CUANDO EL PERIODISMO SE VISTE DE LITERATURA. Antología de la crónica latinoamericana actual. Darío Jaramillo Agudelo. Alfaguara. Mejor que ficción. Crónicas ejemplares. Jorge Carrión. Anagrama-- Por Daniel Salinas Basave
Nunca en la historia de Biblioteca de Babel había reseñado dos libros en una misma entrega, pero siempre hay una primera vez. Tampoco soy muy partidario de reseñar compilaciones, pues cada autor y cada texto es un mundo y es casi imposible no ceder al vicio de la odiosa comparación. En este caso hablamos de dos libros con tantas coincidencias, que es imposible no colocarlos en paquete. Se trata de dos muy bien logradas antologías del mejor periodismo narrativo en español que salieron a la calle con apenas un mes de diferencia y que han estado destinadas a ser vecinas en las mesas de novedades editoriales en librerías a lo largo y ancho de todo Hispanoamérica. Sin duda los dos compiladores, el catalán Jorge Carrión y el colombiano Darío Jaramillo, se han acostumbrado a ser colocados en pareja, pues resulta realmente atípico que dos célebres editoriales españolas saquen al mismo tiempo sus respectivas antologías de un mismo género. Ignoro si quisieron competir aunque visto desde afuera y sin tener detalles sobre los procesos de publicación, más bien parece que optaron por complementarse y me parece complicado creer que Carrión y Jaramillo no se hayan hablado por teléfono para ponerse de acuerdo sobre qué textos publicar. Y es que tanto la antología de Alfaguara como la de Anagrama coinciden en muchos de los cronistas compilados, aunque por fortuna (y aquí es donde creo que pudo haber acuerdo) no se repiten textos. Ambas antologías incluyen a los cronistas que podrían considerarse canónicos como Juan Villoro, Leila Guerriero, Martín Caparrós, Alberto Salcedo Ramos, Pedro Lemebel, Fabrizio Mejía Madrid, Cristián Alarcón y Juan Pablo Meneses. Ambos coinciden en que antología no debe ser sinónimo de canon, pero es obvio que para ambos existe una primera división del periodismo narrativo latinoamericano que es ineludible. Por supuesto, cada compilador incluye un extenso prólogo donde cada uno diserta sobre la naturaleza y evolución de la crónica periodística en Latinoamérica y es aquí donde podríamos encontrar algunos contrastes, aunque siguen siendo más las coincidencias. Competencias editoriales aparte, el que sale ganando sin duda es el lector pues de golpe y porrazo tenemos más de mil páginas de la mejor narrativa de no ficción, lo cual es digno de celebrarse, pues el género no tiene demasiado espacio en las grandes editoriales que suelen dar amplia preferencia a la novela. Anagrama sí tiene una colección de crónica (de hecho esta antología es su libro número 97) donde incluye entre otros a Joe Lee Anderson o a Sergio González Rodríguez, pero le ha dado prioridad a la ficción. De revistas y periódicos ni hablar, pues son pocos los medios que apuestan a las grandes historias. Cuestión de tiempo, pues pocos jefes de redacción o directores editoriales suelen ceder días a sus reporteros para que trabajen y construyan una buena historia, pero sobre todo de espacio, pues es raro el medio que se la juega a destinar más de una página a una crónica. En México la revista icónica que se mantiene fiel a la mejor crónica es sin duda Gatopardo, que ya contribuyó hace algunos años con la antología Crónicas de otro planeta compilada por Guillermo Osorno. En tiempos en que la brevedad y la inmediatez imponen su ley y donde nuestra asimilación de la realidad resulta condicionada por los 140 caracteres del Twitter, la crónica periodística parece ser un género que marchara en contra del espíritu de la época y sin embargo, cuando se ve la pobreza cultural de la inmensa mayoría de los medios audiovisuales, queda claro que nunca como ahora había sido tan necesaria. Vaya, decenas de medios impresos intentan repetir sin valor agregado lo que el lector ya ha leído en internet o visto en la tele. Precisamente, el verdadero néctar del periodismo escrito, en el que ningún medio audiovisual podrá competirle, radica en una historia bien contada, con pulso de literato, pluma maliciosa y sangre en las venas. No es exagerado afirmar que la mejor narrativa latinoamericana actual, está en las crónicas y no en las novelas. Vaya, hace un buen rato que no leo una novela latinoamericana capaz de volarme la cabeza y la mejor que he leído este año, se llama Los Living y la escribió Martín Caparrós, un cronista de cepa incluido en estas dos antologías y aunque todavía no le meto diente, he oído excelentes comentarios de la última ficción de Juan Villoro. Por lo que a este par de antologías respecta, la diferencia más notable es que la de Alfaguara es 200 páginas más extensa. Esta mayor extensión la aprovecha el compilador incluyendo un muy bien logrado apéndice donde los cronistas escriben sobre la crónica, lo que además de su valor como compilación le da al libro el rescatable agregado de incluir pequeños ensayos sobre el género. Lo que sí me parece un desperdicio de la antología de Alfaguara, es que repite textos de las “vacas sagradas”, léase Villoro, Guerriero, Salcedo Ramos y no es que tenga nada en contra es estos excelentes cronistas y sus textos, que nunca tienen desperdicio, pero me hubiera gustado que se aprovechara el espacio para incluir a plumas no canónicas sin tanto espacio en los medios. Vaya hay decenas de jóvenes periodistas que están haciendo un gran trabajo y que tienen méritos suficientes para estar en estas antologías. En ese sentido, el mérito de la antología de Anagrama, además de no repetir autores, está en incluir un extenso diccionario de cronistas hispanoamericanos que están actualmente publicando en medios. En cualquier caso, creo que a cualquier estudiante o practicante del periodismo le viene de maravilla tener este par de volúmenes en su escritorio y convertirlos en compañeros de viaje y peripecia. Cierto, el periodismo como la prostitución se aprende en la calle, pero siempre es bueno estar leyendo lo que hacen los colegas que se atreven a ir más allá y desafiando a los castrantes manuales de estilo, le sueltan la rienda a la pluma y dejan que sus letras se tornen insurrectas.