En lo personal desconfío de los lectores excluyentes. Los hay quienes se dedican a trabajar como asesinos a sueldo del pasado y en nombre de una falsa y efímera modernidad, condenan a muerte a los clásicos. Pero igualmente reprobables son aque-llos que destinan al basurero cualquier novedad editorial y deciden recluirse en siglos pasados, cerrando su mente a cualquier nueva propuesta. Un lector, ante todo, debe tener hambre de leer y asume el riesgo de consumir todo aquello que cae en sus manos, sin criterios de género, editorial, época, tema o nacionalidad del autor. En la apuesta de la literatura, siempre existe un gran riesgo de invertir el tiempo en leer páginas prescindibles. Pero es precisamente ese riesgo el que transforma en un auténtico tesoro las buenas lecturas. Nada más fascinante que sorprenderse al descubrir una gran obra en el autor y la editorial más improbable.
Tuesday, July 15, 2003
<< Home