Tengo algún kilometraje recorrido en la libresca vagancia, pero lo de la noche del sábado colegas míos, fue punto y aparte. Acaso fue el shakespereano sueño de la noche de verano, la atmósfera del Franz Praga, el buen vinito, pero yo sospecho que lo más chingón de todo fue poder ver y charlar con personas a las que en verdad aprecio y con las que me unen tantas filias. No lo sé mis amigos, pero anoche simplemente me prendí y me emocioné y les juro que hacía un buen rato que no me sentía así. Gracias a Samantha por idear y organizar este aquelarre literario y a Jaime, Laura e Hilario por acompañarme en la mesa y también a Jorge Ruiz Dueñas cuya voz irrumpió en la noche tijuanense aunque se encuentre a 3 mil kilómetros de distancia. Jaime suele sacarme inesperados ases bajo la manga, pero anoche se voló la barda con esta grata sorpresa. Colegas: hay tardes en que pienso que el desparramadero de palabras es un ejercicio de arado en el mar, un arrojar botellas condenadas al naufragio, pero después de una velada como la de anoche te das cuenta que aún en las tormentas los barcos de papel llegan buen puerto. Gracias a todos por estar y gracias por leer. Al final, la herencia que me ha dejado tanto libro es un arsenal de gratitud.
Monday, August 22, 2016
<< Home