda y devela el absoluto con preguntas. ¿Dónde, cuándo y por qué nace la idea de un Dios único? ¿Fue Moises su creador? A estos cuestionamientos trata de responder en primera instancia Jean Bottéro desde su enfoque de historiador.
Después toca el turno al rabino Ouaknin, quien comienza a explicar el sentido de la Torah, el Talmud y la Cábala Judía.
En tercera instancia, entra al coro la voz del jesuita Moingt llevando de la mano al Mesías sentado a la diestra de Dios, explicando el sentido de cuatro evangelios y un solo Cristo, el sentido de la Resurrección la influencia griega y el sentido de la ruptura entre cristianismo y judaismo, para concluir con una pregunta contundente ¿Para qué sirve Dios?
La estructura de coro a tres voces y el planteamiento a partir de preguntas, dan como resultado un libro que con aparente simplicidad intenta explicar de manera imparcial e interpretativa misterios teológicos. Y ojo, no crea usted que se trata de uno de esos textos seudoesotéricos tan de moda que pretenden revelar supuestas claves ocultas de las Sagradas Escrituras o explicar misterios apocalípticos, ni lo imagine tampoco como pueril manual de bolsillo con diez claves de teología para principiantes. Nada de eso. Se trata ante todo de un ejercicio comparativo, un perfecto sembrador de dudas que deja al lector la última palabra. Más que convertir al ateo o reforzar la fe del creyente, el libro pretende explicar el origen y las razones de esa fe, así como los caminos que cada una de las grandes religiones monoteístas ha seguido para entender a ese Dios único que barrió al paganismo politeísta.
Podría decirse que es un libro ideal para aquellos creyentes que desean comprender y no sólo profesar su fe, pero acaso aún más recomendable para aquel agnóstico que sin pretender arrodillarse ante deidad alguna, tiene una sincera curiosidad por acercarse al misterioso factor Dios.



El último lector
Ricardo Piglia
Anagrama

Por Daniel Salinas

Ricardo Piglia es de esos tipos que navegan con su propia bandera como amo y señor de su barquito en las turbulentas aguas de la literatura contemporánea.
Sus libros son como peces escuridizos que resbalan entre las manos de aquellos que intentan encarcelarlos en la celda de la clasificación por géneros.
Y es que cuando uno tiene semejantes criaturas híbridas en las manos, es preferible olvidarse de juicios a priori y abandonarse al placer de la lectura sin saber nunca a ciencia cierta qué nos espera en la próxima página.
Su más reciente creación, puede entenderse como un homenaje a uno de los personajes más importantes de la historia de la literatura, a menudo olvidado por críticos y autores: El lector.
El personaje principal de esta nueva obra de Piglia, no es otro que el ser que se abandona a la lectura.
En El último lector, Piglia bucea en el misterioso acto de la lectura, esa suerte de ritual de aislamiento e introspección.
La lectura como silencioso pacto de sangre entre un ser que por un momento se aparta del mundo para hacer suya la creación de un escritor.
Piglia lo señala acertadamente: Hay siempre algo inquietante, a la vez extraño y familiar, en la imagen abstraída de alguien que lee, una misteriosa intensidad que la literatura ha fijado muchas veces. El sujeto se ha aislado, parece cortado de lo real.
Partiendo de esta afirmación, Piglia se adentra acertadamente en el misterio de uno de los mejores cuentos de Borges, como es Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius, narración que comienza con un txto leído en la Enciclopedia Británica que alguien recuerda pero no encuentra. La búsqueda de un texto cuya lectura sólo se recuerda, da lugar al misterio y a decir dePiglia, la versión contemporánea de la pregunta ?qué es un lector? se instala ahí. En el acto de leer confluyen como dos ríos, lo imaginario y lo real.
En El Sur, otro cuento de Borges (siempre Borges), el misterio y la tragedia se consuman precisamente por el acto de la lectura, cuando Dahlaman emprende una aventura en busca de un ejemplar descabalado de las Mil y una Noches y pierde la vida mientras lee.
De Hamlet a Kafka en su rol de lectores en tensión al de Ernesto Che Guevara, abstraído en la lectura mientras desafía a sus perseguidores en las montañas de Bolivia o Walter Benjamín, enfrentando la muerte libro en mano en la frontera franco española, Piglia dibuja la misteriosa ruta de los empedernidos lectores. La lectura como desafío arrojado a la mesa por los laberintos extremos de Joyce y su Finnegans Wake, la lectura como acto sacramental y absurdo a la vez. Lectores adictos e insomnes que en su delirio construyen universos alternos como Alonso Quijano. No olvidar que el non plus ultra de las letras españolas surge de las compulsivas lecturas de un hidalgo que pasa la vida encerrado en su biblioteca y al que el acto de leer transforma en caballero andante, que a su vez acaba por ser lector de su propia historia y del plagio que Avellaneda hace de la misma. Eso es el Quijote de la Mancha. En ese sentido, Cervantes fue el primero en rendir acaso un involuntario homenaje al lector, al transformarlo en héroe trágicómico, condenado por el acto fatal y extraordinario de leer.