Eterno Retorno

Thursday, October 08, 2020

ebullición

 

Hoy a la distancia trato de analizar fríamente las claves o las explicaciones que dieron lugar a la racha más creativa y exitosa de mi vida.

Durante una época muy dura y sacrificada, en 2011 y 2012, agarré la costumbre de salir antes del amanecer y caminar por el cerro que está atrás de mi casa.   Caminaba unos 45 minutos hasta llegar a Santa Fe, en donde agarraba transporte rumbo al trabajo en Río. En esas caminatas todavía a oscuras, la cabeza era una tormenta, un volcán en erupción. Era una locura en verdad. Los pensamientos fluían a un ritmo alucinante. Después ocurrió que al final del 2012 se me acabó el trabajo y por primera vez en toda mi vida adulta, estuve en casa. Carolina y yo cambiamos roles. Yo empecé a cuidar a Iker y ella se dedicó a su negocio con muy buena fortuna. Después de tres años particularmente duros, estresantes e intensos, por primera vez en toooda mi vida podía estar solo en casa con muchas horas disponibles y sin angustias económicas. Me sentí como esos jugadores de básquet que entrenan en la semana con una cota de malla pesada sobre el torso, y que al momento de salir a jugar se sentían ligerísimos. Así me sentí yo. Ligero. Por primera vez sentía tener lo que nunca había tenido: tiempo. Empecé a escribir como loco, a un ritmo imparable. Casi todo lo que después cosechó premios en 2014-2015 y 2016, lo escribí en los amaneceres de 2013 y 2014. Nunca he vuelto a experimentar esa sensación.

Incluso lo que hice después, en 2017-2018 y lo que hago ahora mismo no nació con el mismo ímpetu. Su génesis no es tan intensa. Ello me lleva a pensar muchas cosas. Si uno analiza las biografías de las creadores, la conclusión es que sus periodos más fértiles y exitosos se limitan a unos cuantos años, a menudo no más de un lustro. Los ejemplos son vastísimos: Poe, Borges, Melville, Rulfo, Fitzgerald. Ello me aterra un poco porque a veces tengo la certidumbre de que en la vida solo una vez te hablas de tú con la magia, solo una vez brota un periodo de ebullición plena y me duele darme cuenta que a lo mejor mi momento ya pasó, que no he vuelto a sentir lo mismo.

Hay un chip que debe cambiar, como cambió radicalmente en 2013. En aquel entonces fueron muchos cambios y emociones fuertes en muy poco tiempo lo que derivó en una catarata imparable y en una descomunal alineación de astros. No estoy sumido en la agrafía ni  me he transformado en un Bartleby. Escribo siempre y no paro, pero no con el nivel de fuelle y catarsis de hace ocho años. Al final todo tiene que ver con disciplina, constancia, resistencia, pero también es un estado mental.