Sobriedad a fuerzas
He tomado la decisión. Este fin de semana limpiaré mi organismo. Ya le he metido demasiada carrilla. De jueves a domingo me dedico a machacarlo y he decidido decir ya basta. A partir de este día y hasta el lunes he decidido sobrevivir con agua y fruta. Nada más. Algo he traído en mi estómago esta semana que simplemente no me estoy. Anoche tomé dos cervezas y mi organismo dijo NO. Basta ya de alcohol. Basta de picantes, basta de grasas. Comprendí que me lo estaba pidiendo a gritos y decidí darle un descanso.
Sí, lo reconozco, lo más difícil va a ser no beber una gota de alcohol. Hace muchos, muchísimos fines de semana que eso no ocurre. Pero este fin de semana deberé ponerme en plan de Minor Threat. Ahora sí que no hay de otra.
El Capote de Gogol
Hoy por la mañana leí el cuento El capote de Nicolás Gogol. Este autor describe como pocos las bajas pasiones humanas que rondan en los empolvados escritorios de siniestras oficinas burocráticas. Me sorprende como desmenuza la soberbia del superior, los sueños ridículos del eterno esclavo y la transformación etílica del alma. El capote es un cuento que llega a ser cómico y hasta tierno. Su personaje me resulta familiar, pues tiene demasiados descendientes en la literatura del Siglo XX.
La novela cumbre de Gogol es Almas muertas. Mi canción favorita de Joy Division se llama Dead souls. Ignoró si Ian Curtis basó la rola en dicha novela.
Un cuadrangular literario
La única forma de de soportar la insoportable sobriedad que me aguarda será con una muy buena novela que tenga el efecto de un alucinante. Le tengo mi velita prendida a Castellanos Moya. Sus novelas nunca me defraudan. También tengo ahí El vendedor de viajes de Jaime Moreno, Donde habita el deseo del boliviano paz y mañana estoy decidido a comprar Los perros de Riga. Armaré un torneo cuadrangular entre las cuatro en base a volados para definir a la ganadora que me acompañará en el abstemio fin de semana que me aguarda.
Claro, no hay quinto malo. El cuadrangular podría ser pentagonal. Desde hace un buen rato tengo en mi librero Son de mar de Manuel Vicent. Mi madre me regaló el libro en mi último viaje a Monterrey. Como buen premio Alfaguara, viene en pasta dura. El problema es que su alfaguariana naturaleza premiada es un mal antecedente para mí. Ninguno de los dos premios Alfaguara que he leído ha sido capaz de sorprenderme. El vuelo de la Reina de Tomás Eloy tiene graves altibajos y cosas predecibles por no decir risibles. Últimas noticias del paraíso de Clara Sánchez me aburrió soberanamente. Claro, Vicent se presenta con buen currículum. Leí La novia de Matisse y me agradó bastante sin ser excelsa. El reportaje Cuaderno de Buenos Aires es exquisito y sus columnas en El País revelan una pluma con mucho oficio. Bruno Ruiz lo recomendó en su columna anterior y tal vez me anime a leer Son de mar de una buena vez por todas este fin de semana.
He tomado la decisión. Este fin de semana limpiaré mi organismo. Ya le he metido demasiada carrilla. De jueves a domingo me dedico a machacarlo y he decidido decir ya basta. A partir de este día y hasta el lunes he decidido sobrevivir con agua y fruta. Nada más. Algo he traído en mi estómago esta semana que simplemente no me estoy. Anoche tomé dos cervezas y mi organismo dijo NO. Basta ya de alcohol. Basta de picantes, basta de grasas. Comprendí que me lo estaba pidiendo a gritos y decidí darle un descanso.
Sí, lo reconozco, lo más difícil va a ser no beber una gota de alcohol. Hace muchos, muchísimos fines de semana que eso no ocurre. Pero este fin de semana deberé ponerme en plan de Minor Threat. Ahora sí que no hay de otra.
El Capote de Gogol
Hoy por la mañana leí el cuento El capote de Nicolás Gogol. Este autor describe como pocos las bajas pasiones humanas que rondan en los empolvados escritorios de siniestras oficinas burocráticas. Me sorprende como desmenuza la soberbia del superior, los sueños ridículos del eterno esclavo y la transformación etílica del alma. El capote es un cuento que llega a ser cómico y hasta tierno. Su personaje me resulta familiar, pues tiene demasiados descendientes en la literatura del Siglo XX.
La novela cumbre de Gogol es Almas muertas. Mi canción favorita de Joy Division se llama Dead souls. Ignoró si Ian Curtis basó la rola en dicha novela.
Un cuadrangular literario
La única forma de de soportar la insoportable sobriedad que me aguarda será con una muy buena novela que tenga el efecto de un alucinante. Le tengo mi velita prendida a Castellanos Moya. Sus novelas nunca me defraudan. También tengo ahí El vendedor de viajes de Jaime Moreno, Donde habita el deseo del boliviano paz y mañana estoy decidido a comprar Los perros de Riga. Armaré un torneo cuadrangular entre las cuatro en base a volados para definir a la ganadora que me acompañará en el abstemio fin de semana que me aguarda.
Claro, no hay quinto malo. El cuadrangular podría ser pentagonal. Desde hace un buen rato tengo en mi librero Son de mar de Manuel Vicent. Mi madre me regaló el libro en mi último viaje a Monterrey. Como buen premio Alfaguara, viene en pasta dura. El problema es que su alfaguariana naturaleza premiada es un mal antecedente para mí. Ninguno de los dos premios Alfaguara que he leído ha sido capaz de sorprenderme. El vuelo de la Reina de Tomás Eloy tiene graves altibajos y cosas predecibles por no decir risibles. Últimas noticias del paraíso de Clara Sánchez me aburrió soberanamente. Claro, Vicent se presenta con buen currículum. Leí La novia de Matisse y me agradó bastante sin ser excelsa. El reportaje Cuaderno de Buenos Aires es exquisito y sus columnas en El País revelan una pluma con mucho oficio. Bruno Ruiz lo recomendó en su columna anterior y tal vez me anime a leer Son de mar de una buena vez por todas este fin de semana.