Eterno Retorno

Wednesday, October 07, 2020

Sobre los pre miados

 

En unas horas sabremos ya quién ha ganado el Premio Nobel de Literatura. La baraja de nombres, como cada año, suele ser vasta, aunque por supuesto hay favoritos. Todo hace indicar que este año lo ganará una mujer y como el Nobel es más político que literario, sin duda el galardón será, ante todo,  un mensaje, una declaración de principios a favor del feminismo y los oprimidos.   Entre los más mencionados coincido en las amplias posibilidades  de la estadounidense Joyce Carol Oates, el portugués António Lobo Antunes o el rumano Mircea Cartarescu. Les falta insistir en Cormac McCarthy,  Paul Auster (uno de mis non plus ultra de toda la vida), Pascal Quignard (belleza de prosa), César Aira, Milan Kundera  (marcó mi vida en  los 90), o el descomunal e irreverente Houellebecq (sin duda el que más influye hoy en día). En el terreno de los gustos personales, me encantaría  que fuera en serio lo de premiar a Fernando Vallejo, pese a lo repetitivo que es. Sé que es una inocentada mencionar a  Horacio Castellanos Moya (sí, a mí me gusta bastante el salvadoreño); Mempo Giardinelli,  tal vez William Ospina, Alberto Manguel (aunque sea pedante  y haya fallado en mi contra en la final del premio García Márquez). No es tan inocente  barajar a  Siri Hustved, Don De Lillo, Enrique Vila-Matas, Sofi Oksanen, Delphine de Vigan,  Yasmina Reza, Roberto Calasso, Claudio Magris,  Alessandro Baricco,  José Luis Peixoto (aún es joven, tal vez dentro de unos años); Haruki Murakami (por choteado que esté);  y hasta Javier Marías con su corazón tan blanco y a veces tan denso. Me habría emocionado que se lo dieran en su momento a Ricardo Piglia o a Julio Ramón Ribeyro o  al eterno candidato,  Philip Roth, pero los muertos,  muertos están  (alguna perogrullada semejante dijo ayer López Gatell).  Yo sé que para los eruditos  no es cool  mencionar a Kundera, Murakami o Auster porque son accesibles a lectores ordinarios,  los encuentras en Sanborns y claro, es más  sofisticado y da más puntos escribir el impronunciable nombre rico en consonantes de algún mega excéntrico exquisito,  un centroeuropeo o un africano, alguien que de preferencia no esté traducido al español y no sea accesible al común de los lectores.  Y sí, de México se lo daría a José Agustín, a Enrique Serna o a Juan Villoro mucho antes que a Bellatin y compañía (tal vez se lo hubiera dado a Ignacio Padilla) como no hubiera dudado en dárselo a Carlos Fuentes con todo y su prescindible etapa tardía (y no niego que me emocionó el premio a Mario Vargas Llosa hace diez años) y se lo daría una y mil veces a Borges aunque cenara con Pinochet, con Videla y con mil tiranos cada noche por el resto de la eternidad, porque Georgie puede cenar con quien se le de la  gana e igual será siempre el más grande. Y sí, estoy consciente que de acuerdo al predecible, ordinario,  aburrido y mojigato Zeitgeist que todo lo infecta en este 2020,  no se lo darán a nadie de ellos. Probablemente lo gane alguien a quien no leeré nunca como no he leído ni leeré a un montón de premios Nobel, aunque le agradezco a la Academia Sueca que me haya dado la oportunidad de llegar a Pamuk,  Coetzee, Munro, Alexievich, Tokarczuk, quienes de otra forma difícilmente habrían sido distribuidos masivamente.