Retorno a Tijuana tras un oasis regiomontano en medio del verano. Ir a Monterrey en este momento fue algo más que un proceso de desintoxicación mental y una suerte de auto exorcismo. Demasiados demonios eran huéspedes de mi cabeza en estos días calientes y si bien no puedo presumir haberlos mandado al exilio, creo que por lo menos los he domesticado al grado de vivir en alegre compadrazgo con ellos. Mis demonios y yo podemos tomarnos una cerveza como buenos camaradas de vez en cuando. Lo cierto es que cada vez me gusta más ir a Monterrey a cargar baterías.
En esta ocasión hasta el clima se puso de acuerdo para hacerme feliz. Al agosto regio hay que respetarlo, so pena de arder en el mismísimo infierno. La mayoría de mis visitas a la patria chica en los últimos siete años se habían dado en invierno. Desde el siglo pasado, en el ya lejano 1998, no había pasado un solo día de verano en Monterrey. Pues bien, en esta ocasión las montañas decidieron lucir frescos sombreros de nubes. Chaparrones espontáneos, nublados permanentes y un airecito casi primaveral conspiraron a mi favor.
Este viaje fue un oasis en todo el sentido de la palabra. Después de deambular por meses en un desierto de furia, reportajes delicados, escuchando testimonios desgarradores de víctimas de plagios y tras cometer algunos excesos laborales propios de workaholic, la desconexión llegó justo a tiempo. Realmente necesitaba estos días. Sentado de nuevo frente a mi escritorio, rodeado por todo ese caótico sistema solar que constituye mi vida diaria, caigo en la cuenta de que mi ánimo está en mucha mejor disposición para enfrentarlo.
Volver al origen siempre será la mejor medicina. Abrevar del oasis primario es la fuente de energía de la vida. Los 365 días del año tengo muy presente que tengo una familia, pero es necesario vivirla y estar junto a ellos para volver a sentirte fuerte y darte cuenta que la vida vale la pena ser vivida una y mil veces. Pido una disculpa a los muchos amigos regios que no llamé aunque sea para saludar. En esta ocasión fui para ver a mi familia y nada más. Ahí será para la otra.
Ahora volverá el ejercicio, las comidas sanas, el gambetear al insomnio, los furtivos vasos de whisky, el invocar una poca de inspiración para crónicas y columnas, un sin fin llamadas inoportunas, kilos de grilla política y rumores sobre secuestros millonarios, los ejecutados nuestros de cada mañana, los basta ya de una sociedad indignada por el crimen, los destapes y pronunciamientos, el tecleo constante, el hablar y escribir al mismo tiempo mientras otras cuatro cosas pasan por tu cabeza y debates en msg el futro del planeta, esperando que llegue el fin de semana y los Tigres ganen al tiempo que Motörhead y DIO retumban en tus orejas y gritas Shame on The Night, Stone Dead Forvever
Monterrey: Una ciudad que además de cemento es carne y hueso y sangre, diría Calamaro y yo le agrego montañas, harto corazón y nostalgia.
Dos ciudades
Mucha razón tiene mi primo Héctor cuando hace notar esta regia paradoja: Monterrey es una ciudad radicalmente católica, pero su vocación y ética laboral es profundamente protestante. Aún así, compruebo siempre con una mezcla de orgullo y envidia que en materia de desarrollo urbano y vialidades está a años luz de Tijuana por no hablar de desarrollo político y económico.
Tijuana y Monterrey jamás podrán parecerse. Cuesta trabajo creer que haya formas tan radicalmente contrastantes de ser profundamente norteños. A veces he querido crear una suerte de híbrido urbano, un Frankenstein entre Monterrey y Tijuana que de como resultado una ciudad casi perfecta, pero a una urbe hay que vivirla ante todo por sus defectos.
Vaya, pero si me dan chance de alucinar un poco, pediría una ciudad en donde prevaleciera el clima de Tijuana, pero el paisaje y la arquitectura de Monterrey.
Una ciudad que tuviera un litoral costero como Tijuana, pero también una hermosa cadena de montañas como Monterrey.
Una ciudad que tuviera la cultura dinámica de trabajo y la pujanza económica de Monterrey, pero con la tolerancia y apertura cultural de Tijuana. ¿Será posible ese Frankenstein?
Azulgrana
No todos los días de la vida puedes decir que acudiste al estadio a ver jugar al mejor equipo del mundo justo en el momento en que está sentado en los cuernos de la luna. Muchas veces en este espacio he hablado de esas oncenas irrepetibles que se vuelven inmortales. Ya alguna vez escribí que dentro de 50 años se hablará de la magia de este Barcelona 2006 campeón de Europa. Pues bien, en esa catedral donde una parte de mi alma habita llamada estadio Universitario de San Nicolás de los Garza, la oncena azulgrana se paró a jugar a la pelota y deleitarnos con algunas pinceladas de genialidad. ¿A quién le iba yo? Por supuesto que a los Tigres. Acudí al estadio con mi camisa bien puesta y sin duda hubiera celebrado lo que hubiera sido un triunfo histórico contra ese gran equipo, pero el 3-0 azulgrana no me deprime en absoluto. Igual lo disfruté y me divertí. Fui a ver a mi equipo y a desear que ganara, pero ahí enfrente estaban unos tipos que en este momento le pueden ganar a cualquiera. A Barcelona le bastó un cuarto de gas para apalearnos.
De Ronaldinho quedará para la historia el Gol y nada más. Mis respetos para Belleti, para Giovanni, para el islandés Gudjonsen, para Etó. Una bonita noche con olor a lluvia que compartí con mis tres hermanos. Nunca habíamos ido los cuatro juntos a un partido de futbol y la pasamos en grande. La experiencia, más allá del resultado, fue lo mejor. Una noche inolvidable la de ese 3 de agosto, el primer 3 de agosto en que mi Abuelo no está aquí para felicitarlo por su cumpleaños.
En esta ocasión hasta el clima se puso de acuerdo para hacerme feliz. Al agosto regio hay que respetarlo, so pena de arder en el mismísimo infierno. La mayoría de mis visitas a la patria chica en los últimos siete años se habían dado en invierno. Desde el siglo pasado, en el ya lejano 1998, no había pasado un solo día de verano en Monterrey. Pues bien, en esta ocasión las montañas decidieron lucir frescos sombreros de nubes. Chaparrones espontáneos, nublados permanentes y un airecito casi primaveral conspiraron a mi favor.
Este viaje fue un oasis en todo el sentido de la palabra. Después de deambular por meses en un desierto de furia, reportajes delicados, escuchando testimonios desgarradores de víctimas de plagios y tras cometer algunos excesos laborales propios de workaholic, la desconexión llegó justo a tiempo. Realmente necesitaba estos días. Sentado de nuevo frente a mi escritorio, rodeado por todo ese caótico sistema solar que constituye mi vida diaria, caigo en la cuenta de que mi ánimo está en mucha mejor disposición para enfrentarlo.
Volver al origen siempre será la mejor medicina. Abrevar del oasis primario es la fuente de energía de la vida. Los 365 días del año tengo muy presente que tengo una familia, pero es necesario vivirla y estar junto a ellos para volver a sentirte fuerte y darte cuenta que la vida vale la pena ser vivida una y mil veces. Pido una disculpa a los muchos amigos regios que no llamé aunque sea para saludar. En esta ocasión fui para ver a mi familia y nada más. Ahí será para la otra.
Ahora volverá el ejercicio, las comidas sanas, el gambetear al insomnio, los furtivos vasos de whisky, el invocar una poca de inspiración para crónicas y columnas, un sin fin llamadas inoportunas, kilos de grilla política y rumores sobre secuestros millonarios, los ejecutados nuestros de cada mañana, los basta ya de una sociedad indignada por el crimen, los destapes y pronunciamientos, el tecleo constante, el hablar y escribir al mismo tiempo mientras otras cuatro cosas pasan por tu cabeza y debates en msg el futro del planeta, esperando que llegue el fin de semana y los Tigres ganen al tiempo que Motörhead y DIO retumban en tus orejas y gritas Shame on The Night, Stone Dead Forvever
Monterrey: Una ciudad que además de cemento es carne y hueso y sangre, diría Calamaro y yo le agrego montañas, harto corazón y nostalgia.
Dos ciudades
Mucha razón tiene mi primo Héctor cuando hace notar esta regia paradoja: Monterrey es una ciudad radicalmente católica, pero su vocación y ética laboral es profundamente protestante. Aún así, compruebo siempre con una mezcla de orgullo y envidia que en materia de desarrollo urbano y vialidades está a años luz de Tijuana por no hablar de desarrollo político y económico.
Tijuana y Monterrey jamás podrán parecerse. Cuesta trabajo creer que haya formas tan radicalmente contrastantes de ser profundamente norteños. A veces he querido crear una suerte de híbrido urbano, un Frankenstein entre Monterrey y Tijuana que de como resultado una ciudad casi perfecta, pero a una urbe hay que vivirla ante todo por sus defectos.
Vaya, pero si me dan chance de alucinar un poco, pediría una ciudad en donde prevaleciera el clima de Tijuana, pero el paisaje y la arquitectura de Monterrey.
Una ciudad que tuviera un litoral costero como Tijuana, pero también una hermosa cadena de montañas como Monterrey.
Una ciudad que tuviera la cultura dinámica de trabajo y la pujanza económica de Monterrey, pero con la tolerancia y apertura cultural de Tijuana. ¿Será posible ese Frankenstein?
Azulgrana
No todos los días de la vida puedes decir que acudiste al estadio a ver jugar al mejor equipo del mundo justo en el momento en que está sentado en los cuernos de la luna. Muchas veces en este espacio he hablado de esas oncenas irrepetibles que se vuelven inmortales. Ya alguna vez escribí que dentro de 50 años se hablará de la magia de este Barcelona 2006 campeón de Europa. Pues bien, en esa catedral donde una parte de mi alma habita llamada estadio Universitario de San Nicolás de los Garza, la oncena azulgrana se paró a jugar a la pelota y deleitarnos con algunas pinceladas de genialidad. ¿A quién le iba yo? Por supuesto que a los Tigres. Acudí al estadio con mi camisa bien puesta y sin duda hubiera celebrado lo que hubiera sido un triunfo histórico contra ese gran equipo, pero el 3-0 azulgrana no me deprime en absoluto. Igual lo disfruté y me divertí. Fui a ver a mi equipo y a desear que ganara, pero ahí enfrente estaban unos tipos que en este momento le pueden ganar a cualquiera. A Barcelona le bastó un cuarto de gas para apalearnos.
De Ronaldinho quedará para la historia el Gol y nada más. Mis respetos para Belleti, para Giovanni, para el islandés Gudjonsen, para Etó. Una bonita noche con olor a lluvia que compartí con mis tres hermanos. Nunca habíamos ido los cuatro juntos a un partido de futbol y la pasamos en grande. La experiencia, más allá del resultado, fue lo mejor. Una noche inolvidable la de ese 3 de agosto, el primer 3 de agosto en que mi Abuelo no está aquí para felicitarlo por su cumpleaños.