Mi compa Henning
Anoche terminé de leer la Falsa Pista del sueco Henning Mankell. Me duele poner punto final. Y es que era un libro que me tenía tan entretenido, tan enganchado, que me duele saber que en mi buró me estará esperando una nueva lectura con la que tal vez tarde unos días en identificarme o acaso no me identifique nunca. Mankell no es un fuera de serie ni un revolucionario, pero su narrativa es capaz de abrazarme. Es de esos libros que te caen bien, al grado que le pones rostro a los personajes y te imaginas hasta su tono de voz. Este sueco sigue los parámetros más clásicos de la novela policíaca y como buen ejemplar del género, me hace disfrutar más de la trama que del final. Después de todo, hay cogidas tan largas y tan deliciosas, que lo que menos deseas es venirte. Nadie me recomendó a Henning Mankell y no conozco a ningún cabrón que lo conozca (bueno yo en general soy muy poco sociable y conozco muy poca gente para ser sincero, así que no soy parámetro de medición) Aunque debe haber por miles, pues según tengo entendido ha sido traducido a 22 idiomas y es un exitazo de ventas en Suecia. Los perros de Riga me pasó, pero La falsa pista me agradó aún más. ¿Por qué? No sé, no me pregunten. No es nada original leer una historia de un asesino en serie de más de 430 pá-ginas e identificarse con la figura de un Sherlock Holmes de Escandinavia como es Kurt Walalnder. Pero a mi me gustó y mi universo literario se divide en los libros que me gustan y los que no me gustan y a veces la narrativa más convencional del mundo me puede fascinar. Si ya de por sí tenía ganas de visitar Suecia, ahora ya lo he puesto como nuestro destino prioritario para el lejano día en que se de la improbable combinación de tener dinero y vacaciones. Toda la trama del libro se desarrolla en la costa Sur de Suecia, en Escania, en Ystad, centro de operaciones, Malmö y Helsinborg. Ya me anda porque llegue el día en que Carolina y yo respiremos el frío aire de los mares escandinavos mientras cruzamos el puente que une a Dinamarca y Suecia.
En fin, el Ministerio de Turismo de Suecia le debe agradecer a Mankell y a las mil y un bandas de metal que hay en ese país, el haber generado el gran interés que tiene este tijuanense por adopción en ir de vacaciones a esos terruños.
Por lo demás, dicen que un libro es un amigo y por lo que a mí respecta, los libros de Mankell son mis grandes compas del momento.
Anoche terminé de leer la Falsa Pista del sueco Henning Mankell. Me duele poner punto final. Y es que era un libro que me tenía tan entretenido, tan enganchado, que me duele saber que en mi buró me estará esperando una nueva lectura con la que tal vez tarde unos días en identificarme o acaso no me identifique nunca. Mankell no es un fuera de serie ni un revolucionario, pero su narrativa es capaz de abrazarme. Es de esos libros que te caen bien, al grado que le pones rostro a los personajes y te imaginas hasta su tono de voz. Este sueco sigue los parámetros más clásicos de la novela policíaca y como buen ejemplar del género, me hace disfrutar más de la trama que del final. Después de todo, hay cogidas tan largas y tan deliciosas, que lo que menos deseas es venirte. Nadie me recomendó a Henning Mankell y no conozco a ningún cabrón que lo conozca (bueno yo en general soy muy poco sociable y conozco muy poca gente para ser sincero, así que no soy parámetro de medición) Aunque debe haber por miles, pues según tengo entendido ha sido traducido a 22 idiomas y es un exitazo de ventas en Suecia. Los perros de Riga me pasó, pero La falsa pista me agradó aún más. ¿Por qué? No sé, no me pregunten. No es nada original leer una historia de un asesino en serie de más de 430 pá-ginas e identificarse con la figura de un Sherlock Holmes de Escandinavia como es Kurt Walalnder. Pero a mi me gustó y mi universo literario se divide en los libros que me gustan y los que no me gustan y a veces la narrativa más convencional del mundo me puede fascinar. Si ya de por sí tenía ganas de visitar Suecia, ahora ya lo he puesto como nuestro destino prioritario para el lejano día en que se de la improbable combinación de tener dinero y vacaciones. Toda la trama del libro se desarrolla en la costa Sur de Suecia, en Escania, en Ystad, centro de operaciones, Malmö y Helsinborg. Ya me anda porque llegue el día en que Carolina y yo respiremos el frío aire de los mares escandinavos mientras cruzamos el puente que une a Dinamarca y Suecia.
En fin, el Ministerio de Turismo de Suecia le debe agradecer a Mankell y a las mil y un bandas de metal que hay en ese país, el haber generado el gran interés que tiene este tijuanense por adopción en ir de vacaciones a esos terruños.
Por lo demás, dicen que un libro es un amigo y por lo que a mí respecta, los libros de Mankell son mis grandes compas del momento.