Antenoche me soñé escribiendo la biografía de Argemiro Montaño. En mi sueño escribía e investigaba con tal fluidez y soltura, que por un momento creí estar por fin dando forma a mi eternamente postergada novela nonata. Sí, en mi sueño la escritura era hedonismo puro, un verdadero arrebato inspirador, pero aquello no era ficción ni poesía, sino una historia real, hecha y derecha, trabajada con mi riguroso método de biógrafo serio. La nitidez y el realismo del sueño eran tales, que al despertar dudé si no habría estado yo antes en Nacozari, o en ese poblado que mi subconsciente representa como Nacozari, a donde viajé para entrevistar a unos cuantos viejos que conocieron a Argemiro Montaño en su infancia y adolescencia. Tan completo fue mi sueño, que me representé en mi fase de investigador, recogiendo testimonios y hurgando en documentos del registro civil del poblado, pero también hubo tiempo para verme a mí mismo escribiendo sin descanso en el cuarto de un hotelucho a un lado de una vieja mina de cobre. Tal vez la única diferencia con lo que creo es la realidad, es que hasta ahora sólo he escrito biografías de personas vivas que se han pasado horas frente a una grabadora contándome su vida (o lo que ellas quieren que se narre o se recuerde como su vida). La de Argemiro Montaño, en cambio, es, o será, mi primera biografía donde el libro termina con la muerte del personaje. Es también la primera biografía en donde yo juego un rol fundamental y si bien aún puedo contar con los dedos de una mano las veces que vi en mi vida a Argemiro Montaño, la realidad es que soy un personaje insustituible en su historia. Vaya, digamos que por vez primera en una biografía tengo algo realmente revelador que contar, aunque me alegro de haberlo contado solo en mi sueño.
Tuesday, December 04, 2012
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