Mestizaje ibérico
Con agrado leo lo escrito por humphrey bloggart en torno a la historia de España y el rico fenómeno del mestizaje que se da en esa nación.
La historia de la Península Ibérica es la historia de la diversidad, del intercambio y de la hibridación cultural.
España es Roma, Medio Oriente, Cartago, Germania e Israel. Iberos, Celtas, Visigodos, Berberiscos, Hebreos cohabitaron durante siglos entre el Cantábrico y el Mediterráneo.
Sin duda, la España anterior a los Reyes Católicos fue la más rica. Fue la Península en donde árabes, judíos y cristianos supieron convivir en relativa paz intercambiando valores.
También fue por mucho el reducto europeo donde se podía mirar más luz en medio de las tinieblas feudales.
Ahí está para muestra la hermosa lengua romance que parlamos. En su excelente libro Gente de Cervantes, Juan Ramón Lodares narra el proceso de gestación de nuestra lengua que se da en la región de Burgos allá por el Siglo IX o X. El español nace como una lengua de frontera. En ese sentido, y mira que me da horror admitirlo, no son tan descabelladas las teorías en el sentido de que los chicanos pueden dar lugar a la formación de una nueva lengua. Después de todo, el español nace en la región fronteriza donde confluyen los vocablos mozárabes con un muy degenerado latín vulgar que empieza a derivar en una lengua romance protocastellana.
Una lengua nace cuando su uso es necesario y a menudo uno siente la necesidad de hablarla o aprenderla cuando su supervivencia o sustento está en juego. Las lenguas no se aprenden en las aulas, sino en la calle.
Por lo demás, creo que no necesito agregar una vez más la repugnancia que me inspiran los indigenistas y su visión acomplejada de la Conquista Española. Sus conceptos rimbombantes de supremacía indígena y sus aspiraciones ridículas de redención simplemente me deprimen. Nada hay más patético que un indigenista desgarrándose su red de agujeros mientras declama en tono plañidero su Visión de los Vencidos.
Sajones y normandos
Por supuesto que no tuvo el nivel de riqueza mestiza y multicultural que llegó a alcanzar la Península Ibérica, pero la historia de las Islas Británicas es también la historia del contraste y la diversidad. Celtas, caledonios, bretones, debieron enfrentarse a sajones y normandos. La Historia de Inglaterra y acaso la de Occidente entero no sería la misma sin la Conquista Normanda de Guillermo en el Siglo XI. A ello hay que sumar la gran diversidad tribal que ya existía en las Islas Británicas. ¿Cómo equiparar al sajón de Londres con el caledonio de las tierras altas de Dundee e Iverness? Hoy en día, Londres es tal vez la ciudad más cosmopolita de un planeta que de por sí es cada vez más cosmopolita.
Su herencia colonial se le revierte como boomerang. Hoy en día no es posible imaginar Londres sin su rostro indio, pakistaní, iraní y africano.
Cromwell
Siempre me ha llamado mucho la atención el fenómeno de la Revolución Inglesa, la Carta Magna y el nacimiento del Parlamento. Eclipsado como fenómeno histórico frente a la carnicería de la Revolución Francesa, la Revolución Puritana de las cabezas rapadas marca una cicatriz en la historia.
Carlos Estuardo fue el primer monarca europeo en ser ejecutado por su pueblo, el 30 de enero de 1649, 144 años antes que Luis XVI. Hay que entender lo que en aquel entonces significaba matar a un rey, algo que ontológicamente era equivalente a un deicidio. Matar al soberano era atentar contra la voluntad divina. Al rebanar el cuello de Carlos Esturado, Oliver Cromwell otorgó su primer certificado de humanidad a la monarquía. El cuello del rey era de carne y tenía sangre roja. Cuando veo a los ingleses postrados ante su anciana soberana cantando el God Save The Queen y a los tabloides amarillistas alimentando a miles de chismosos lectores con noticias sobre la familia real y la Princesa Diana, me cuesta trabajo creer que al menos por unos cuantos años Inglaterra fue una república. Pocas naciones como la Rubia Albión tienen tal vocación monárquica. De ahí que me resulte tan interesante el fenómeno de Cromwell. El domingo, Carol y yo vimos la película Matar un rey. No se nada de cine, pero la película me pareció buena. Aunque obviamente le pone su toque romántico, aborda con inteligencia el trauma psicológico que significaba para los ciudadanos matar a un soberano. También sabe reflejar la personalidad fanática y cambiante de Cromwell.
Dentro de su afán por negar el derecho divino de los reyes, Cromwell fue un puritano radical guiado ciegamente por la autoridad de la Biblia y dentro de su obsesión reformadora y su vocación por la austeridad, supo ser un tirano tan o más cruel que los monarcas que lo antecedieron. Un asustado testigo del caos reinante en Inglaterra llamado Thomas Hobbes, parió en esa época el mayor texto político escrito en la lengua de Shakespeare: El Leviatán.
La Revolución Inglesa es un parte aguas histórico que dio origen a las monarquías parlamentarias, pero carece de la solidez ideológica de la Ilustración que antecedió a la Revolución Francesa. Montesquieu se encargaría de perfeccionar la teoría de la división de poderes un Siglo después y aún dentro de la demencia jacobina de Robespierre, la Revolución Francesa cavó la tumba del derecho divino monárquico, si bien confieso que después de ver la babosa pleitesía con que un millón de plebeyos alrededor del mundo se postraron ante la boda de Felipe y Letizia, la verdad tengo mis dudas.
Con agrado leo lo escrito por humphrey bloggart en torno a la historia de España y el rico fenómeno del mestizaje que se da en esa nación.
La historia de la Península Ibérica es la historia de la diversidad, del intercambio y de la hibridación cultural.
España es Roma, Medio Oriente, Cartago, Germania e Israel. Iberos, Celtas, Visigodos, Berberiscos, Hebreos cohabitaron durante siglos entre el Cantábrico y el Mediterráneo.
Sin duda, la España anterior a los Reyes Católicos fue la más rica. Fue la Península en donde árabes, judíos y cristianos supieron convivir en relativa paz intercambiando valores.
También fue por mucho el reducto europeo donde se podía mirar más luz en medio de las tinieblas feudales.
Ahí está para muestra la hermosa lengua romance que parlamos. En su excelente libro Gente de Cervantes, Juan Ramón Lodares narra el proceso de gestación de nuestra lengua que se da en la región de Burgos allá por el Siglo IX o X. El español nace como una lengua de frontera. En ese sentido, y mira que me da horror admitirlo, no son tan descabelladas las teorías en el sentido de que los chicanos pueden dar lugar a la formación de una nueva lengua. Después de todo, el español nace en la región fronteriza donde confluyen los vocablos mozárabes con un muy degenerado latín vulgar que empieza a derivar en una lengua romance protocastellana.
Una lengua nace cuando su uso es necesario y a menudo uno siente la necesidad de hablarla o aprenderla cuando su supervivencia o sustento está en juego. Las lenguas no se aprenden en las aulas, sino en la calle.
Por lo demás, creo que no necesito agregar una vez más la repugnancia que me inspiran los indigenistas y su visión acomplejada de la Conquista Española. Sus conceptos rimbombantes de supremacía indígena y sus aspiraciones ridículas de redención simplemente me deprimen. Nada hay más patético que un indigenista desgarrándose su red de agujeros mientras declama en tono plañidero su Visión de los Vencidos.
Sajones y normandos
Por supuesto que no tuvo el nivel de riqueza mestiza y multicultural que llegó a alcanzar la Península Ibérica, pero la historia de las Islas Británicas es también la historia del contraste y la diversidad. Celtas, caledonios, bretones, debieron enfrentarse a sajones y normandos. La Historia de Inglaterra y acaso la de Occidente entero no sería la misma sin la Conquista Normanda de Guillermo en el Siglo XI. A ello hay que sumar la gran diversidad tribal que ya existía en las Islas Británicas. ¿Cómo equiparar al sajón de Londres con el caledonio de las tierras altas de Dundee e Iverness? Hoy en día, Londres es tal vez la ciudad más cosmopolita de un planeta que de por sí es cada vez más cosmopolita.
Su herencia colonial se le revierte como boomerang. Hoy en día no es posible imaginar Londres sin su rostro indio, pakistaní, iraní y africano.
Cromwell
Siempre me ha llamado mucho la atención el fenómeno de la Revolución Inglesa, la Carta Magna y el nacimiento del Parlamento. Eclipsado como fenómeno histórico frente a la carnicería de la Revolución Francesa, la Revolución Puritana de las cabezas rapadas marca una cicatriz en la historia.
Carlos Estuardo fue el primer monarca europeo en ser ejecutado por su pueblo, el 30 de enero de 1649, 144 años antes que Luis XVI. Hay que entender lo que en aquel entonces significaba matar a un rey, algo que ontológicamente era equivalente a un deicidio. Matar al soberano era atentar contra la voluntad divina. Al rebanar el cuello de Carlos Esturado, Oliver Cromwell otorgó su primer certificado de humanidad a la monarquía. El cuello del rey era de carne y tenía sangre roja. Cuando veo a los ingleses postrados ante su anciana soberana cantando el God Save The Queen y a los tabloides amarillistas alimentando a miles de chismosos lectores con noticias sobre la familia real y la Princesa Diana, me cuesta trabajo creer que al menos por unos cuantos años Inglaterra fue una república. Pocas naciones como la Rubia Albión tienen tal vocación monárquica. De ahí que me resulte tan interesante el fenómeno de Cromwell. El domingo, Carol y yo vimos la película Matar un rey. No se nada de cine, pero la película me pareció buena. Aunque obviamente le pone su toque romántico, aborda con inteligencia el trauma psicológico que significaba para los ciudadanos matar a un soberano. También sabe reflejar la personalidad fanática y cambiante de Cromwell.
Dentro de su afán por negar el derecho divino de los reyes, Cromwell fue un puritano radical guiado ciegamente por la autoridad de la Biblia y dentro de su obsesión reformadora y su vocación por la austeridad, supo ser un tirano tan o más cruel que los monarcas que lo antecedieron. Un asustado testigo del caos reinante en Inglaterra llamado Thomas Hobbes, parió en esa época el mayor texto político escrito en la lengua de Shakespeare: El Leviatán.
La Revolución Inglesa es un parte aguas histórico que dio origen a las monarquías parlamentarias, pero carece de la solidez ideológica de la Ilustración que antecedió a la Revolución Francesa. Montesquieu se encargaría de perfeccionar la teoría de la división de poderes un Siglo después y aún dentro de la demencia jacobina de Robespierre, la Revolución Francesa cavó la tumba del derecho divino monárquico, si bien confieso que después de ver la babosa pleitesía con que un millón de plebeyos alrededor del mundo se postraron ante la boda de Felipe y Letizia, la verdad tengo mis dudas.