En una partida de ajedrez, el universo de movimientos imaginados pero no realizados, forma parte de la estructura del juego y es tan trascendente como aquellas jugadas que se concretan en el tablero. La teoría, bien se ha dicho, es plenamente aplicable a algunos libros, cuyo néctar se encuentra depositado en el corazón de las palabras no escritas. Quizá el ejemplo perfecto en literatura contemporánea sean las novelas de Mario Bellatín, que con admirable economía de lenguaje y diabólico juego de símbolos, dibuja en unas cuantas páginas los caminos más oscuros del espíritu humano. Hay algo de inquietante en la prosa de Bellatín, un presentimiento de estar frente a una naturaleza fantasmagórica que jamás es nombrada y que sin embargo es omnipresente en todo el relato.
Friday, November 28, 2003
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