Fe de Ratas
Noche de martes. Carol y yo cenamos en Giussepis de Playas, unos de nuestros rinconcitos más apreciados. El mesero toma la orden sólo por cortesía. Sabe bien que nuestro ritual no suele mutar; ensalada de espinacas con delicioso aderezo de mandarina para empezar, pizza rústica como plato fuerte y una botella de Cabernet de Cetto. El vino me supo a gloria. Luego de un tinto en extremo seco que me tuve que fletar en la última posada, un simple Cetto 2001 fue almíbar en mis labios.
Y hablamos mucho, de todo un poco. Beas tiene mucha razón cuando señala que las navidades son cierres de ciclo, el punto final de una página. El 2003 fue un año especial.
Entre los muchos temas de conversación, saltó a la mesa el asunto del blog y los recientes conflictos que me ha acarreado. Carol me lo dijo y tiene toda la razón: --Te equivocaste, no debiste haberte rebajado a contestar una agresión personal, no pierdas la cabeza por un simple juego como es el blog-
Las palabras de Carol suelen ser la guía de mi vida y me han arrojado luz sobre este asunto tan molesto. El blog es un juego, uno de mis pasatiempos favoritos sin duda, una terapia si ustedes quieren, pero no es para dedicarle un arranque de ira como el de ayer. Caí en su juego y me ensucié de lodo. No puedo decir que me arrepiento, porque el arrepentimiento es un sentimiento muy católico y por lo tanto no me va. Si fue Jekyll o Hide quien escribió, es lo de menos. Fui yo. El perdón es un concepto cobarde, pero me hubiera gustado seguir expresando mis ideas y debatiendo en torno a ellas sin necesidad de caer en ese manoteo al que me presté y que tan solo encochinó un sano intercambio. De mis ideas no me retracto un ápice y no cambio una sola coma. Las tengo muy claras y las expresa-ré cuando sea necesario. Pero me presté estúpidamente a una deprimente lucha en lodo con una persona a quien ni siquiera conozco. Tiene mucha razón Humphery Bloggart en señalar que el blog se avergüenza de este pleito y mucha razón Ju al señalar que olvidé la prudencia que me ha caracterizado siempre. La prudencia que siempre he sabido mantener aún en situaciones límite en el des-empeño de mi profesión. Y aunque la ira y el odio espontáneo suelen visitarme muy a menudo, nunca he sido amigo del rencor, la conspiración y la intriga. Los odios suelen ser huéspedes muy fugaces en mi cabeza. Nunca se quedan a vivir en ella y aunque usted no lo crea, soy capaz de dirimir las diferencias con mis peores enemigos bañados en tequila y con música de José Alfredo, como re-comienda sabiamente Rancho Electrónico, de la misma forma que muchas veces los he dirimido a punta de patadas o con espontáneos y sinceros insultos, como bien recomendaría Chango 100. En esta ocasión, lo mejor será optar por el silencio y tener la sabiduría necesaria para ignorar a los necios. A veces un chingazo en la cara es un homenaje y yo no estoy para andar homenajeando gente. La ira te visita unos cuantos minutos, te pica con un tridente y después se larga a la chingada dejándote ahí, en compañía de tu absurdo, meditando tu estupidez. Ni modo, la ira no es selectiva; por muchísimas pendejadas he dado y recibido chingazos a lo largo de mi vida. En una de esas le he recetado un chingazo hasta mi mejor amigo y sin alcohol de por medio. El blog es un juego muy divertido, un pasatiempo extraordinario, una adicción que sigo considerando sana y por fortuna no hay nadie en toda la blogósfera que sea objeto de mi rencor o mi odio o que merezca acciones o reacciones que vayan más allá de las fronteras de esta pantalla.
Noche de martes. Carol y yo cenamos en Giussepis de Playas, unos de nuestros rinconcitos más apreciados. El mesero toma la orden sólo por cortesía. Sabe bien que nuestro ritual no suele mutar; ensalada de espinacas con delicioso aderezo de mandarina para empezar, pizza rústica como plato fuerte y una botella de Cabernet de Cetto. El vino me supo a gloria. Luego de un tinto en extremo seco que me tuve que fletar en la última posada, un simple Cetto 2001 fue almíbar en mis labios.
Y hablamos mucho, de todo un poco. Beas tiene mucha razón cuando señala que las navidades son cierres de ciclo, el punto final de una página. El 2003 fue un año especial.
Entre los muchos temas de conversación, saltó a la mesa el asunto del blog y los recientes conflictos que me ha acarreado. Carol me lo dijo y tiene toda la razón: --Te equivocaste, no debiste haberte rebajado a contestar una agresión personal, no pierdas la cabeza por un simple juego como es el blog-
Las palabras de Carol suelen ser la guía de mi vida y me han arrojado luz sobre este asunto tan molesto. El blog es un juego, uno de mis pasatiempos favoritos sin duda, una terapia si ustedes quieren, pero no es para dedicarle un arranque de ira como el de ayer. Caí en su juego y me ensucié de lodo. No puedo decir que me arrepiento, porque el arrepentimiento es un sentimiento muy católico y por lo tanto no me va. Si fue Jekyll o Hide quien escribió, es lo de menos. Fui yo. El perdón es un concepto cobarde, pero me hubiera gustado seguir expresando mis ideas y debatiendo en torno a ellas sin necesidad de caer en ese manoteo al que me presté y que tan solo encochinó un sano intercambio. De mis ideas no me retracto un ápice y no cambio una sola coma. Las tengo muy claras y las expresa-ré cuando sea necesario. Pero me presté estúpidamente a una deprimente lucha en lodo con una persona a quien ni siquiera conozco. Tiene mucha razón Humphery Bloggart en señalar que el blog se avergüenza de este pleito y mucha razón Ju al señalar que olvidé la prudencia que me ha caracterizado siempre. La prudencia que siempre he sabido mantener aún en situaciones límite en el des-empeño de mi profesión. Y aunque la ira y el odio espontáneo suelen visitarme muy a menudo, nunca he sido amigo del rencor, la conspiración y la intriga. Los odios suelen ser huéspedes muy fugaces en mi cabeza. Nunca se quedan a vivir en ella y aunque usted no lo crea, soy capaz de dirimir las diferencias con mis peores enemigos bañados en tequila y con música de José Alfredo, como re-comienda sabiamente Rancho Electrónico, de la misma forma que muchas veces los he dirimido a punta de patadas o con espontáneos y sinceros insultos, como bien recomendaría Chango 100. En esta ocasión, lo mejor será optar por el silencio y tener la sabiduría necesaria para ignorar a los necios. A veces un chingazo en la cara es un homenaje y yo no estoy para andar homenajeando gente. La ira te visita unos cuantos minutos, te pica con un tridente y después se larga a la chingada dejándote ahí, en compañía de tu absurdo, meditando tu estupidez. Ni modo, la ira no es selectiva; por muchísimas pendejadas he dado y recibido chingazos a lo largo de mi vida. En una de esas le he recetado un chingazo hasta mi mejor amigo y sin alcohol de por medio. El blog es un juego muy divertido, un pasatiempo extraordinario, una adicción que sigo considerando sana y por fortuna no hay nadie en toda la blogósfera que sea objeto de mi rencor o mi odio o que merezca acciones o reacciones que vayan más allá de las fronteras de esta pantalla.