No sólo creo en lo que veo
A menudo la gente malinterpreta mi ateismo. Siempre me salen con la misma estupidez: ¿Entonces quién te creo? ¿De dónde vienes? ¿A poco sólo crees en lo que ves a tu alrededor? ¿No piensas que hay más allá de lo que ves?
Por supuesto que no creo únicamente en lo que veo y palpo a mi alrededor y por supuesto que creo que hay mucho, pero mucho más allá. Tan convencido estoy de que hay más allá y que el más acá en que vivimos es apenas un ínfima partícula cósmica, que no me creo una explicación tan simplista y humana como la de un creador bueno y todo poderoso. No creo en Dios precisamente porque pienso que hay mucho más allá y la hipótesis de la máxima deidad se me hace en extremo limitada. Humano, demasiada humano como diría el buen Federico. También la gente trata de hacer ver como una absoluta incoherencia el que considere la existencia de fantasmas, espíritus y dimensiones desconocidas si soy ateo, pues según ellos debo mantener un esquema hegeliano de pensamiento que rechace a priori cualquier fenómeno que la naturaleza no pueda explicar. Creer en la existencia de un fantasma, por ejemplo, sería irracional, un reducto de ignorante medievalismo y superchería. Mentira. Por supuesto que creo en lo paranormal, pero no como algo ajeno a la razón. Más bien creo que todo en este mundo tiene una explicación y más aún, una explicación que puede ser comprendida por la razón humana. Me es imposible deglutir el dogma y suelo hacerle ascos a la fe, sin embargo creo que todo, hasta lo más insólito, es explicable. Incluidos los fantasmas, las dimensiones desconocidas, el contacto con los muertos. Por supuesto. Todo tiene una explicación. Lo más dulce o acaso más trágico de la condición humana, es su infinita ignorancia. Ignorantes de nuestro entorno, de nuestra propia naturaleza, ignorantes de nuestras capacidades e impulsos. El mundo es mar de misterios infinitos y aún ese mar de misterios es sólo una mínima célula en el Aleph universal.
A menudo la gente malinterpreta mi ateismo. Siempre me salen con la misma estupidez: ¿Entonces quién te creo? ¿De dónde vienes? ¿A poco sólo crees en lo que ves a tu alrededor? ¿No piensas que hay más allá de lo que ves?
Por supuesto que no creo únicamente en lo que veo y palpo a mi alrededor y por supuesto que creo que hay mucho, pero mucho más allá. Tan convencido estoy de que hay más allá y que el más acá en que vivimos es apenas un ínfima partícula cósmica, que no me creo una explicación tan simplista y humana como la de un creador bueno y todo poderoso. No creo en Dios precisamente porque pienso que hay mucho más allá y la hipótesis de la máxima deidad se me hace en extremo limitada. Humano, demasiada humano como diría el buen Federico. También la gente trata de hacer ver como una absoluta incoherencia el que considere la existencia de fantasmas, espíritus y dimensiones desconocidas si soy ateo, pues según ellos debo mantener un esquema hegeliano de pensamiento que rechace a priori cualquier fenómeno que la naturaleza no pueda explicar. Creer en la existencia de un fantasma, por ejemplo, sería irracional, un reducto de ignorante medievalismo y superchería. Mentira. Por supuesto que creo en lo paranormal, pero no como algo ajeno a la razón. Más bien creo que todo en este mundo tiene una explicación y más aún, una explicación que puede ser comprendida por la razón humana. Me es imposible deglutir el dogma y suelo hacerle ascos a la fe, sin embargo creo que todo, hasta lo más insólito, es explicable. Incluidos los fantasmas, las dimensiones desconocidas, el contacto con los muertos. Por supuesto. Todo tiene una explicación. Lo más dulce o acaso más trágico de la condición humana, es su infinita ignorancia. Ignorantes de nuestro entorno, de nuestra propia naturaleza, ignorantes de nuestras capacidades e impulsos. El mundo es mar de misterios infinitos y aún ese mar de misterios es sólo una mínima célula en el Aleph universal.