Eterno Retorno

Friday, May 18, 2012

En mi cabeza una rola de Hermética: Se me cumple, hoy el sueño pendejo de ayer y fue por rebelde que al Metal pesado me aguanté. Claro, también podría apostar por una rola de Yngwie Malmsteen y cantar Be Careful What You Wish For. Se me cumplen sueños por los que he trabajado muy duro. No quiero sonar como una mierda de superación personal, pero esto lo construyes todos los días, con una buena dosis de huevos y de fe. Se trataba simplemente de aceptar y decir “sé lo que quiero y tengo idea de cómo conseguirlo”. Y una vez que lo has conseguido, a otra cosa mariposa. Recorro una ciudad caótica y desquiciada a bordo de dos ruedas que muevo con mis piernas. Atravieso Insurgentes, bajo por Avenida Nuevo León en La Condesa, volteo en Sonora, cruzo Reforma y el Circuito. Me juego la vida cada segundo y la vida, sepan ustedes, vale la pena ser vivida, inmensamente. Amanezco con la nota de El Economista que ha firmado mi colega Jorge Daniel Camarena, un entrevistador particularmente agudo y bien informado. Imaginé un tipo que se expresaría en lenguaje de Cetes y Udis y me encuentro con un literato cuya tesis de licenciatura en Letras Inglesas es sobre la figura del héroe byroniano, que escribe haikus y sonetos. A las tres de la tarde llego a Sanborns de Insurgentes y Parque Hundido. En una caja, junto a la primera edición de La Broma de Milan Kundera en TusQuets que presentan como novedad (obvia decir que tengo la edición de La Broma en Seix Barral desde hace más de 20 años) está La Liturgia del Tigre Blanco de un tal Daniel Salinas Basave. Mi libro está siendo desempacado de las cajas y colocado en la mesa de novedades. Al atardecer entrevista con Fernanda Tapia en MVS. Por la noche llego a Gandhi en Mazarik, amarro la bici en un poste, llego a la mesa de novedades y ahí está mi libro. Uno de los mayores vicios de mi vida es ir a librerías. Me ha pasado la vida entera desparramando las horas en esos santuarios. Si sumo todas las horas de mi existencia que han transcurrido dentro de una librería (pues has de saber que cuando entro a una me paso unas tres horas, siempre y cuando no esté en Buenos Aires, donde se va la tarde o la noche entera) supongo que tiene algún significado entrar por vez primera a una Gandhi y ver que en la mesa de bienvenida, dándote el saludo, está un pinche libro escrito por mí. ¿Sueño cumplido? No lo sé. Es tan simple e intenso como ha sido ver Mitos del Bicentenario en la Librería El Día durante dos años, porque si hay una librería a la que tengo cariño es El Día en Sánchez Taboada. La diferencia es que este libro lo vas a ver en todo México, pero al final es lo mismo. Ahora mismo estoy en El Péndulo de Pasaje Polanco a donde he venido de urgencia para conectarme, pues tengo un trabajo que atender y nadie de los que me rodean imaginan lo que he estado haciendo. Rodeado por mil y un libros, siento que si vengo aquí todas las tardes, van a nacer mil y un mitos, réquiems y liturgias. Y ahora mismo posteo este desvarío y me retiro a bordo de la bici a perderme en las calles de la capital pensando que esta vida ha valido la pena ser vivida y aunque me la paso escribiendo sobre la Muerte, quiero que sepas que le he pedido a mi amiga y protectora que me deje otro rato, porque esto apenas comienza, porque hay un millón de letras por desparramar y porque esto es solo el principio, porque tengo mil y un sueños y proyectos en la cabeza y esto apenas comienza y lo festejo como siempre, en soledad y feliz. ¿Sabes una cosa? Yo nací para esto. ¿Y sabes otra cosa? Lo que más deseo en el mundo en este momento es estar con Iker y Carolina.