Eterno Retorno

Thursday, January 13, 2005

Un pequeño abismo los separa

A menudo me preguntan si creo que periodismo y literatura son lo mismo o si se complementan. Antes solía decir que eran perfectamente complementarios y que formaban un matrimonio perfecto, pero últimamente me he hartado de esa respuesta.
Demasiadas interpretaciones estériles he escuchado sobre esta viciada y prostituta relación de periodismo y literatura. Dejémonos de estupideces y medias tintas: No son lo mismo ni deben aspirar a ser lo mismo. Que A Sangre fría de Capote y Noticia de un secuestro de García Márquez son memorables reportajes que ganaron su pasaporte al pandemonio literario nadie lo cuestiona. Pero olvídense de análisis de textos, armadura estructural del relato y paseos por los bosques narrativos. La diferencia es sólo una, pero es un abismo insalvable. Una y otra vez he repetido que la diferencia fundamental estriba en un aspecto: La búsqueda de la verdad.
El periodismo debe, al menos en teoría, buscar siempre la verdad. Sí, ya se que en la práctica en vez de buscarla parece afanarse en alejarse de ella lo más posible o tergiversarla según su conveniencia. Pero al menos en el terreno de las intenciones o de las quijotescas plumas, la búsqueda de la verdad debe ser la motivación de todo periodista. Por el contrario, yo desconfío sistemáticamente de aquella literatura que busca revelar la verdad o peor aún, vender verdades absolutas. El creador de literatura debe ante todo ser un perfecto mentiroso, un embustero consumado. Ahí está el detalle.

De cualquier manera, rescato una respuesta del salvadoreño Horacio Castellanos Moya incluida en Reforma que no me parece desacertada:

Periodismo y literatura, ¿cómo se mezclan en usted?
Bueno, esa relación tiene su lado negativo y su lado positivo, se complementan. No puedo ser las dos cosas al mismo tiempo, y por eso es que tal vez tengo una obra pequeña, pues me he dedicado más tiempo a hacer periodismo, que es con lo que me gano la vida. Y claro que me ayuda, me nutre, pero igual me nutriría ser médico, o enfermero, es decir, no veo que alguien que se dedique al periodismo tenga más ventaja que otro para hacer literatura. Lo que pasa es que el periodismo lleva a ciertos temas.Ahora, el hecho de enfrentarse a la página en blanco, o a la pantalla en blanco, que conoce tan bien el periodista, y que muchos mencionan como una ventaja, no estoy tan seguro de que lo sea, porque el periodista corre el riego de escribir con facilidad literatura, y esto es ir al abismo.

En algo coincido pues.


Una descripción

- Anglómano, miope, cortés, huidizo, vestido de oscuro, reticente y familiar, cosmopolita que predica el nacionalismo, investigador solemne de cosas fútiles, humorista que nunca sonríe y nos hiela la sangre, inventor de otros poetas y destructor de sí mismo- . Las palabras son de Octavio Paz ¿A quién nos describe el Divo de Mixcoac? Adivinen... ¿No adivinan? Pues a Fernando Pessoa, faltaba más.
En este momento me estoy chutando El banquero anarquista, una de esas rarezas narrativas que produjo el señor Pessoa. Es curioso cuando los poetas se transforman en narradores. A menudo arrojan productos muy inocentes. Cito el caso de La Fanfarlo, un cuentito escrito por Baudelaire que me sorprendió por su inocultable carencia de malicia literaria. Empecé leyendo El banquero anarquista de Pessoa con la seguridad de encontrarme frente a una sátira (el título te obliga a pensar en ello) Pero unas cuantas páginas después no se si se trata sólo de una declaración de principios de las utopías que sería bueno defender si no fueran utópicas. Porque me queda claro que Pessoa es un conservador muy a su pesar, pero el discurso de su banquero bien puede interpretarse como una defensa ideal o intencionalmente utópica del anarquismo. Aclaro señores, mi opinión se basa en 27 páginas leídas. Al final del libro Pessoa puede darme una sorpresa.


Kureishi

Lo confieso: Hay libros que adquiero únicamente por su portada. Como no tengo amigos que gusten de la literatura ni me desenvuelvo en los nocivos ambientes que rodean al fenómeno de las letras y tampoco me creo los elogios o venenos de las revistas, es raro que alguien me recomiende un autor o me diga el clásico ¿ya leíste a este guey?
Así las cosas, las más de las veces conozco a nuevos autores por pura intuición y uno de mis criterios para seleccionar libros, es la portada. Una buena fotografía puede ayudar. Admito que en algunas ocasiones uno se pude llevar un tremendo chasco al elegir un libro únicamente por su portada. Tal cosa me ocurrió con La materia del deseo del boliviano Edmundo Paz Soldán, mismo que elegí por los ojos color agua de la rubiecita que aparece en la portada y que al final acabaron siendo lo mejor del libro, pues la novela en sí me pareció un fiasco. También por puro disfrute de portada llegué a Hanif Kureishi. Adquirí su libro de cuentos Siempre es media noche básicamente por la fotografía de portada, tomada por un tal Bill Diodato. La fotografía muestra una chica con un vestido negro (o acaso sólo cubierta por un paño) recostada sobre un sillón blanco. Su cara, medio cubierta por el pelo, está fuera de foco, lo mismo que su torso. Lo que destaca de la fotografía en primer plano enganchando de inmediato cualquier mirada, son las hermosas piernas de la chica, estratégicamente cruzadas. Así descubrí al escritor británico de origen paquistaní Hanif Kureishi. Cierta crítica publicada en la contraportada (pero aclaro que yo nunca le creo a las críticas), dice que Kureishi es un Salman Rushdie legible. No lo creo. Me parece que el comentario se basa únicamente en el hecho que de que Hanif, al igual que Salman, suele meter puros personajes oriundos de la India o Pakistán cuyo ecosistema son las calles de Londres.
Fuera de eso, no veo en Hanif aspiraciones iconoclastas. De hecho es un escritor terriblemente sencillo. Aparte de su cuento titulado El pene, que interpreto como un tributo u homenaje (por no pensar en plagio) a ese excelente cuento de Gogol titulado La nariz, el resto de las narraciones de Hanif se dan a la tarea de desmenuzar absurdas escenas cotidianas de la vida y conflictos en pareja. Al menos esa es la constante de sus cuentos. Y sin embargo no me parece para nada un escritor banal, si bien creo que muchas doñas disfrutarían de su lectura. La cuestión es que a consecuencia de su portada, más de uno se ha interesado en el libro y me ha preguntado si estoy leyendo una novela porno.

Aprendiendo español

Esta mañana, mientras iba en taxi de Rosarito a Tijuana leyendo Siempre es media noche de Hanif Kureishi, cuando el tipo de a lado se me quedó viendo y al ver que iba subrayando el libro (sí señores, soy capaz de subrayar con un vehículo en movimiento), me preguntó: ¿Estás aprendiendo español? Pensé en contestarle que sí con acento de gringo pendejo perdido en la Revo, pero le dije la verdad: No mi buen, hablo algo así como un 200% de español (y sólo por no ofenderlo no le dije que tengo en mi vocabulario cientos de expresiones que él posiblemente no conoce ni utiliza) Mi aspecto fenotípico ha dado lugar a muchas de las preguntas más pendejas que me han hecho en mi vida.