Ya llegan las Idus de Marzo, ya llega la atmósfera de presagio y colinas verdes, de cielo mojado y dagas afiladas.
Idus de Marzo, flores amarillas y viento helado. Idus de Marzo y la danza de la liebre loca.
Frágil equilibrio es la palabra de hoy. La complicada estructura de una aparente armonía cimentada en el caos. Frágil equilibrio, palacios de arena sostenidos con alfileres. Presagio de estallido, de rompimiento, de derrumbe. Frágil equilibrio, un edificio de ilusiones sobre mis dedos mojados, una utopía que jura tener huesos duros.
La ciega intuición, esa suerte de sexto sentido literario que suele acompañarme durante mis exploraciones en las librerías, me llevó hasta Lejos de Dónde, sui generis novela del argentino autoexiliado en Francia Edgardo Cozarinsky. Confieso que ninguna referencia previa tenía yo de este narrador y fue simple corazonada bibliófila la que me llevó a sus páginas. Conclusión: hay que hacerle caso al sexto sentido. El simple olfato me ha dado mejores sorpresas que las fanfarrias de los críticos. En Lejos de Dónde encontré un inteligente manejo de tiempos, una prosa obsesivamente pulcra y una historia cargada de señales ocultas con simbología de tragedia griega; destino fatal, sendero kármico (¿drama edípico habría de afirmar?) Una mujer huye de la Alemania Nazi al destino favorito de los SS prófugos, la Argentina de los 40. La antigua guardiana de campo de concentración se transforma en madre de un guerrillero montonero. Eterno retorno de la traición, aleatoriedad, destino inmisericorde. Un señor librazo el de Cozarinsky.