¿Quiere alguien saber lo que trama Belén Arzaluz, narradora de Racimo de Horcas? Chutaos sus últimas andanzas en esta caótica novela-ensayo.
¿Fue realmente a James Dean a quien se le ocurrió el concepto del bello cadáver? Un personaje demasiado pop para albergar ideas muy profundas. En cualquier caso, la fascinación por retirarse a tiempo de la vida y conjurar la vejez con una muerte juvenil, se la debo al timorato rebelde sin causa, que no debe haber sido un cadáver muy bello que digamos, pues nadie que muera destrozado entre los fierros de un automóvil queda como un muñequito de aparador. Sea o no de James Dean, la frase “vive rápido, muere joven y deja un bello cadáver”, quedó a medias como la inscripción en el escudo de armas de una generación demasiado hedonista para soportar la vejez, pero demasiado cobarde para darse muerte con su propia mano. Vivir rápido y ser bello es la obsesión recurrente, pero pocos tuvieron los huevos para transformarse a tiempo en cadáver. En lugar de la muerte joven, los descendientes de James Dean optaron por el bisturí y sus cuerpos buscaron infructuosamente eternizar la belleza inmolando vientres flácidos y repugnantes papadas en el altar de sacrificios del quirófano. El ideal helénico del cuerpo eternamente perfecto fue invocado en liposucciones y cirugías reconstructivas. Mis compañeras de clase estaban tan aterradas como yo por la idea de la vejez, pero les aterraba aun más la católica culpa del suicidio.
XX
Del bello cadáver de James Dean, pasé a navegar en aguas más profundas sólo para reparar en lo absolutamente romántica que es la autoinmolación. El suicidio puede ser un acto profundamente cursi. Suicidarse es darse demasiada importancia. Quien se suicida dramatiza su vida y el drama es casi por definición cursilería pura. Pregúntenle a los románticos alemanes que hicieron del suicido azotado una de las bellas artes. Suicidio entre hadas y palacios, entre Danubios azules y rosas siempre rojísimas, con damiselas de pieles de porcelana y salones vieneses. El suicidio bohemio, tan atiborrado de poemas y bucólicas contemplaciones. Al Werther de Goethe se le pueden achacar más inspiraciones suicidas que a Ozzy Osbourne, Judas Priest, Marylin Manson y todos esos artistas llevados a corte por orillar a adolescentes a quitarse la vida. El suicidio sólo debe mirarse como una debilidad del hombre, porque indudablemente es más fácil morir que soportar sin tregua una vida llena de amarguras, escribió Goethe, pero su Werther se convirtió en el ícono de decenas de aspirantes a poetas que acabaron autoinmolados. Werther fue el padre del suicidio contagioso. Ningún otro hecho es tan rápidamente transmitido por contagio como el suicidio", dice Emile Durkheim y la obra epistolar que Goethe publicó en 1774 se transformó en el primer virus suicida de la humanidad. Los contagiados de Werther eran detallistas en extremo y tenían el cuidado de elegir una vestimenta idéntica a la de su ídolo: chaqueta azul, chaleco amarillo, camisa abierta, pantalones blancos, botas altas cafés y sombrero redondo; y, se disparaban sentados en el escritorio con un libro frente a ellos. Vestidos para matarse. ¿Cuántos suicidas contagiados por Werther hubo en realidad? ¿Es el chaleco amarillo y la chaqueta azul una leyenda romántica? Lo cierto es que sin ser una novela oscura u obscena para la moral de la época, el Werther de Goethe acabó siendo prohibida en varios países por incitar a los jóvenes a matarse.