Inmerso una parálisis contemplativa, miraba el rojo de las nubes desparramarse sobre el cielo y el mar, fundido con los mantos de los peregrinos y las sombras de las tumbas. Cada sombra se iba desvaneciendo hacia el punto de fuga mientras yo sentía diluirme en la levedad inmaterial y en ese dulce guiño del absurdo que de pronto nos arroja una intuición: todo esto es un sueño. Así me siento desde aquella tarde y desde entonces hay una certeza que no me abandona: tú, al igual que yo, estás soñando este instante, pero no nos basta con despertar. Somos el sueño de otro. Alguien más nos sueña, pero ese alguien ya no despierta.
Uno queda bocabajo en el césped; el otro alzando un puño mientras salta. Sus vidas congeladas para siempre en ese instante. Y el noticiero seguirá, brincando de un tema a otro, mientras la imagen en blanco y negro se reconstruye en algunas cabezas y alguien a medias comenta la muerte del viejo, que aguantó fuerte como roble y la vida seguirá, arrastrando en su torrente lo fugaz y lo eterno.
Wednesday, May 22, 2013
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