El Tribunal Federal Electoral ha dado su última palabra al señalar que México tuvo una elección libre y auténtica, desestimando las pruebas aportadas por el Movimiento Progresista. Oficialmente Enrique Peña Nieto es hoy el presidente electo de México. La realidad, es que nadie, o casi nadie, creímos que el Tribunal Federal pudiera anular la elección. Tampoco era lo más conveniente y la realidad es que las pruebas aportadas por el Movimiento Progresista carecieron de la solidez suficiente como para revocar el triunfo priista. Sin embargo, aunque legalmente ya nadie podrá objetar el triunfo de Peña Nieto, moralmente será siempre cuestionable. Tal vez técnica y legalmente no se podrá demostrar un fraude, pero en los hechos y en el imaginario colectivo quedará como una elección desaseada, turbulenta, donde es obvio que se recurrió a sucios métodos que un país donde se paga la democracia más cara del mundo, debería haber superado ya. Vaya, parece increíble que gastando millones en vigilancia y blindaje electoral, no podamos tener una elección libre de sospechas y sigamos viendo prácticas de acarreo, manipulación y compra de voto propias del peor caciquismo. No existen los elementos legales para anular el proceso, cierto, pero eso no lo convierte en los hechos en un proceso pulcro. La lección que deja el proceso electoral 2012 es que urge una reforma electoral que contemple la segunda vuelta y urge que todo ese trabajo de vigilancia que en teoría realiza la Fepade, se vuelva práctico y eficiente en los hechos. Aunque en materia democrática se han dado grandes pasos y se han gastado millones en pagar árbitros y policías electorales, el poder tener un proceso electoral libre de sospecha en México sigue siendo un lujo al que pocas veces hemos podido acceder los mexicanos. Un tribunal puede legitimar un triunfo, pero la legitimidad moral sólo la otorga la ciudadanía y eso sólo se logra con trabajo duro y honesto. ¿Podrá el presidente electo legitimarse moralmente?
Friday, August 31, 2012
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