Eterno Retorno

Monday, March 21, 2022

¿Por qué no me cae bien Benito Juárez?

 


¿Por qué no me cae bien Benito Juárez? Debe ser por mi rechazo a cualquier dogma de fe. Para mí, ser librepensador es enamorarse de la duda, del cuestionamiento, de la dimensión humana y no divina.

Soy un liberal y si hubiera vivido en 1857 sin duda habría apoyado las Leyes de Reforma, pero aun así creo que Miguel Miramón, con toda su mojigatería católica a cuestas, fue un mejor ser humano que Juárez y que Maximiliano, a diferencia del de Guelatao, sí que era un verdadero librepensador. ¿Les parece contradictorio de mi parte? A mí no me parece. Si me declaro ateo desde hace más de 30 años es porque detesto los dogmas y Juárez nos fue impuesto como un evangelio por el sistema educativo priista. Un ser infalible, hierático, pétreo como un ídolo azteca. La enseñanza oficialista no admitió sudor ni piel humana sobre el bronce. La perorata de asamblea patriotera debió ser aprendida de memoria, a chaleco, sin posibilidad de duda. Los masones lo defienden con el mismo fanatismo idólatra con que un numerario del opus dei defendería a Escrivá de Balaguer. Ahí no hay libertad de pensamiento; hay dogma y eso a mí me da asco. Francamente me gustaría que la memoria de Juárez dejara de ser una simple perorata de superación personal. Lo único que a medias machacan millones de niños mexicanos en la primaria es que un humilde pastorcito zapoteca llegó ser a presidente de la República. De mucho más no se habla. Repiten su frase y colorín colorado.

Su condición de santo patrono de la historia oficial le ha hecho muchísimo daño a Benito. Más allá del controvertido McLane-Ocampo, del apoyo militar de los Estados Unidos y de su aferre obsesivo al poder (de lo que podríamos pasarnos días hablando) me sorprende la adaptación a posteriori que se ha hecho del mito de Juárez transformándolo en bandera indigenista por su origen, cuando el de Guelatao fue más bien un creyente radical del mestizaje, al que veía como el gran motor de la historia mexicana que acabaría por asimilar y fundir por igual en el progreso a indígenas y criollos. Al final, la Ley de desamortización de bienes perjudicó tanto al clero católico como a las etnias. En esa ley, para no ir más lejos, está el origen de la guerra del Yaqui.

En vez de celebrar al “infalible” e “incorruptible” Juárez, este 21 de marzo prefiero celebrar a la gran generación liberal del 57. A esos grandes todólogos curiosos que lo mismo fueron poetas, que periodistas o astrónomos. Celebrar a los padrinos ideológicos como José María Luis Mora y Valentín Gómez Farías, o a las mentes ilustres como Ocampo, Guillermo Prieto, el Nigromante, Manuel Payno, Vicente Riva Palacio, Francisco Zarco o mi paisano Mariano Escobedo. Aunque cueste trabajo creerlo, algún día la República fue conducida por austeros escritores, periodistas, científicos y poetas, todos ellos destacadísimos y adelantados a su época.

Tantas mentes ilustres opacadas el ídolo de barro.