¿Alguien se pregunta en qué lecturas se diluye mi verano? No, nadie se lo pregunta, pero a mí me vale madre e igualmente les platico. Ya he escrito en torno a Pandora de Liliana Blum, una novela inteligente y matadora con un giro tan sorpresivo como cruel y el próximo domingo platicaré más ampliamente en Palabra de Rojo semidesierto de Joel Flores, un libro coral de catorce cuentos que bien puede leerse como una novela en viñetas. Me bastó media tarde de atípica lluvia veraniega para leer Fiesta en la madriguera de Juan Pablo Villalobos y ahora me dispongo a comenzar con Si viviéramos en un lugar normal. ¿Cómo definir al tapatío? ¿Narco-naif? No cabe duda que la aparente sencillez es a menudo el tono más complicado de lograr cuando hablamos de narrativa. Ayer leí Cumpleaños de César Aira, un libro particularmente ornitorrinco dentro de una biblioteca monotrema. Decir que una obra de Aira es rara o sui generis sería una perogrullada, pero Cumpleaños en verdad es punto y aparte, la única obra donde he encontrado al de Pringles hablando de sí mismo. Sigue La costurera y el viento. Terminé de leer la ultra cacareada Sumisión de Houellebecq y no encontré la islamofobia por ninguna parte. Es, como todo lo de Michel, un embutido de sátira y advertencia, la cruda monumental tras la orgía de occidente. Siempre que acabo de leer algo suyo me quedo con la misma pregunta: ¿De verdad quieres tu libertad? El monstruo de Houellebecq no es el islam caricaturizado de Rushdie, sino la estupidez superlativa del europeo. He leído (y releído) El encantador de Lila Azam, una delicia de narrativa fusión y una declaración de amor a la literatura que al menos a mí ya me inspiró un cuento (Ella es nabokoviana, sexto relato de Días de whisky malo). Empiezo a meterle diente a los cuentos de El error del milenio, de mi tocayo Daniel Espartaco, que fue premio Owen hace una década y desde entonces no ha parado. Ya hablaremos cuando concluya, lo cual puede ocurrir esta misma noche. Alucinante, al nivel de lo sublime, Ex futuros, tercer texto híbrido de Traiciones de la memoria de Héctor Abad Faciolince, al que he dedicado mi columna de esta semana en InfoBaja. Lo siento, pero no supero mi obsesión en torno aleatoriedad, destino y albedrío. Mi libro nocturno de buró es De animales a dioses, de Yuval Noah Harari, ampliamente recomendable para los creacionistas cristianos. Acaso el primer gran genocidio de nuestra historia fue el de sapiens contra neandertales. Este tipo de lecturas son una buena cura de humildad. Lentamente y en riguroso desorden disfruto el coctelito noir de Vivir y morir en Estados Unidos (La puerta negra no sale sobrando, pero según los editores el cuento no vende) y me dispongo a comenzar con De sangre y sol de Sergio González Rodríguez. En fin, estas son por ahora mis lecturas ¿No te gustan? No te preocupes, tengo otras.
Thursday, July 23, 2015
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