En la primavera de 1999, cuando desembarqué en Tijuana para trabajar en un periódico que aún no tenía nombre, mi primera lectura callejera fue Un asesino solitario de Élmer Mendoza. El monólogo culichi del Yorsh Macías me acompañó en mis primeras correrías a bordo de guayinas y calafias tijuaneras. Por el momento y las circunstancias en que fungió como compañero de viaje, Un asesino solitario fue un libro especial en mi vida, pero no creo exagerar cuando afirmo que marcó una frontera en la narrativa mexicana. Élmer inauguró la era de la narcopolítica moderna en las letras nacionales y fue el primero en exportar y lograr la traducción de la jerga sinaloense en otras latitudes. En la Navidad de 2001 Carolina me regaló El amante de Janis Joplin y con ese libro despedí uno de los años más intensos de mi vida. Desde entonces le sigo la pista a Élmer. La aleatoriedad me ha hecho coincidir un par de veces con él en la Feria de Los Mochis, pero fue particularmente grato recibirlo en Tijuana para presentar El misterio de la orquídea calavera en el Ceart. Un libro arriesgado con un sui generis detective adolescente como el Capi Garay y un muy bien logrado retrato de un personaje histórico como es el alucinante Edward James y su parque surrealista de Xilitla.
Saturday, November 01, 2014
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