El Pacífico bajacaliforniano está lleno de delfines. Bueno, digamos que es rico en todo tipo de cetáceos y mamíferos marinos de las más diversas especies. En realidad es común ver delfines nadando frente a la costa de Tijuana. Basta con contemplar el mar con un poco de atención para verlos aparecer, casi siempre nadando en grupos de tres o cuatro. Sin embargo, el domingo en la mañana fui de lo más afortunado. Fui temprano por la mañana a la playa de San Antonio del Mar. Me senté en una roca y ahí, frente a mí, saltaron los delfines. Un salto total, olímpico, de esos que te promueven como espectáculo en el Sea World de San Diego. Fueron saltos de muchos metros, acrobáticos, desafiantes de la gravedad. Vaya, es común ver a los delfines sacar sus aletas, en ocasiones la cabeza, pero confieso que nunca los había visto saltar de cuerpo entero en estado salvaje (es decir, fuera de un show de acuario)
Me gusta la playa de San Antonio del Mar. Tiene esa santa paz que raramente encuentras en la playa del Malecón de Tijuana y mucho menos en Rosarito. Unos cuantos gringos solitarios paseando a sus perros y los infaltables surfos. Me gusta llevarme un libro y tumbarme en una roca a leer. Es uno de esos grandes placeres gratuitos que me concede la vida.
Me gusta la playa de San Antonio del Mar. Tiene esa santa paz que raramente encuentras en la playa del Malecón de Tijuana y mucho menos en Rosarito. Unos cuantos gringos solitarios paseando a sus perros y los infaltables surfos. Me gusta llevarme un libro y tumbarme en una roca a leer. Es uno de esos grandes placeres gratuitos que me concede la vida.