ebullición
Hoy a la distancia trato de analizar fríamente las claves
o las explicaciones que dieron lugar a la racha más creativa y exitosa de mi
vida.
Durante una época muy dura y sacrificada, en 2011 y 2012,
agarré la costumbre de salir antes del amanecer y caminar por el cerro que está
atrás de mi casa. Caminaba unos 45 minutos hasta llegar a Santa
Fe, en donde agarraba transporte rumbo al trabajo en Río. En esas caminatas
todavía a oscuras, la cabeza era una tormenta, un volcán en erupción. Era una
locura en verdad. Los pensamientos fluían a un ritmo alucinante. Después
ocurrió que al final del 2012 se me acabó el trabajo y por primera vez en toda
mi vida adulta, estuve en casa. Carolina y yo cambiamos roles. Yo empecé a
cuidar a Iker y ella se dedicó a su negocio con muy buena fortuna. Después de tres
años particularmente duros, estresantes e intensos, por primera vez en toooda
mi vida podía estar solo en casa con muchas horas disponibles y sin angustias
económicas. Me sentí como esos jugadores de básquet que entrenan en la semana
con una cota de malla pesada sobre el torso, y que al momento de salir a jugar
se sentían ligerísimos. Así me sentí yo. Ligero. Por primera vez sentía tener
lo que nunca había tenido: tiempo. Empecé a escribir como loco, a un ritmo
imparable. Casi todo lo que después cosechó premios en 2014-2015 y 2016, lo
escribí en los amaneceres de 2013 y 2014. Nunca he vuelto a experimentar esa sensación.
Incluso lo que hice después, en 2017-2018 y lo que hago
ahora mismo no nació con el mismo ímpetu. Su génesis no es tan intensa. Ello me
lleva a pensar muchas cosas. Si uno analiza las biografías de las creadores, la
conclusión es que sus periodos más fértiles y exitosos se limitan a unos
cuantos años, a menudo no más de un lustro. Los ejemplos son vastísimos: Poe,
Borges, Melville, Rulfo, Fitzgerald. Ello me aterra un poco porque a veces
tengo la certidumbre de que en la vida solo una vez te hablas de tú con la
magia, solo una vez brota un periodo de ebullición plena y me duele darme
cuenta que a lo mejor mi momento ya pasó, que no he vuelto a sentir lo mismo.
Hay un chip que debe cambiar, como cambió radicalmente en
2013. En aquel entonces fueron muchos cambios y emociones fuertes en muy poco
tiempo lo que derivó en una catarata imparable y en una descomunal alineación
de astros. No estoy sumido en la agrafía ni
me he transformado en un Bartleby. Escribo siempre y no paro, pero no
con el nivel de fuelle y catarsis de hace ocho años. Al final todo tiene que
ver con disciplina, constancia, resistencia, pero también es un estado mental.