En el 12/12/12 la vida no parece sonreír ni estar de plácemes. En el 12/12/12 la palabra clave es sobrevivir y la supervivencia no se regala en este mundo. En el 12/12/12 el invierno (o el agonizante otoño vestido con traje invernal) patea la cara y los huevos mientras escupe a tu cara un gargajo helado. En el 12/12/12 el entorno te dice aquí ya no perteneces ni hay más sitio para ti. En el 12/12/12 el día tiene prisa por agonizar y la noche desparrama, soberbia e inclemente su manto. Nunca antes la existencia se me había puesto tan cuesta arriba. Vaya, no es que alguna vez la haya tenido fácil. Acostumbrado estoy a un destino que juega rudo, pero no se jugar con marcador en contra. Vaya, digamos que a lo largo de la vida me ha tocado enfrentar partidos complicadísimos, de inclemente cero a cero. También me he acostumbrado a administrar ventajas raquíticas, a jugar con el 1-0 a favor echando el camión atrás y la oración a los dioses en los que juro no creer. Juego con ventajas mínimas y a grito y sombrerazo suelo salir ganando, administrando contragolpes y defendiendo el golecito, pero hoy por vez primera toca jugar con el marcador en contra. Voy perdiendo el partido por dos o tres goles y estoy obligado, sí o sí, a salir a acortar la goleada, sin demasiado tiempo ni recursos ofensivos. Obligado a atacar, a buscar, a tirar centros al área y a crear jugadas de gol. Un 12/12/12 de cielo cerrado, teléfono en silencio y correo vacío. Un 12/12/12 que ni siquiera huele a profecía o Apocalipsis, porque la peor condena no es un bestia de siete cabezas o una trompeta endiablada, sino la ruina que llega lenta y constante como la corrosión y el hongo. Esa es mi realidad en el 12/12/12, el aquí y ahora en donde no quiero estar más, el instante preciso de mi biografía donde sería preferible estar ausente y decir adiós.
Wednesday, December 12, 2012
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