Eterno Retorno

Monday, May 17, 2004

Waterloo felino en la Cenicienta

Pocas veces me siento tan bien por haber tomado una decisión tan acertada. El fin de semana Carolina y yo nos fuimos a Ensenada. Ya hacía falta una escapadita y la Cenicienta es una de nuestras escapatorias favoritas, pues nunca la pasamos mal. El viaje a Ensenada se disfruta desde la carretera, contemplando la inmensidad del Pacífico con alegres discos de Pixies y Ramones sonando a todo volumen. Llegamos al Hotel Bahía donde ya nos conocen re-bien, tanto, que hasta nos hacen descuento. Ahora rentamos una habitación con vista al Puerto, justo frente a la banderota. Por la tarde salimos a comer y decidimos experimentar con un restaurante que no conocíamos. Se llama Se De Vino y está justo frente al Hussong. Vaya elección atinada. Una carta de vinos completísima y a precios relativamente accesibles. De entrada pedimos un bienamado e infalible Nebbiolo para ir mojando paladar, que acompañamos con un suculento carpaccio. Posteriormente, el mesero nos recomendó un vino hasta entonces desconocido por nosotros. Se denomina simplemente Jalá. Precio similar al de Nebbiolo (sólo 15 pesos más caro) Una delicia el vino. Para esto estábamos en un patiecito junto a una fuente y soplaba un aire fresquecito, limpio, típico de la Cenicienta. Estábamos lo que se dice a gusto. Tanto, que aún sabiendo que eran las 15:00 y que en ese momento Tigres se jugaba la vida contra el Atlante, no me corrió prisa o angustia alguna por meterme a un sport bar a pegarme frente a la televisión. Estaba demasiado contento como para interrumpir el instante y enfocar toda mi concentración en el destino del equipo. Además, y se lo dije a Carolina, algún mal presentimiento rondaba por mi cabeza. Así que decidí borrar de mi cabeza la preocupación futbolera y sucedió lo inconcebible; Por una vez en la vida, no vi el partido de los Tigres. Créanme, es el primer juego de la temporada felina que no veo en vivo. Simplemente, alguna divina señal de mis paganos dioses futboleros me indicaron que no debía ser así. El tiempo transcurría, el vino hacía comunión perfecta entre nosotros y finalmente cayó la tarde. Decidimos hacer la sobremesa en el Hussong, para lo cual sólo tuvimos que cruzar la calle. Finalmente, al frescor de unas bohemias y unas rolitas norteñas, pensé que ya era necesario acabar con la incertidumbre, así que tomé el teléfono y le llamé a mi hermano Adrián a Monterrey para conocer el desenlace de la temporada felina. Sinceramente hubiera deseado que el retumbar de los instrumentos y el ruido de la cantina fuera tan alto como para no dejarme oír la terrible e infausta noticia que escuché de labios de mi querido hermano, que a más de 3 mil kilómetros de distancia, al píe del Cerro de las Mitras me daba el parte de la desgracia, el recuento de los daños de una guerra (que no una batalla) irremediablemente perdida: El Chamagol, en su caracterización de Chapulín Colorado, nos dio con el chipote chillón y mandó nuestras esperanzas a la fosa común. 0-2 GANÓ EL ATLANTE. M I E R D A Y R E C O N T R A M I E R D A. ¿Qué más me quedaba por hacer? ¿Irme a abrazar con el cantinero para completar un ritual de mexicanísima desolación? ¿Pedirle a los músicos que me tocaran 10 veces el himno de los Tigres mientras yo, en el trance de un llanto contenido bebía un mezcal tras otro? ¿Qué carajos puede hacer un aficionado felino cuando debe llevar como un tatuaje en el rostro un nuevo fracaso?
Pero la tarde era demasiado bella y por la ventana de la cantina se colaba una luz cachonda. Haciendo uso de la mayéutica socrática, me di a la tarea de hacerme mil y un preguntas para intentar explicar este fracaso. Recordé los empates 3-3 contra Monterrey, Pachuca y San Luis, todos concretados en el último minuto, luego de tener a los rivales bajo la bota. Recordé las malas salidas de Campagnuolo, los hierros y rebeldías estúpidas de Kleber, la carencia de un buen lateral que acompañe a Saavedra y de un buen central de relevo que le haga compañía a Hugo Sánchez cuando Claudio no esté al 100% (lo cual sucederá cada vez más a menudo, pues los años no pasan en balde y mi querido Emperador ya está por cumplir su ciclo) Pero fuera de esos detalles, creo que hay una excelente base de jugadores. Tenemos a la mejor dupla del Futbol Mexicano, integrada por Gaitán y Silvera (Campeonazo goleador, a mucho orgullo, además Marioni tiró varios penales y los de Silvera fueron todos en jugada) un gran armador como es Irenio, una promesa que dará de que hablar como Palacios, el mejor carrilero de México que es Saavedra (nomás no juegues finales y todos contentos) y al que sin duda será el central titular de la selección que es Hugo Sánchez. ¿Correr a Pumpido? Para nada. Pumpido tiene todo mi apoyo (y ojalá que el de la directiva, que cuenta un poquito más que el mío para ser sincero) No todos los equipos pueden presumir tener un cuadro tan ofensivo, con tantas variantes para llegar a gol Corregir los desajustes, tener una buena pretemporada (que nunca tuvimos por culpa de la mierda de pre libertadores) un merecido descanso y si se mantiene esta base tan ofensiva y hay respeto y continuidad al trabajo de Pumpido, agárrense bien para el próximo torneo.
¿La liguilla? No gracias, no la pienso ver ni me interesa. Me valen madre todos los equipos. Ojalá me entere que la ganó Jaguares de Chiapas y no los pinches Pumas, Chivas, América o Cruz Azul. Yo estaré en ayuno futbolero esperando con el paladar listo para el momento de disfrutar el manjar de la Eurocopa de Portugal que ya arranca en junio. Por lo pronto, sólo me resta agregar que la pasamos re- bien en la bella Cenicienta, pues si la tarde fue bella, la noche fue intensa.