Eterno Retorno

Saturday, April 01, 2006

Mengele
El último nazi
Gerald Astor
Editorial Vergara

Por Daniel Salinas Basave

Un riff desgarrador emitido por la guitarra de King, una entrada en dos tiempos de la batería de Lombardo, la conducción en las cuerdas de Hanemann y el grito infernal a cargo de Araya abren una de las obras más devastadoras y contundentes en la historia del metal extremo: Angel of Death a cargo del brutal cuarteto Slayer. Tal vez no es muy común ni muy propio iniciar la reseña de un libro hablando de una canción, pero desde que di comienzo a la lectura de Mengele. El último nazi de Gerald Astor no dejo de tararear mentalmente aquella célebre rolita. De una u otra forma, me es imposible pensar en Josef Mengele sin evocar la canción que le compuso Slayer. Vaya, en gran medida esa canción que escucho desde hace casi 20 años ha sido la responable de mi interés por un personaje como este.
Cuesta creer que haya existido en el mundo un ser tan pintorescamente perverso. No hay bestias ni demonios en páginas de ficción que superen el horror que genera el Ángel de la Muerte.
Tal vez es por ello que la obra del periodista e historiador estadounidense Gerald Astor me pareció en principio un tanto fría. Ello podría ser un pecado tomando en cuenta las desperdiciadas posibilidades literarias del personaje, sin embargo esta seriedad acaba por ser una virtud si tomamos en cuenta las toneladas de superchería que existen en torno a la figura del carnicero de Auschwitz. Ante un personaje saturado de amarillismo, Astor apostó por el rigor de investigador. Esta biografía es el resultado de un arduo trabajo de investigación que llevó al autor a viajar por distinas partes del mundo tras la pista del Ángel de la Muerte.
Astor se fue Günzburg, el pueblo bávaro donde Mengele nació en 1911. También viajó por Argentina y Paraguay, los países en donde Mengele se refugió como prófugo al final de la Segunda Guerra Mundial y también fue a Brasil, concretamente a la playa de Beritoga en donde el médico se ahogó en 1979 y al cementerio de Embu, donde sus restos fueron desenterrados en 1985 sólo para comprobar que efectivamente se trataba de él.
El trabajo de Astor es muy breve en lo que se refiere a los orígenes de Mengele. Dedica un solo capítulo a su infancia y juventud precedido de un breve repaso a su árbol genealógico.
En realidad, al leer sobre la niñez y adolescencia del galeno de Hitler, parace imposible creer que estamos adentrándonos a la biografía de uno de los más depravados criminales del Siglo XX. Ni rastro de un niño traumado cuyo desarrollo se haya dado en un entorno particularmente cruel u hostil. Nada de maltratos familiares ni de temprana convivencia con modelos criminales. Mengele fue un joven burgués educado en las tradiciones católicas de Bavaria, hijo de un próspero industrial cuya fábrica daba para vivir holgadamente y enviar a su hijo a estudiar medicina. Un joven apuesto, elegante, de buenas maneras que al igual que muchos alemanes que fueron veinteañeros en la década de los 30 se afilió a Partido Nazi. Es entonces cuando los demonios surgen y nace el Ángel de la Muerte. Luego de ser herido en el frente del Este, Mengele llega en 1943 al campo polaco de Auschiwitz para desempeñarse como médico seleccionador. Su trabajo sería decidir qué prisioneros eran aún aptos parfa el trabajo y cuáles debían ir sin escalas a la cámara de gases. Los violines suenan interpretando valses a la llegada de los trenes a Auschwitz mientras el médico con su mano decide quienes son los pocos que merecen vivir y quiénes los miles que morirán entre el gas Zyklon B, buscando desesperadamente gemelos entre los vagones para perfeccionar sus experimentos genéticos. Después el éxodo sudamericano y los más de 30 años en la clandestinidad, evadiendo al Mosad y a los miles de cazadores de nazis que ofrecían millones de dólares por su cabeza, una recompensa que nunca se pudo cobrar pues al final fueron las aguas del Océano Atlántico quienes acabaron con la vida del viejo Mengele, 34 años después de Auschiwitz.