En un día como hoy...
Un 28 de octubre, hace siete años, estaba en Amsterdam- Lo que en esa ciudad me sucedió es una historia intensa con triste final de la que no quiero hablar más. Lo que importa es que esa lluviosa mañana yo tenía que irme de ahí cuanto antes. En mis manos tenía el Eurailpass de un brasileño que me lo regaló aún con ocho días de viaje a cambio de que le pagara su taxi al aeropuerto De Gaulle de París, pues el pobre se había quedado literalmente sin un pinche quinto.
La cuestión es que el pase terminaba su vigencia el 29 de octubre y dado que mis recursos eran de lo más limitados, era imprescindible utilizarlo dando un brincote kilométrico. Me largué de Amsterdam pero al llegar a la frontera con Bélgica, ¡sorpresa¡ Los ferrocarrileros belgas estaban en huelga. A gritos y sombrerazos cruzamos Bélgica en camión y al llegar a la frontera francesa en Lille nos volvieron a trepar al tren. Para entonces había hecho amistad con unos paraguayos. Llegamos a París bien entrada la noche, pero yo no deseaba perder ni una hora así que a correr en putiza de Nord a Austerliz a agarrar un tren a Madrid. Tras algún tiempo de espera encontré lugar y agarré monte. Para entonces ya era la madrugada del 29. Cruzamos la frontera española por Irún y de ahí en un tren pachorro de largo recorrido Renfe hasta Madrid a donde arribamos en la tarde. En total entre un cambio de tren y otro, los ferrocarrileros huelguistas y los camiones belgas, me metí como 27 horas de la Central Staation de Amsterdam a Chamartín en Madrid- Los días que pasé en Madrid fueron los más divertidos de todo mi viaje, pero eso, también es otra historia.
Un 28 de octubre, hace siete años, estaba en Amsterdam- Lo que en esa ciudad me sucedió es una historia intensa con triste final de la que no quiero hablar más. Lo que importa es que esa lluviosa mañana yo tenía que irme de ahí cuanto antes. En mis manos tenía el Eurailpass de un brasileño que me lo regaló aún con ocho días de viaje a cambio de que le pagara su taxi al aeropuerto De Gaulle de París, pues el pobre se había quedado literalmente sin un pinche quinto.
La cuestión es que el pase terminaba su vigencia el 29 de octubre y dado que mis recursos eran de lo más limitados, era imprescindible utilizarlo dando un brincote kilométrico. Me largué de Amsterdam pero al llegar a la frontera con Bélgica, ¡sorpresa¡ Los ferrocarrileros belgas estaban en huelga. A gritos y sombrerazos cruzamos Bélgica en camión y al llegar a la frontera francesa en Lille nos volvieron a trepar al tren. Para entonces había hecho amistad con unos paraguayos. Llegamos a París bien entrada la noche, pero yo no deseaba perder ni una hora así que a correr en putiza de Nord a Austerliz a agarrar un tren a Madrid. Tras algún tiempo de espera encontré lugar y agarré monte. Para entonces ya era la madrugada del 29. Cruzamos la frontera española por Irún y de ahí en un tren pachorro de largo recorrido Renfe hasta Madrid a donde arribamos en la tarde. En total entre un cambio de tren y otro, los ferrocarrileros huelguistas y los camiones belgas, me metí como 27 horas de la Central Staation de Amsterdam a Chamartín en Madrid- Los días que pasé en Madrid fueron los más divertidos de todo mi viaje, pero eso, también es otra historia.